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Deudas coloniales y Reparaciones

Entrevista a Saïd Bouamama

, por BOUAMAMA Saïd

Entrevista a Saïd Bouamama publicada en la revista Les autres voix de la planète, bajo el título «Deudas coloniales y Reparaciones». [1] Las preguntas son de Robin Delobel, Jérome Duval y Milan Rivié.

Muchos países africanos (Costa de Marfil, RDC, Guinea, etc.) han pedido recientemente la restitución de sus bienes culturales robados durante la época colonial. Bélgica y Francia, dos de los mayores actores de dicha colonización, son señalados a través de la reapertura del museo de Tervuren [2] y del reciente «informe Savoy-Sarr». [3] ¿Por qué es un tema clave actualmente?

Para responder a esta pregunta, debemos entender qué es en esencia la colonización. En nuestra opinión, es un proceso de despojo total, es decir, que afecta a todas las esferas de la vida de un pueblo. Aunque el objetivo primordial sea el despojo de la tierra y, más ampliamente, el control de la esfera económica (agricultura y minería), esto sólo puede lograrse mediante la alienación de lxs colonizadxs, y una de sus características es la desposesión de su historia, de su patrimonio y, en última instancia, de su identidad. Amílcar Cabral subrayó con razón que la colonización era la interrupción de la historia de lxs colonizadxs y la liberación nacional su reinicio. Este reinicio histórico presupone lógicamente una reapropiación de la identidad y una desalienación, y una de sus dimensiones esenciales es la reapropiación cultural e identitaria. Por supuesto, esta reapropiación no se limita, ni requiere absolutamente la devolución de las obras saqueadas. Sin embargo, este retorno es un facilitador y un símbolo de la desalienación en la medida en que es uno de los marcadores de una historia reiniciada autónomamente o de una ruptura con la secuencia de la desposesión colonial.

La cantidad de reivindicaciones de restitución es, por sí sola, un indicador de la problemática subyacente: desde Grecia exigiendo la restitución de los frisos del Partenon, pasando por Egipto que reclama la restitución de la piedra de Rosetta o el busto de Nefertiti, hasta Perú que reclama las obras Incas robadas de la ciudadela de Machu Picchu. Las reivindicaciones africanas que se han multiplicado en estos últimos años se inscriben así en un movimiento más amplio que une restitución y reapropiación cultural. En realidad, en nuestra opinión, este es el reto principal. Si la esclavitud y la colonización requieren de la «vergüenza de sí mismx» para establecerse a largo plazo; la emancipación supone la reapropiación y el orgullo de nosotrxs mismxs. La restitución de las obras culturales despojadas es una de las herramientas de este proceso de auto-reapropiación.

La reapropiación de sí (de la cual las obras culturales son una de las facetas), como etapa necesaria de la emancipación, es objeto de una larga literatura producida por pensadorxs y partícipes de la lucha contra la esclavitud, la colonización y el racismo, por una parte, y por las prácticas culturales populares de los pueblos dominados, por otra. En cuanto a las prácticas, podemos citar, sin ningún orden en particular, a lxs esclavxs sublevadxs de Haití y el culto vudú, la práctica clandestina de cultos indígenas en la América colonizada por los españoles, o la salvaguarda y ocultación de manuscritos musulmanes desde Tombuctú hasta Argel para sustraerlos al colonizador. En cuanto al pensamiento, se habla por supuesto de Césaire y la negritud, Fanon y las «máscaras blancas», Malcolm X y su redescubrimiento de la historia y de las civilizaciones africanas, Cabral y la «cultura como núcleo de resistencia», etc. La restitución de las obras culturales saqueadas es una de las facetas de esta resistencia y reapropiación cultural.

No nos equivoquemos. De lo que se trata aquí no es una cuestión del pasado, sino una exigencia del presente y del futuro. No es una recuperación nostálgica de rastros de un pasado remoto. Es un momento de la lucha por una cultura viva sin la cual la independencia nacional es un espejismo o una imitación del modelo de antaño impuesto por la fuerza militar colonial. Esta cultura no puede florecer si no es re-arraigándose en la tierra –negada y/o destruida y/o desvalorizada y/o folclorizada por el colonialismo y luego por el neocolonialismo–, no para reproducir nostálgicamente este patrimonio, sino para abrir y crear nuevas perspectivas. No se limita al retorno al origen: esta cultura indica sobre todo la posibilidad de un nuevo comienzo o de una reanudación de la propia historia. La restitución de las obras culturales despojadas aparece, pues, como una de las fases de la lucha de liberación nacional que hay que entender como un largo proceso. La independencia política no es sino una de las primeras etapas y que requiere otras: lucha por la independencia económica, lucha por la desalienación cultural e identitaria.

