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Un repaso sobre las desigualdades sociales y profesionales entre mujeres y hombres

, por SINIGAGLIA-AMADIO Sabrina

Aunque durante un siglo la situación de las mujeres en el mundo laboral en Francia ha cambiado, la igualdad real entre sexos aún no se ha alcanzado. Estereotipos de género, división desigual de las tareas domésticas, orientación escolar y profesional diferenciadas por sexo, el techo de cristal y la brecha salarial, etc. contribuyen a mantener las desigualdades de género y a reforzar las desigualdades sociales.

Afiche estadounidense de 1939 promoviendo el trabajo doméstico.

Contrariamente a lo que se escucha a veces, las mujeres no empezaron a trabajar después de la II Guerra Mundial, ni en los años 1960. Las mujeres siempre han trabajado [1]. Pero ese trabajo era considerado en el mejor de los casos como un salario de apoyo o totalmente ignorado o no calificado como tal. Muchas mujeres han trabajado y trabajan aún sin ningún reconocimiento social asociado, es decir, sin salario o contrato de trabajo y, por lo tanto, sin la cotización social que da acceso al derecho a una protección social (seguro por desempleo, jubilación, etc.).

Este trabajo no está disimulado. Es invisible, pensado como una "ayuda" a la economía familiar aunque a veces requiera mucho tiempo y energía. Estas situaciones están presentes particularmente en los sectores del comercio, del artesanado, de la agricultura y de las profesiones liberales. La otra gran categoría de trabajo,por mucho tiempo invisible, es el trabajo doméstico. Trabajo gratuito "realizado no para sí, sino para los demás, siempre en nombre de la naturaleza, del amor y del deber maternal" [2]. Desde los años 70, cuando las primeras investigaciones señalaron la diferencia de implicación en el trabajo doméstico y parental dentro de las parejas, el reparto ha cambiado poco [3], y como veremos, esta diferencia de implicación, de unos y otros, tiene sus efectos significativos sobre la actividad profesional de las mujeres.

Desde 1960, una importante transformación ha afectado a las mujeres y a las relaciones sociales de sexo en el mundo del trabajo, especialmente en Francia. Esto ha sido posible gracias a diversos procesos sociales concomitantes, en los campos profesionales y fuera de estos [4] : tercerización y salarización de la economía, la prolongación de los estudios, el mayor acceso a la anticoncepción, una legislación favorable y procedimientos judiciales de divorcio más flexibles, la posibilidad de abrir una cuenta bancaria y tener su propio dinero, gestionar una propiedad, trabajar sin la autorización del marido (la ley de 13 de julio de 1965 sobre la reforma de los regímenes matrimoniales).

Actualmente, el 51,2 % de las mujeres de 15 o más años es económicamente activa (INSEE, Investigación de Empleo, 2014). La diferencia entre la tasa de actividad de mujeres y de hombres se ha reducido de manera considerable entre 1975 (30,7 %) y 2014 (8,1 %). Oficialmente, ningún oficio o servicio está, hoy en día, prohibido a las mujeres. Pero hay que tener en cuenta que aunque ningún oficio esté jurídicamente prohibido para uno u otro sexo, esto no significa que la totalidad de los oficios sean posibles y aceptados socialmente para mujeres y hombres.

Por ejemplo, nada impide que las mujeres se alisten en la Legión extranjera pero hasta el día de hoy, ninguna ha sido reclutada. De la misma manera,nada impide a hombres ejercer el oficio de asistente maternal, sin embargo este último trabajo está feminizado en un 99,5% [5]. Aunque la "segregación profesional" ha bajado en los últimos 30 años [6], y ciertas situaciones son menos discriminatorias hacia las mujeres [7], seguimos observando que hay trabajos, tipos de trabajo, incluso sectores, que aún son herméticos al carácter mixto. A esta diferencia de trayectorias se suma la cuestión de las desigualdades de trato. Los estudios estadísticos de organismos públicos (INSEE, DARES) y las investigaciones en ciencias sociales (sociología, demografía, economía) señalan la persistencia de un cierto número de ellas: menor posibilidad de elección para las mujeres, sectores de empleos peor remunerados, carreras incompletas, desigualdades salariales (incluso cuando se iguala el tiempo trabajado), etc.

¿Cómo se pueden explicar estas persistentes desigualdades profesionales? Aquí trataremos de considerar sucesivamente los dos mecanismos sociales esenciales que estructuran la distribución profesional de mujeres y de hombres, particularmente en Francia Por un lado, los mecanismos y principios que preceden y contribuyen a la elección del oficio y, por otro lado, las modalidades concretas del ejercicio del oficio o de la profesión.

"Escoger" o no escoger el oficio

El primer proceso que contribuye al mantenimiento de las desigualdades entre sexos, dentro del mundo laboral tiene lugar en la elección del oficio. Sin embargo,, esa "elección" no es ilimitada y se inscribe en el conjunto de posibilidades que comienzan con el nacimiento (incluso antes, mediante las anticipaciones parentales), y continúan a lo largo de toda la vida, a través de la socialización. La extensión de este campo de posibilidades se relaciona a la vez con las propiedades sociales de los individuos (sexo, origen social, lugar de residencia, orden de nacimiento entre hermanos...) y con los diferentes mecanismos sociales que se conjugan y pesan sobre las elecciones de los y las jóvenes.

La sexuación todavía precoz de los oficios

A partir de 1970, las investigaciones se centran en los objetos creados para la etapa infantil [8], y todas han señalado la sexuación precoz de las actividades, incluyendo sobre todo las profesiones de los personajes retratados [9]. Los personajes masculinos con mayor frecuencia son representados como profesionales en oficios variados, desde los más modestos hasta los más prestigiosos. Mientras que los personajes femeninos son representados prioritariamente en los espacios y oficios tradicionalmente asociados a lo femenino, el mundo del care, de la asistencia, y de la estética.

Por otro lado, estos personajes femeninos están globalmente ausentes de las funciones de dirección y de los puestos de responsabilidad. Paralelamente a esta subrepresentación de las mujeres en los espacios profesionales, ellas se encuentran omnipresentes en el espacio doméstico; mientras quelos hombres, si no están totalmente ausentes de estos espacios, raras veces aparecen solos. Es decir, las representaciones de las niñas y de los niños, de las mujeres y de los hombres en el espacio y los objetos desde la primera infancia hasta la adolescencia siguen siendo muy estereotipados y perpetúan una división tradicional de los roles de los sexos, ocultando la variabilidad de las situaciones reales y actuales.

Las apropiaciones distanciadas que pueden hacer los niños y los jóvenes, y aquellos casos que buscan diversificar los roles de unas y otros -una niña que salva el mundo en un dibujo animado, un niño que ama tejer o jugar a las muñecas en una colección de literatura juvenil- aún son excepciones dentro del mundo lúdico y pedagógico dominado por un modelo segregativo de los sexos.

Esta primera dimensión es esencial porque sienta las bases de la relación en el mundo infantil y los lleva a proyectarse (o no) dentro del universo social y de los lugares sociales. Esta construcción de las posibilidades sociales constituye uno de los pilares de lo que guiará sus elecciones de orientación en el futuro.

El sexo continúa siendo una pesada variable en la orientación escolar y profesional

El recorrido escolar de los niños está dividido en etapas de orientación. Este proceso está diferenciado socialmente [10] pero también es sexuado [11]. Los equipos pedagógicos, los padres y los-as alumnos-as movilizan diferentes indicadores, basados principalmente en los resultados y en el recorrido escolar, para evaluar el nivel del alumno y su supuesta capacidad para seguir una u otra rama. Sin embargo, cada una de esas dimensiones es construida a partir de indicadores que son, al mismo tiempo, objetivos y subjetivos: aquí se puede cuestionar la objetividad de las notas, de sus bases y de lo que se evalúa. Pero se plantea también la cuestión del lugar de los estereotipos (particularmente de género) y su interiorización.

Los y las docentes tienen expectativas, prácticas y evaluaciones diferenciadas en función del sexo del alumno (Jarlégan, 2014). Además, las prácticas de consejeros y consejeras de orientación también son diferenciadas, y en ese sentido, las orientaciones propuestas son diferenciadas por sexo (Fontanini, 2015). Finalmente, las representaciones y prácticas sociales de los padres y de los hijos también hacen que sea aún más "simple" o más "normal" tener en cuenta a las chicas para un oficio en lugar de otro. Sobre todo en relación con lo que hemos discutido previamente, acerca de la persistencia de la segregación de funciones en una variedad de objetos y espacios sociales. Esto explica que, al final, se elaboren "techos de cristal" y que casi la mitad de las mujeres empleadas se concentren en una decena de oficios (sobre un total de 86) y nos encontramos con los mismos sectores que hemos mencionando anteriormente.

Anticipación de la vida adulta y mandatos sociales de género

La sexuación de la orientación escolar y profesional sigue el mismo proceso de anticipación social que se presenta en la la vida del adulto; con los mandatos sociales, igualmente diferenciados, que pesan sobre las mujeres y los hombres. En Francia, teniendo en cuenta el modelo social dominante que invita a las mujeres a la acumulación -actividad profesional y maternidad-es; y no a libre elección (una u otra) o a la alternancia (una y después otra) (Maruani, 2006) -este mecanismo de sexuación consciente e inconsciente, conduce a las chicas a centrarse en los oficios y profesiones que harán posible una articulación simultánea entre tiempo de vida profesional; y personal: familiares, conyugales y parentales. Esta "maldita conciliación" (Périvier, Silvera, 2010) recae sobre las espaldas de las niñas mientras que los varones, por su parte, estarán obligados a obtener el éxito profesional para cubrir las necesidades de su familia, siguiendo el espíritu del modelo del male breadwinner ("macho proveedor").

En especial, sabemos que el acceso a la paternidad y maternidad tiene un efecto inverso en las carreras de los-as ingenieros-as. Por ejemplo, a los hombres les permite aumentar sus responsabilidades y acceder a promociones, mientras que las mujeres en la misma situación tienden a reducir su tiempo de trabajo, cada uno-a respondiendo a las expectativas sociales sexuadas (Gadea, Marry, 2000). Estas disparidades se encuentran en una variedad de sectores profesionales. Una investigación reciente relativa a las temporalidades del trabajo artístico señala cuánto de esta articulación de tiempos de vida no son objeto de negociación en el seno de las parejas sino que se basan en reflejos condicionados por las tradiciones sexuadas. (Sinigaglia-Amadio, Sinigaglia, 2015).

Ejercer el oficio: espacios diferenciados y jerarquizados, carreras en varias velocidades

Estos preludios en la entrada de la vida profesional contribuyen a segregar los sectores profesionales. La división de género de estos últimos continuará en su seno.

Un oficio con prácticas diferenciadas, una segmentación interna de género

En cualquier espacio profesional encontramos todavía una segmentación interna que atribuye, la mayoría de las veces, las plazas más prestigiosas y las más altas remuneraciones a los hombres. Mencionamos a título de ejemplo el sector de la enseñanza en Francia: globalmente, el oficio docente forma parte de los más feminizados y paritarios (60 % de mujeres, DEPP_RERS 2016); pero cuando se mira más de cerca, se observa que la repartición de los puestos depende del nivel de enseñanza, con una sobrerrepresentación de mujeres en la enseñanza primaria (83,1 % de los puestos del sector público) y una sobrerrepresentación de hombres en la enseñanza superior (61,4 %) y aún más en el grado de profesor de universidad (80 %). El nivel secundario se sitúa en un nivel intermedio (58,3 % de mujeres en el sector público). En otras palabras, cuanto mayor es el nivel de enseñanza, la proporción de mujeres disminuye. Por otro lado, se constata una segmentación relativa a la disciplina, ya que las mujeres representan el 75 % de la enseñanza de letras y el 47,1 % de matemáticas. Esta jerarquización de especialidades o de espacios de ejercicio (urbano/rural, privado/público...) se encuentra también en otros sectores.

Estas dimensiones de segmentación interna en un espacio profesional determinado son el resultado de factores exógenos y endógenos. Los primeros están relacionados con los mecanismos anteriores de orientación que se anclan a sí mismos dentro un sistema de género sostenido por un conjunto de representaciones dominantes y estereotipadas. Los segundos son inherentes a la propia organización práctica de cada segmento que, particularmente, tiene sus especificaciones en términos de organización espacio-temporal. Ya hemos visto que esta dimensión recaía más en las mujeres que en los hombres debido a un mandato diferenciado en término de articulación de tiempo de vida y de presencia, luego de la llegada de los hijos, por ejemplo.

Esta distribución por sexo de las plazas y sectores de actividad profesional contribuye al mantenimiento de la brecha salarial entre mujeres y hombres. Si bien esta se ha reducido en el transcurso de las últimas décadas, no ha desaparecido: una parte de estas diferencias continúa sin explicarse (en el orden del 9 %, Minni, 2015). Esta constatación es la que ha llevado a colectivos europeos institucionales y militantes a asociarse con la acción del "7 de noviembre de 2016, 16h34" [12] que buscaba denunciar las persistentes desigualdades profesionales y salariales. Con el mismo espíritu, la llamada a la huelga del 8 de marzo pasado a las 15h40, pretendía denunciar el mismo fenómeno. El cálculo se hizo de nuevo y esta vez sobre la jornada diaria y no anual.

"Suelo pegajoso" y "techo de cristal"

En conformidad con las leyes relativas a la igualdad profesional de los últimos cinco años, se puede registrar una progresión sensible del lugar de las mujeres, especialmente en el seno de los consejos de administración de sociedades del CAC 40 (10,7 % en 2008 contra 30,3 % en 2014). Según el indicador de la Comisión Europea (índice "blue chip"), Francia es el primer país de la Unión Europea en materia de representación femenina en el seno de los comités de administración o de supervisión de las grandes empresas (Chiffres clés, 2016).

Sin embargo, el creciente acceso de algunas mujeres a estas posiciones dominantes, no debe esconder los mecanismos que ayudan a mantener un gran número de mujeres en los primeros niveles jerárquicos y que contribuyen a explicar la persistencia de la distribución relacionada con el género de los oficios, de las tareas y responsabilidades en su seno. Las imágenes de "suelo pegajoso" y de "techo de cristal" las han simbolizado a la perfección. La primera hace referencia a los mecanismos que tienden a retener a las mujeres en las funciones menos altas, los oficios y sectores de empleo menos valorizados y los modos de empleo más precarios (82,5 % de los puestos a tiempo parcial son ocupados por mujeres); mientras que la segunda concierne a esos que engendran el bloqueo de la carrera de la mujer en el seno de los niveles jerárquicos más altos.

Así, sean cuales sean los sectores profesionales, nos encontramos con una pequeña proporción de mujeres en los niveles más altos de las jerarquías profesionales: el 11 % de las rectoras de universidades, o el 12 % de los presidentes de una federación deportiva nacional. Aunque ellas representen el 61 % de los puestos de la función pública territorial, no representan más que el 28 % en los puestos de gestión y dirección. En el sector privado, aunque un tercio de sus dirigentes son mujeres, existe un gran disparidad según el tipo de empresa (autónomas, SARL, etc.) y la actividad correspondiente (construcción vs. servicio a domicilio).

Ascenso social y profesional para algunas, trabajo sucio y precariedad para otras

Mas allá de las desigualdades entre mujeres y hombres, los mecanismos antes descritos contribuyen a mantener, incluso a incrementar las desigualdades sociales entre mujeres [13]. Esto se explica en parte por las decisiones tomadas por las mujeres mejor posicionadas socialmente para articular su tiempo de vida personal y profesional, y por las incitaciones socialmente diferenciadas de políticas familiares. De hecho, la reducción del tiempo dedicado a las tareas domésticas por las mujeres, en el transcurso de las décadas precedentes (pasando de 4 horas con 12 minutos a 3 horas con 3 minutos diarias en promedio, entre 1985 y 2010, Champagne, Pailhé, Solza, 2015, op. Cit.) no se explica por la realización de estas tareas por los hombres, ya que sobre el mismo período ellos también redujeron el tiempo dedicado a estas tareas (pasando de 1 hora con 54 minutos a 1 hora con 45).

La reducción del tiempo promedio dedicado a las tareas domésticas se explica por un conjunto de transformaciones sociales que se relaciona con un más fácil acceso de los hogares a los equipamientos electrónicos, al desarrollo de otras normas domésticas (la relación con la limpieza, con el orden, etc.);pero también de mecanismos de delegación de diversas tareas (comidas, limpieza, planchado, etc). Sin embargo, esta capacidad de delegación del "trabajo sucio" es repartido de manera desigual en la sociedad. De esta manera las mujeres que disponen de importantes recursos económicos, culturales y sociales tienen más capacidad de contratar estos servicios, que constituyen los sectores profesionales más feminizados, contratando mujeres de orígenes más desfavorecidos, del medio popular y a menudo racializadas (Hirata, Kergoat, 2008; Avril, 2014).

Asimismo, en el ámbito del trabajo parental, mientras que por un lado, las mujeres del medio popular son incitadas a retirarse del mercado laboral para beneficiarse de las Ayudas Parentales de Educación (APE) y criar ellas mismas a sus hijos [14], las mujeres de las categorías medias y superiores son las que tienen mayor acceso al sistema de guarderías y de servicios de asistentes maternales o del cuidado a domicilio (por lo tanto se benefician de otro aspecto de las políticas familiares y sociales). Y aquellas que ocupan estos empleos son siempre mayoritariamente mujeres de categorías populares.

Se plantea entonces la cuestión de una posible reducción de las desigualdades de género que no se haría en oposición a la reducción de las desigualdades sociales.

Notes

[1SCHWEITZER Sylvie, 2002, Les femmes ont toujours travaillé. Une histoire du travail des femmes aux XIX et XXe siècles, París, