En la región de Cusco (Perú), la economía capitalista global convive con prácticas ancestrales de economías solidarias, en aparente extinción, pero que aún resisten y motivan también a quienes apostamos por una economía libre de los vicios capitalistas. Describiremos aquí un poco de estas dinámicas, su influencia y replanteamiento en algunas experiencias alternativas modernas.
El comercio justo
Antiguamente los espacios de comercio en los Andes, no eran diarios, sino eran fechas especiales a las que concurrían productores y personas que ofrecían diversos productos y servicios, donde no se priorizaba únicamente el valor económico. Eran llamadas ferias, en las que, aparte de aprovisionarse de alimentos para una semana o más, los concurrentes las vivían también como un momento de encuentro, entre vecinos y con personas llegadas de distintos pueblos. Tenían un ambiente festivo, en el que no sólo se usaba el dinero para las transacciones, sino que gran parte se realizaba usando el sistema de intercambio conocido como trueque. Algo de todo esto aún está presente en algunos lugares.
Si bien Cusco es una región agrícola, con diversidad de producción agropecuaria que bien podría abastecer el mercado local y extenderse a mercados vecinos, uno de los principales problemas para las y los productores es los bajos precios que se pagan por sus productos. Esto obedece al comercio injusto que hace pasar el producto por varias manos, pagando muy poco al productor pero llegando al consumidor a un precio bastante inflado. Aun cuando estemos hablando de consumidores conscientes de todo esto, el bajo nivel adquisitivo de la mayoría de la población hace que casi todos terminen buscando precios bajos. La perversidad del sistema hace que sólo quien tiene altos niveles de ingresos pueda pagar los precios justos.
Ante este problemática, algunos productores se han organizado y con apoyo de entidades como ongs o municipalidades, implementan ferias de productores. El ejemplo más interesante en la ciudad de Cusco es la Feria de productores de Huancaro, que se realiza cada sábado. Allí, miles de productores de toda la región ofrecen diversidad de productos alimenticios y otros miles de consumidores urbanos acuden a la feria en busca de esa diversidad. Sin embargo, todavía hay mucha gente acostumbrada a no pagar los precios justos, pensando que por ser productores deben tener precios menores que en los mercados de revendedores.
También es un problema para quienes cultivan de forma natural, porque algunos consumidores quieren que les vendan al mismo precio que los productos con agroquímicos, como nos cuentan algunas productoras:
“Antes yo no conocía, ahora que participo en esta feria les digo a otros productores: ‘vamos a la feria, hay que vender nuestro producto, como es natural, nos compran’ … Pero en los compradores, algunos comprenden otros no, algunos nos dicen ‘¿ustedes trabajan naturalcito o con cualquier cosa?’. Algunos dicen que cuando llevan de acá, se cocina rico, sale bien, en cambio lo que no es natural se cocina duro” (Dolores Paile Estrada, productora de la feria de Huancaro).
Incluso algunos consumidores dicen que no les importa si el alimento está con agrotóxicos, usando la expresión: “igual voy a morir”. La necesidad de concientizar a los consumidores es urgente. Volveremos sobre este punto más adelante.
En el Cusco, los pocos mercados de alimentos naturales que existen, en su mayoría tienen público extranjero, sea que están de paso o que ya residen en Cusco. Estas personas están dispuestas a pagar el precio justo, pues comentan que en sus países ya pasaron por estos procesos y valoran lo importante que es el alimento natural, además que aquí aún son costos accesibles.
“Nos dicen ‘felicitaciones, esto necesitaba yo, esto me gusta, en mi país cuesta mucho pero acá es muy cómodo” (Liz Galiano Rampas, agricultora).
El trueque
El trueque es el intercambio de productos sin intermediación de algún tipo de moneda. La forma tradicional tenía sus propios códigos y formas de equivalencias, para que la transacción fuera satisfactoria para ambas partes. Con la llegada del dinero, este desplazó al trueque en las transacciones mayores, pero el intercambio no monetario permaneció en las transacciones internas de las comunidades rurales, y aún entre comunidades de zonas distintas. Permaneció pues en las ferias rurales y hasta estos días, permanece de forma marginal en algunos espacios, incluso urbanos.
