La Lucha contra el Cambio Climático desde el Sur

“Unuykuta amachaspa pachamamaykuta jawarispa sonqoyqo llanllarin”. Defendiendo nuestra agua y cuidando nuestra Pachamama nos sentimos con el corazón rebosante de alegría

, por VELASCO Gloria

La región de Cusco enfrenta una serie de crisis asociadas al cambio climático; quizás la más grave es la escasez de agua; solo en lo que va del 2024, se reportaron múltiples sequías en los sectores rurales y al mismo tiempo se reporta un elevado nivel de radiación solar que viene afectando gravemente a los cultivos locales como el maíz. Las comunidades campesinas de la Provincia de Paruro principalmente de los distritos de Accha, Omacha y Colcha se ven envueltas en conflictos por el agua para consumo humano, riego y animales porque ven disminuidas sus fuentes, puquiales y nevados. En este contexto, de crisis climática, surgen iniciativas que están luchando para promover nuevas formas de adaptación desde la organización comunal, el manejo de pisos ecológicos y la redistribución del agua, es el caso de Engracia Vargas, comunera de Amancay en Accha.

Testimonio de Engracia Vargas Llave, comunera y dirigente de Amancay,
Escrito en diálogo con Gloria Velasco

Vista al valle del río Velille.
Crédito : Gloria Velasco.

A tres horas de la ciudad del Cusco, está el distrito de Accha, provincia de Paruro, en la región Cusco del Perú; a 45 minutos de allí se encuentra la comunidad campesina de Amancay (a orillas del río Velille); con un clima acogedor, en medio de su huerto de paltos; es en ese ambiente donde encontramos cosechando sus limones a la hermana Engracia Vargas Llave, comunera y dirigente, quien nos recibió con una sonrisa radiante y su calidez de siempre.

Nos comenta, con mucho entusiasmo, que este año la Pachamama ha sido muy generosa, porque sus cosechas son bastante buenas, tanto de sus maizales, papas, tubérculos andinos y los frutales: “hasta estos dos arbolitos de limoncitos, ahora están manteniéndome bien; mis vecinos me vienen a comprar [limones], también me preparo limonaditas para este calorcito que está fuerte”.

Mientras tomamos limonada, le comento la razón de mi visita, y ella me responde, con mucha emoción, sobre todo el trabajo que han desarrollado en su comunidad para cuidar, proteger y aumentar el agua, y llegar a hacer el ordenamiento territorial de la comunidad.

Retrato de Engracia Vargas Llave recogiendo limones.
Crédito : Gloria Velasco.

Te cuento que, primero, para empezar a mejorar nuestra comunidad, fue todo un proceso largo, y poco a poco hemos avanzado, y todos nos hemos reunido en varios momentos para dialogar y hacer un diagnóstico de cómo estábamos gestionando nuestro territorio; para esto nos hemos organizado con la asistencia técnica y el apoyo permanente del Centro para el Desarrollo de los Pueblos Ayllu (CEDEP AYLLU). Una vez que hemos hecho el diagnóstico, tanto varones como mujeres, y dialogado sobre el futuro de nuestra comunidad, nos dimos cuenta de que teníamos varios temas por resolver, como la cantidad de animales criados de manera desorganizada en las partes altas, que provocaban la escasez de pastos naturales, lo que dejaba, a su vez, dañados los suelos completamente, a la par que dañaba las plantas nativas; estos problemas generaban la disminución de las fuentes de agua de los manantes, que son importantes tanto para nuestro consumo como para producir nuestros alimentos”, me comentó.

La hermana Engracia me confirmó que las mujeres rurales juegan un papel fundamental en el desarrollo de sus familias y comunidad: “nos encargamos de producir gran parte de los alimentos de consumo, protegemos la biodiversidad y el medioambiente, estamos más en la comunidad, y aun así siempre teníamos limitados derechos para participar en los espacios de decisión dentro de ella”, afirmó. Asimismo, agregó que ellas, en tanto mujeres, se han organizado bien y, por ende, participan ahora en espacios de formación, asumen cargos dirigenciales, y así consiguen mayores derechos para reducir las brechas entre hombres y mujeres. “En el campo, las mujeres estamos más en contacto con nuestra Pachamama, porque sentimos que todo lo que se le hace a ella nos afecta directamente, por ello las mujeres somos las que más impulsamos este trabajo comunitario, porque si hay escasez de agua las más afectadas seremos nosotras, las mujeres”, comentó.

Decidimos en nuestras asambleas hacer el proceso de la zonificación de todo nuestro territorio, porque nuestra comunidad cuenta con tres pisos ecológicos bien definidos, lo que nos permite desarrollar actividades en esos tres espacios geográficos; la parte alta la ubicamos para la protección de las fuentes de agua, allí está la cabecera y es donde nace el agua, en la parte media están nuestros sembríos de maíz, papa, tubérculos, pastos cultivados, hortalizas entre otros; en la parte baja están todos nuestros frutales y nuestras viviendas”. Cuando ya habían avanzado con toda esa delimitación, se dieron cuenta de que les faltaba algo muy importante para la existencia de todo ser vivo en la tierra, osea, el agua; entonces entraron en un diálogo permanente con los compañeros del CEDEP AYLLU que llegaron a su distrito para trabajar en nuestras comunidades. “Es así que se decide hacer la siembra y cosecha de agua en las partes altas de nuestra comunidad, que permita que recuperemos pastos naturales, sembremos plantas nativas, empecemos la construcción de diques rústicos para aumentar el volumen de agua en nuestras qochas naturales, de manera que promovamos el cuidado y protección de las cabeceras de cuenca con prácticas de afianzamiento [técnica es afianzamiento] hídrico”. Estas cuencas, me comentó, permitieron captar agua de lluvias al interior de los suelos en las partes altas, para esto realizaron varias labores como las zanjas de infiltración, protección de praderas, manejo de humedales o bofedales, y cercado de praderas naturales para lograr mayor almacenamiento del agua de lluvias con fines de mejorar la capacidad de producción y el aumento del agua.

Crédito : Gloria Velasco.

Con el apoyo de la institución del CEDEP AYLLU se logró implementar sistemas de riego tecnificado; y en la comunidad instalaron viveros para la producción de plantas nativas como la queuña, chachacomo, molle, tara y frutales. “Este sector lo llamaban ranrapata (bosque de piedras), era una zona bastante rocosa, pero recordando lo que antes hacían nuestros abuelos y abuelas empezamos a realizar terrazas con las piedras que sobraban aquí para ampliar nuestros terrenos de cultivos mediante la construcción de andenes”, afirmó.

Otra de las cosas que, comenta, han aprendido a hacer es el uso de aforadores para el seguimiento y monitoreo de los caudales de los manantes que se encuentran en nuestras zonas de producción de riego. “En nuestra comunidad tenemos el inventario y todos sabemos con cuántos manantes contamos: son fuentes de agua de diferentes caudales, de esa manera sabemos si está disminuyendo y cómo se está progresando, porque ahora también otra de las cosas que nos afecta es el cambio climático. Todo esto que hacemos quizá en las ciudades no se entienda, pero nosotros sabemos cómo cuidar el agua y cómo mantener nuestra disponibilidad de la misma”.

Engracia mencionó que existen diversas actividades que hacen para seguir avanzando en sus progresos como comunidad, como la implementación de los instrumentos de gestión. “La comunidad campesina de Amancay cuenta con un plan de ordenamiento territorial comunal, plan de desarrollo forestal, con estatutos internos que hemos elaborado todos en asambleas de manera participativa, con el apoyo externo”. Pero también señala que para proteger sus manantes y hacer cumplir sus otros instrumentos de gestión tuvieron complicaciones. “Tuvimos muchos problemas, como el trasladarnos desde la zona baja donde vivimos hasta las partes altas, trayecto que dura de tres a cuatro horas, así como al generar acuerdos aceptados por todos; aunque ahora nos hace sentir felices los resultados, porque el agua es la vida misma, es como la sangre en nuestras venas, sin el agua no se puede vivir”.

Gracias al Ordenamiento Territorial Comunal (OTC) hemos podido generar acuerdos entre todos, sobre todo para el uso eficiente y armonioso de nuestro territorio comunal, mediante la definición y acuerdos sobre las zonas según sus características productivas”, comentó; así mismo agrega que gracias a esos acuerdos han podido corregir la ubicación de sus viviendas: “antes vivíamos más en cabañas, porque nos dedicábamos a una ganadería extensiva”, así como que ahora están bien ubicadas sus parcelas de pastoreo, los servicios básicos y actividades productivas que han sido identificadas dentro de su territorio comunal.

En nuestra comunidad tenemos de todo, tenemos diversidad de producción y vivimos felices; por eso no cambiaremos nuestra comunidad, aunque nos ofrezcan mucha plata. A la Pachamama debemos cuidarla, protegerla, porque ella es la razón de nuestra existencia. También defenderemos el agua; seguiremos haciendo más forestación, porque eso trae el desarrollo para nuestra comunidad, y así sentimos que somos bendecidos con la generosidad de nuestra Pachamamita, en Amancay”, comentó la hermana Engracia, luego de mi última pregunta.

Llega la tarde después de terminar de cosechar los limones y hacer varias actividades agrícolas y domésticas; Engracia, bajo la luz de los últimos rayos de sol, posee una chispa en sus ojos, y sonríe de manera que genera esperanza. Nos despedimos con un abrazo fraterno y se va a preparar los alimentos; y yo solo espero que ese fuego y chispa no se apaguen jamás.

Crédito : Gloria Velasco.