Resistencias y autonomías desde la alimentación ancestral, Cusco – Perú

Las semillas, un mundo de sabiduría ancestral

, por Canasta Solidaria Mikhuna Kachun

Las semillas siempre han sido fuentes de vida, antiguamente existían espacios exclusivos para guardar las semillas para las siguientes temporadas, tener semillas era un símbolo de riqueza que iba más allá de su valor material. Actualmente en los Andes aún quedan familias que siguen preservando sus semillas, muchas variedades se han perdido por la lógica más comercial, pero existen iniciativas — tanto en comunidades campesinas como en espacios activistas — de recuperarlas, reproducirlas, conservarlas e intercambiarlas (fuera del valor monetario) y así asegurar la biodiversidad y alimentación para las generaciones venideras.

Un tesoro en peligro

Perú es un país con gran biodiversidad, las culturas locales lograron domesticar infinidad de especies y variedades de las mismas, que hoy son motivo de orgullo nacional y complementan el atractivo turístico local (mayormente histórico y paisajístico). Para mantener esa biodiversidad es fundamental conservar las variedades de semillas locales, práctica común en el pasado, pero que en estos tiempos enfrenta graves problemas.

Las lógicas capitalistas del mercado le dan más valor a algunas variedades de productos, lo que incita a muchos campesinos a sembrar sólo estas variedades. La venta de semillas hace que algunos prefieran recurrir a estas y dejan de guardar semillas. La desvalorización del trabajo agrícola, la competencia desleal de semillas importadas (subvencionadas en sus países y que llegan con bajos precios al Perú gracias a los Tratados de Libre Comercio), la discriminación a la religiosidad tradicional andina (y con ello el desprecio a la conservación tradicional de semillas, por estar rodeada de mucha ritualidad), todo eso afecta a la conservación de la diversidad agrícola existente.

El año 2011 se abrió la posibilidad del ingreso de semillas transgénicas al Perú, esto fue respondido por una fuerte campaña de organizaciones agrarias, activistas, intelectuales, chefs y otros, se logró una ley de moratoria que prohibía el ingreso de semillas transgénicas durante un plazo de diez años, mientras el país se informaba mejor sobre los efectos de este tipo de semillas. Así, Perú quedó como uno de los pocos lugares libres de semillas transgénicas en el continente, pero el plazo de la moratoria vence y vuelve el peligro. Por eso es importante conocer y apoyar la defensa de las semillas, los modos tradicionales de su conservación y difusión.

Crianza y selección de semillas

En los pueblos andinos, la importancia de las semillas se ve reflejada en el trato especial que se les brinda. Esto lo vemos en los rituales que acompañan cada momento importante del proceso de cultivo, selección, almacenaje e intercambio de semillas. Incluso la selección de semillas no se realiza sólo en el momento de la cosecha, sino puede iniciarse mucho atrás:

“Desde el momento de la germinación en el suelo, ya vas fijando cuáles han nacido para ser semillas. En el transcurso del tiempo vegetativo de la planta, vas tomando en cuenta cómo va desarrollando la que elegiste, será quizás otra más que aparezca, entonces se va tomando señales a estas plantas dentro de la chacra. Ellas son las que van a ser elegidas para continuar como semillas” (Concepción Hanco, agricultor).

Y esta misma lógica de respeto y ritualización se extiende también al momento de almacenar las semillas.

“Las semillas hay que guardarlas con mucha ternura, con mucha calidez, con mucho respeto y eso implica tener un costal o una manta, hacerle el sahumado [1], el t’inkay [2], etc. y después llevarlo con mucho cariño a una cuna llena de pajita, con muña o lo que fuese para evitar que pueda haber gusanitos, porque va a durar tiempo” (Hipólito Peralta, maestro andino).

Pues desde la cosmovisión andina, las semillas tienen vida, espíritu y memoria. Y como a todo ser vivo se le debe respetar, querer y cuidar, para que nos produzca bien. Muchas veces olvidamos o descuidamos esta dimensión de convivencia con las semillas y es por ello que las semillas no desean quedarse con nosotros.

Existe además una vinculación especial de las semillas con las mujeres, varios roles relacionados a la semilla son desempeñados específicamente por las mujeres:

“Son ellas las que van a tener que cosecharlas, es más, esto implica que las energías que tiene la mujer, como una manera de ser la que da continuidad a la vida, da una interacción de energías, tanto las plantas, las semillas, con la mujer, con la madre. Esto no se debe dejar de lado, sólo así se ha dado continuidad a la vida, a la mejora de las condiciones de cada ser” (Concepción Hanco, agricultor).

Hoy existe una revitalización del cuidado de las semillas, asumida también por activistas que se abocan a la agricultura y la recuperación de los saberes indígenas. Una de las casas de semillas más atractivas está en La Huerta de Tipón, una iniciativa ubicada en una población cercana a la ciudad de Cusco. Su promotor nos explica la importancia de cuidar las semillas desde una doble dimensión:

“Una dimensión universal material en la que todo lo físico que reproduce vida es semilla, y en su dimensión cósmica, semilla es todo lo que genera. En esa dimensión abstracta, un equivalente a la vida, es decir una idea, un sentimiento, una proyección puede considerarse también semilla, porque todo eso es la metáfora, se siembra, lo que se siembra crece, lo que se riega crece, lo que se cuida fructifica, florece, y cuando se es paciente en acompañarlo, nos da frutos, nos da esa continuidad de la vida. La semilla es ese símbolo de la continuidad de la vida” (Alain Dlugosz, guardián de semillas).

Taller con niñas y niños sobre conservación de las semillas en la Huerta de Tipón. Foto : Canasta Solidaria Mikhuna Kachun.

El intercambio o el “viaje” de las semillas

Luego de usar las semillas propias durante algunos años, se buscan nuevas semillas para la siguiente siembra. ¿Por qué se hace esto?

“Las semillas también se cansan, no pueden estar en el mismo lugar. Es como el agua, tiene un camino, no puede estancarse en el mismo lugar sino tiende a debilitarse, cualquier semilla que está mucho tiempo en el mismo terreno tiende a debilitarse y su calidad de producto baja, se nota porque se deforman los productos, son muy pequeños o cambian de color. Es como una protesta y uno se da cuenta que ya necesitamos renovar semilla” (Jaime Araoz, profesor intercultural).

En los Andes se dice que las semillas también “viajan”, que trasladarlas de un lugar a otro las fortalece. Y esto se realiza con mucho respeto. Hoy en día ya ha penetrado la lógica del mercado y muchos se limitan a comprar nuevas semillas, pero otros todavía conservan la costumbre de intercambiarlas sin recurrir al dinero.

“La idea de valorar la semilla obsequiándola o intercambiándola no es que se desmerezca las semillas sino que se valora el gesto criador, se valora el respeto de la no posesión de la semilla, y dentro de ese intercambio se sobre entiende el enlace y la relación familiar” (Alain Dlugosz, guardián de semillas).

Y las semillas nuevas obtenidas en un intercambio, son tratadas como se trata a un nuevo integrante de la familia, acogidas en un espacio especial.

“Nosotros en nuestras chacras sabemos en el espacio de los terrenos que cultivamos, cuales están los suelos muy propicios, muy buenos, allí tendrán que ir estas nuevas semillas. Es como decir, yo recibo una visita de persona y no le voy a dejar en un lugar inadecuado, sino que por lo menos simularé, estaré dándole lugar, que esa persona esté contenta. Lo mismo pasa con nuestras semillas, nuestras plantas, ellas deben sentirse de todo importantes en el lugar que se van encontrar” (Concepción Hanco, agricultor).

“Yo siempre escojo, veo qué cosa está faltando y qué puede mejorar este suelo, antes de poner primero me doy una vuelta y digo, esto va a entrar acá y acá también. Tengo mucho cuidado con las semillas que están viniendo por primera vez, no me arriesgo mucho y tengo que ver si me voy a dedicar al 100% para cuidarlo hasta que desarrolle, a veces por el descuido de no tener esa paciencia, a veces te olvidaste de lo que sembraste, entonces pierdes la semilla” (Jesica Nina Cusiyupanqui, escuela ecológica Ecohuella).

Las protectoras del taqe (almacén)

Cuando en la cosecha se encuentran algunos productos con características especiales, son considerados protectores del alimento y se colocan en lugares importantes. Se dice que guardan un mensaje especial y cuidarlos ayuda a que el producto no se acabe antes de tiempo, ni que le ataque algún insecto. Esto se da principalmente con los cultivos de maíz y papa.

“Por ejemplo en el maíz, pueden tener una mazorca con tres, cuatro brazos, como alitas o algo así, lo que llamamos los taqes. Si es que estas tienen connotaciones del viento, estas nos van a dejar, están anunciando que ya no estarán con nosotros, ya necesitamos renovar las semillas. Entonces, para que no se vayan, a veces en casa tenemos un lugar para ellos” (Concepción Hanco, agricultor).