Podemos encontrar el trueque en las ferias, cuando finaliza la jornada, y se da entre las productoras que intercambian entre sí la mercadería que aún no ha sido vendida.
“Hacemos en la tarde, vienen diciendo ‘compañera ¿nos cambiamos?’, y hay veces cambiamos. Cambiamos por lo que no tenemos allá, naranjita, plátano. Tienen que dar de acuerdo al valor del producto, ‘ese es su precio, a ese precio tienes que darme’ le digo, si le interesa trae, si no le interesa se va, según” (Eugenia Huillca, productora de la feria de Huancaro).
En algunas ferias más tradicionales, tienen sus propios modos de valoración, no monetarios, que obedecen a prácticas ancestrales. En la ciudad de Huanta (región de Ayacucho) existe una zona de la feria destinada al trueque, que se da en las primeras horas de la feria, y no sólo entre los productores sino también con pobladores que llegan temprano para acceder a esta forma de economía. El intercambio es en proporciones equivalentes del producto, “mano por mano, puño por puño”, nos dicen.
En el pueblo de Oropesa (región Cusco), el trueque es muy practicado por las vendedoras de utensilios de cerámica.
“En Oropesa ya tienen una medida, las señoras que traen las ollas, dependiendo del trabajo, van a pedir una ‘llenada’ o dos del maíz entero, con todo y marlo, ellas ya saben porque como es algo antiguo, ya tienen una forma de hacerlo” (testimonio de un asistente a la feria).
En la región de Cusco, en la última década, algunos espacios alternativos y contraculturales han estado revalorando esta práctica a pequeña escala, como un componente de las actividades culturales o las ferias que organizan.
“Nosotros tenemos que reinventar algo que sí lo tenemos en nuestra esencia, pero lo hemos perdido un poquito en la línea del tiempo” (Cristóbal Benavente, productor y activista).
Entre estas, tuvimos unas cortas experiencias de Festivales que incentivaban el trueque, el problema fue que muchas veces se traía para truequear lo que sobraba en casa y no necesariamente lo que interesaba a la otra persona. Mejor resultado tenían las ferias que al finalizar daban la posibilidad de intercambiar sus productos de venta, así en lugar de retornar con productos que no se vendieron, los expositores retornaban con productos que sí utilizarían.
El año 2019 se ha creado una red virtual de trueque que se da a través de la red social de Facebook (Trueque y ayni libertario – Cusco, con algo de 400 integrantes). Los integrantes son todos de la región del Cusco, alguien ofrece algún objeto para intercambiarlo e indica qué objetos o servicios son los que está necesitando a cambio, puede recibir una o más propuestas y ya se pone de acuerdo por medios más internos para llevar a cabo la transacción. En muchos de los intercambios se usa como referente el valor monetario de los objetos intercambiados, pero algunos prefieren darle un valor más simbólico y no depender del equivalente monetario. Es un reaprender de las formas ancestrales, utilizando un medio moderno.
Buscando redes de comercio alternativo
En ese contexto de dinámicas económicas tradicionales acosadas por el mercantilismo capitalista, para los activistas locales, estas se presentan como una potencialidad, pero existen pocas iniciativas que las toman en cuenta. Contaremos dos casos significativos.
El año 2012 surgió la feria ecológica Tanpu, en la pequeña ciudad de Urubamba, ubicada en una zona altamente turística. Como el turismo le da mayor fluidez económica a la zona, hace un par de décadas esto ha atraído también a emprendedores y activistas que abandonaron su vida urbana, para dedicarse a alguna actividad agropecuaria o algún emprendimiento alternativo en el famoso Valle, sumado también al atractivo “místico” que genera el lugar, porque es una zona importante para la cosmovisión e historia andina. Son estos emprendimientos ecológicos y alternativos, los que organizaron la ecoferia.