Gravado que representa a un grupo de esclavxs encaminado a través de África central hacia la costa atlantica.

En un reciente artículo del politólogo camerunés Achille Mbembé publicado en AOC (en francés), este considera que la restitución de bienes culturales africanos debe llegar a la par de un reconocimiento de los países colonialistas del conjunto de sus fechorías de esa época. ¿Qué opina al respecto?

Comparto plenamente esta posición por al menos dos razones. La primera es que la «misión civilizadora» de la colonización es en realidad un proyecto de des-civilización. Supone una cosificación del otro, como subrayará Césaire, una deshumanización integral como precisará Cabral. Al destruir los modos de estar en el mundo de pueblos enteros, los sumerge en la desintegración, la incoherencia y el sinsentido. Al imponer la propiedad privada de la tierra y las relaciones sociales capitalistas, socava el conjunto de referencias morales y sociales. Al desvalorizar como «salvajes» todas las herencias surgidas de las historias pluriseculares, confisca el pasado y hace inaccesibles los vínculos de coherencia entre pasado y presente. Como vemos, la violencia física masiva actúa junto a una violencia aún más amplia, más profunda, más destructiva y de efectos más duraderos. ¿Es posible la superación de tal crimen contra la humanidad sin su reconocimiento? Tiendo a pensar que una página escandalosa de la historia solo puede superarse leyéndola en voz alta y hasta el final.

La segunda razón es la necesidad de tomar en cuenta las consecuencias a largo plazo de tal violencia, a la vez sistémica y omnipresente, ejercida durante más de un siglo y que se superpone para muchos territorios con varios siglos de esclavitud. Una intrusión violenta no puede dejar de tener consecuencias «traumáticas» para las víctimas, que en este caso son pueblos enteros. Ahora sabemos que la desaparición total de las consecuencias de un trauma supone y requiere que sea nombrado y reconocido en su totalidad. Deshacerse de estas consecuencias supone el reconocimiento de las víctimas, que a su vez requiere, como mínimo, el fin de la negación del crimen. La restitución de las obras culturales despojadas es, por tanto, uno de los medios de esta superación, pero no el único. Sin ánimo de ser exhaustivo, se pueden mencionar otros medios: el reconocimiento de lo que realmente ha pasado, pero también las reparaciones colectivas por las destrucciones materiales y humanas.

La disputa semántica al respecto agita a los organismos internacionales es un buen indicador del vínculo necesario entre la restitución de las obras culturales despojadas y el reconocimiento de los crímenes coloniales. A las antiguas potencias coloniales no les gusta el término «restitución» y prefieren «retorno». Francia en particular, pero también Alemania, defendieron duramente esta posición en la Conferencia de Venecia de 1976. Estaba en juego la denominación del comité encargado de la cuestión de la restitución. Ante la presión de estas actuales potencias neocoloniales, el comité se denomina ahora «comité intergubernamental para la promoción del retorno de los bienes culturales a sus países de origen o su restitución en caso de apropiación ilegal». Lo que se rechaza, en el término «restitución», es su ilegalidad implícita, es decir, la tipificación de robo para designar la presencia de estas obras en los grandes museos occidentales. La utilización del término de «restitución» sólo se acepta si va acompañado de «en caso de apropiación ilegal». Las disputas sobre los términos en los foros internacionales nunca son insignificantes. Lo que se rechaza en el término «restitución» es una caracterización del período colonial. Lo que se valora en el término «retorno» es su neutralidad, es decir, el silencio sobre esta caracterización.

Subrayemos de paso la hipocresía de quienes, en las antiguas potencias coloniales, se oponen al reconocimiento de la colonización como un crimen contra la humanidad. Dicen que este reconocimiento nos conduciría al «arrepentimiento», abriría la vía a un proceso de «vergüenza de sí mismos», incluso de «odio hacia sí mismos», es decir, exactamente lo que ha producido la esclavitud y la colonización. La negación de la condición de responsables y culpables para los Estados colonizadores significa al mismo tiempo la negación de la condición de víctimas para los pueblos colonizados.

Estatua del memorial de la esclavitud en Tanzania.
Fuente : Linda de Volner (CC BY-NC-ND 2.0)

Aunque la colonización –oficialmente– se acabó, algunos países como Francia mantienen bajo su control numerosos territorios llamados «de ultramar» (Nueva Caledonia, Guyana «francesa», La Reunión, Mayotte, etc.). En tu opinión, ¿están vinculadas las cuestiones de la restitución de los bienes culturales africanos con una posible independencia de esos territorios?

Empecemos por subrayar la importancia de la dimensión cultural e identitaria en la lucha de las organizaciones independentistas de las colonias francesas llamadas –con eufemismo– de «ultramar», a través del ejemplo canaco. Fue un festival cultural en 1975 («Melanesia 2000») que marcó la afirmación y los progresos del movimiento nacionalista contemporáneo en Kanaky. En la historia política de la colonia, están estrechamente relacionados la reafirmación cultural y el nacionalismo político. Conocemos el apego que tienen lxs militantes y organizaciones canacxs a la «costumbre», nombre con el que designan su «tradición», es decir, su cultura. Todas las iniciativas y movilizaciones políticas canacas comienzan con el acto de «hacer la costumbre». Al igual que en África, el despojo cultural ha ido unido a la dominación y la lucha por la emancipación nacional a la reafirmación cultural e identitaria. Prueba de ello es la insistencia de lxs independentistas en que el reconocimiento de la identidad canaca figure explícitamente en los acuerdos de Numea de 1998. Estos mismos acuerdos prevén además la «devolución de los objetos culturales canacos» que se encuentran en museos metropolitanos. En Kanaky como en las otras colonias, el despojo de los bienes culturales ha sido masivo. El despojo se extendió incluso a los vestigios de la historia canaca, como lo demuestra la tenencia en un museo de París del cráneo del jefe de los insurgentes de la revuelta de 1878, Atai, así como el de su hechicero. Hubo que esperar hasta 2014 para que estos cráneos fueran repatriados finalmente.

Este cambio de posición del Estado francés es el resultado de la lucha canaca, pero también es una estrategia por su parte para fomentar el abandono de la reivindicación de la independencia a cambio de un reconocimiento cultural. En términos más generales, dicha estrategia consiste en afirmar la voluntad y la posibilidad de la descolonización sin independencia nacional. Además de las concesiones que constituyen el reconocimiento de la identidad canaca y el «retorno» de ciertos bienes culturales, esta estrategia se manifiesta también a través del apoyo a determinadas ONG que reivindican el respeto de los derechos de los pueblos indígenas y no la independencia. Mientras que lxs independentistas acuden al «comité especial de las Naciones Unidas sobre la descolonización», estas ONG lo hacen al «Foro Permanente de las Naciones Unidas para las Cuestiones Indígenas». Si bien la restitución de los bienes culturales es un elemento de la emancipación nacional, también puede utilizarse para frenar o desviar la lucha por la independencia hacia un callejón sin salida. Hablamos de un callejón sin salida porque la restitución de esos bienes sólo es emancipadora si se enmarca en una lógica de reapropiación de una soberanía económica, política y cultural. Sin esta dimensión, la restitución tiende a reducirse al reconocimiento dentro la dominación, al respeto en el marco de la sumisión, a la reducción a un folclore muerto.

En cambio, la restitución de los bienes culturales para los países africanos atados por las relaciones neocoloniales adquiere un sentido más amplio. Se enmarca en la lógica de una lucha por una independencia real y, por ello, cobra con mayor facilidad y frecuencia el sentido de una puesta en tela de juicio del neocolonialismo. Solo puede alentar otras luchas en el mismo sentido: contra la deuda, contra el franco CFA (franco [moneda] de la comunidad financiera africana; en francés: Franc de la communauté financière d’Afrique), contra los acuerdos de cooperación, etc. Es decir, el vínculo entre la restitución y la independencia real se establece lógicamente en el caso de los países neocoloniales. Una dinámica de lucha africana que imponga la restitución ayudará a situarla en su verdadero marco, el de la lucha contra la dependencia, el neocolonialismo y también contra las independencias y soberanías de papel mojado. Esa reorientación sólo puede ser positiva frente a las estrategias del Estado francés en sus últimas colonias que pretenden hacer concesiones para conservar lo esencial al promover una descolonización ilusoria sin independencia.

Una manifestante levanta una pancarta exigiendo reparaciones inmediatas para lxs descendientes de esclavxs.
Fuente : Miki Jourdan (CC BY-NC-ND 2.0)

El eco de las acciones de estos diferentes movimientos trasciende ampliamente las fronteras del continente africano. ¿Cómo pueden apoyarlos las diferentes diásporas africanas, personas y organizaciones en Europa que denuncian los mecanismos neocoloniales? ¿Qué acciones recomendarías?

Pueden desempeñar un papel importante al vincular la reivindicación de la restitución con la reivindicación más amplia de la abolición del neocolonialismo. No hay que olvidar que el colonialismo no solo afectó a los países colonizados y a sus pueblos. También moldeó profundamente e impactó a los países colonizadores y a sus pueblos. Para que la esclavitud y la colonización sean posibles, esos crímenes deben considerarse justificados, legítimos y en consecuencia deseables. El racismo como ideología de jerarquización de la humanidad tiene su edad de oro en la misma era histórica en la que se desenvuelven la esclavitud y la colonización. La esclavitud y la colonización no son posibles sin racismo y, a la inversa, el racismo requiere una base económica (la esclavitud y el colonialismo ayer, el neocolonialismo hoy en día). Una sociedad que domina a otras es inevitablemente racista.

La herencia colonial y el presente neocolonial se banalizan en la cotidianidad de las sociedades europeas. Se encuentran rastros en los bienes culturales almacenados en los museos, pero también en el nombre de las calles, avenidas y plazas, en las imágenes y representaciones de nuestrxs conciudadanxs negrxs, árabes-bereberes o musulmanxs en los medios de comunicación, ilustraciones publicitarias, cómics, canciones o chistes, etc. Es, pues, una verdadera descolonización del imaginario que hay que poner en marcha para eliminar el fertilizante ideológico del neocolonialismo que son esos prejuicios que surgen de nuestra historia colonial. Es lo que hemos propuesto denominar la lucha contra el «espacio mental colonial», sin la cual el racismo no retrocederá y el neocolonialismo conservará una de sus bases ideológicas esenciales.

En cuanto a la cuestión de lo deseable en términos de movilización, debemos definirla teniendo en cuenta el vínculo entre dominación e invisibilidad o entre visibilidad y emancipación. Por tanto, se trata de inventar acciones públicas que hagan visible lo invisible. Desde marchas anticoloniales para hacer visibles las huellas de la colonización en nuestras ciudades, hasta operaciones para quitar el nombre a las calles, plazas y avenidas que rinden homenaje a los esclavistas y asesinos coloniales, campañas para exigir el desmantelamiento de las estatuas que simbolizan la colonización honrando a sus actores y que se expongan en museos (con la exigencia, si hay un equilibrio de fuerzas, de un texto de condena de la colonización), piquetes delante de los museos en apoyo a las reivindicaciones de restitución de los bienes culturales, etc. El punto común es hacer visible lo invisible. Si la lucha esencial se libra en los países africanos, estas movilizaciones en Francia pueden darles un fuerte apoyo.

A modo de conclusión, señalamos que esta lucha no es solo un apoyo a la lucha de los pueblos africanos. Es también una lucha por el tipo de sociedad en la que queremos vivir aquí. A menos que aceptemos vivir en una sociedad racista, tenemos que apoyar, de un forma mucho más ofensiva que hasta ahora, las luchas contra el neocolonialismo de los pueblos africanos, por un lado, y por el otro, dirigir una lucha radical para descolonizar nuestras sociedades.

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Este texto es una versión reducida del artículo con el mismo nombre, inicialmente publicado en la revista Les Autres Voix de la Planète (AVP n°76), editado por el CADTM. Para leer la entrevista completa, ver : https://entreleslignesentrelesmots.wordpress.com/2019/05/10/dettes-coloniales-et-reparations-entretien-pour-la-revue-du-cadtm-les-autres-voix-de-la-planete/

Para leer la entrevista completa en francés, ver :

Notes

[1Revista Les Autres Voix de la Planète (2019), número del primer trimestre. Título en francés, «Dettes coloniales et réparations»

[2NdT.: se refiere al Museo Real de África Central (MRAC), un museo de etnografía e historia natural situado en el Brabante flamenco en Tervueren, a pocos kilómetros de Bruselas.

[3NdT: el Informe sobre la Restitución del Patrimonio Cultural Africano. Hacia una nueva ética relacional es un informe del académico y escritor senegalés Felwine Sarr y la historiadora de arte francesa Bénédicte Savoy, publicado en línea, en noviembre de 2018. Encargado por el presidente de Francia, Emmanuel Macron, el objetivo del informe era evaluar la historia y el estado actual de las colecciones públicas francesas de obras de arte africanas de adquisiciones ilícitas o disputadas, así como las reclamaciones y un plan para las etapas posteriores de posibles restituciones. Fuente: https://frpedia.wiki/es/Rapport_Sarr-Savoy_sur_la_restitution_du_patrimoine_culturel_africain

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Saïd Bouamama es un sociólogo francés, encargado de investigación en el IFAR (Lille). Militante asociativo y político, es miembro del Front Uni des Immigrations et des Quartiers Populaires (Frente unido de las Migraciones y Barrios Populares). Ha publicado numerosas obras acerca de las clases populares, las juventudes y las migraciones, entre otras : La France, Autopsie d’un mythe national (Larousse, 2008) y Les Classes et Milieux populaires (Éditions du Cygne).