“En maíz generalmente escogemos los más grandes de todas las variedades y todos los colores, lo traemos acá, si queremos guardar en un almacén primero esos maicitos. Se escogen en un sitio, se hace la t’inka, se le echa su chichita, su cerveza, su coca, todo eso y se hace cruces. Se busca el maíz que tiene dos mazorcas del mismo tamaño, eso se hace una forma de cruz y se trae a la casa y ahí recién todas las mazorcas se trae” (Jesica Nina, escuela ecológica Ecohuella).

“Con la papa más grande se hace toda una fiesta, se viste de un niño y se hace bailar, tiene su ceremonia … en un terreno extenso o no extenso aparecen dos nomás, no son muchos, se hace sentar en el altar de la chacra ... No se come esos días, pero se come un día especial, puede ser un cumpleaños” (Jaime Araoz, profesor intercultural).

“Hay las papas wanllas [3] que es para espacios más ceremoniales, cuando vienen visitas o cuando alguien te ha traído comida y el plato está vacío para devolverle, porque no has cocinado igual que ellos, entonces agarras dos wanllas o los maicitos especiales o trigo con cuatro granos, dos granos, estas semillas son guardadas para eso, para situaciones de emergencia” (Hipólito Peralta, maestro andino).

Nuevos espacios de protección de las semillas

En las últimas décadas, varias iglesias cristianas han ingresado al espacio rural andino, reduciendo la hegemonía religiosa católica, pero también atacando fuertemente la religiosidad indígena tradicional. Por eso es importante que la defensa de las semillas esté de la mano de la ritualidad asociada.

Ceremonia Watunakuy en la comunidad de Raqchi, donde se intercambian semillas. Foto : Canasta Solidaria Mikhuna Kachun.

Desde el año 2007, por impulso de la ONG Ceprosi, se viene realizando una ceremonia llamada Watunakuy en la comunidad de Raqchi. Es un encuentro festivo, con participación de las escuelas de la zona, con la presencia de semilleros de distintas regiones y países, y especialistas en ritualidad andina. El acto principal es un conjunto de rituales, que incluyen la velada de las semillas durante la luna llena previa al solsticio de invierno, en el sitio arqueológico de Raqchi, un centro ceremonial muy antiguo. La ceremonia continúa con el saludo al sol al amanecer, y finaliza con un amplio intercambio de semillas. Las personas que participan de esta actividad, cuentan que las semillas que fueron veladas toda la noche crecen mejor que otras.

Los promotores del Watunakuy son personas que han retomado la sabiduría ancestral, como la profesora Elena Pardo y el maestro Hipólito Peralta. El Watunakuy se ha extendido poco a poco a otros lugares, ahora se realiza uno también en la zona arqueológica de Wamanmarka, ubicada en el camino entre la zona andina y la amazónica. Otras ceremonias similares se realizan en otras partes del país, demostrando que el trabajo por recuperar la sabiduría y la ritualidad en torno a las semillas, está sembrando frutos.

El año 2012, en la localidad de Ollantaytambo (región del Cusco), se organizó un encuentro en torno a las semillas, este evento dio nacimiento a la Red de Semillas de Libertad de las Américas (RSLA), que enlaza a guardianes de semillas de varios países del continente, que se reúnen anualmente en distintos países. Esta red ha logrado involucrar a distintos actores en la lucha por la defensa de las semillas naturales, su conservación y difusión.

“Nos juntamos y comenzamos a escribir el acta de lo que surgió en la asamblea, debemos formar una red, ahí se decide la constitución de una red… No es que se trate de una continuidad lineal sino muy caótica, un poco como la naturaleza, hay hilos conductores que identifican las voluntades de cada red, pero no hay un modelo común, cada uno ha seguido aportando... La red observa lo que cada territorio propone, hace, y el objetivo es que cada encuentro que se realice sirva para cuajar, organizar, para ver las caras, fortalecer las redes que pueden estar en construcción, construir las que no están en los territorios considerados y consolidar las que eventualmente ya existen” (Alain Dlugosz, guardián de semillas).

Las semillas libres no tienen agroquímicos ni son transgénicas. Más bien son formas de resistencia, autonomía y libertad, no tienen dueños. Quien reproduce semillas está teniendo vida que puede dar alimento y cobijo a diversidad de seres (humanos y no humanos). Lamentablemente muchas semillas naturales (libres de químicos) están desapareciendo por la imposición de otras (sea por temas comerciales, técnicos, estéticos, moda, etc.), pero las semillas deben ser diversas como la vida y la naturaleza, las necesitamos todas porque se complementan, se ayudan, son parte de una familia, así que la tarea que nos dejan es reproducirlas, preservarlas y difundirlas, no dejar que desaparezcan porque nuestra verdadera libertad es en convivencia con ellas.