Esta feria se realiza cada dos domingos, alternadamente en una plaza y en un local, habiendo generado un espacio alternativo en la que se difunden formas de vida alternativa, organizada cooperativamente y rescatando prácticas como el trueque. Sin embargo su debilidad es la poca presencia de productores locales de origen campesino.
“Hay una meta que todavía sigue abierta, cómo llegar a la gente, al pueblo, y salir de nuestro círculo de amigos. En la primera temporada se trabajó bastante en la plaza, exclusivamente, luego ya nos hemos venido a este espacio, que es más familiar, también necesario para el fortalecimiento de las relaciones internas, sin embargo sigue el reto, el desafío de realmente entrarle al pueblo, es algo que todavía nos falta. Acá lo importante es el tiempo, la permanencia, si son ocho años, eso es un logro porque un proyecto que camine tantos años da cierta confianza, cierto nombre de que esto es algo que quiere continuar” (Cristobalcha, productor de la ecoferia Tanpu).
El año 2014 surgió La Canasta Solidaria Mihuna Kachun, una red de consumo directo de productos ecológicos, inspirada en experiencias de otras latitudes, funcionó un par de años pero tuvo la debilidad de contar con pocos consumidores realmente comprometidos como para asumir las tareas que implicaba el proceso. Finalmente, lo que quedó de la experiencia fue una red informal de contactos de productores, con la posibilidad de vincularlos con los consumidores dispuestos a pagar lo justo por un buen alimento y directamente a quien lo produce. Los integrantes de la Canasta que quedamos hemos asumido esa tarea aunque a pequeña escala, vinculando a consumidores y productores de manera individual.
Una iniciativa que venimos impulsando es la compra directa y colectiva, esto es, juntarnos entre varios y hacer un pedido colectivo ha determinado productor o productora, que luego nos repartimos individualmente. Otra actividad que implementamos desde el 2019 es la opción de trueque o ayni (apoyo mutuo) en las actividades que realizamos en nuestra casa-taller, por ejemplo si realizamos un taller, damos la posibilidad de pagar en dinero, en trueque o en apoyo en mano de obra o ayni. Aprendimos que cuando se trata de espacios en que los participantes sienten que van a aprender, no llevan algo que les sobra sino más bien algo que consideran importante, valioso. También se logra valorar el trabajo de todos, porque no es un simple apoyo, sino que cada persona termina aportando también los conocimientos diversos que trae.
Volviendo al panorama general, aunque hay muchos deseos de difundir e implementar el comercio justo a mayor escala, en la mayoría de los casos estos se mantienen en espacios pequeños, en grupos de afinidad, entre activistas conscientes. Si bien en Cusco contamos con la ventaja de tener herencias ancestrales como el trueque, el ayni (apoyo mutuo o reciprocidad), la presencia de productores, la posibilidad de transacciones económicas no controladas por el sistema (gran parte de la economía local se mueve fuera del sistema bancario); pero estas mismas son sus desventajas. Al tenerlas presentes, al poder recurrir a ellas, la población no ve el riesgo de que puedan desparecer, de que el sistema financiero pueda llegar a desplazarlas como ha sucedido en otros países. Por eso el trabajo de todas las iniciativas existentes relacionadas al comercio justo, son valiosas y necesarias.
En el contexto de la cuarentena por el Covid 19, se ha organizado una Red de pequeños productores agropecuarios y consumidores del Cusco. Ésta cuenta con un directorio de productores naturales que ofrecen su producción directamente a los miembros de la red, que a su vez están organizados en grupos zonificados de consumidores, son cinco grupos en la ciudad del Cusco. La red vincula productores y consumidores para lograr un apoyo mutuo, que unos puedan vender su producción en un panorama que no les brinda suficientes oportunidades, y que otros puedan adquirir alimentos sanos.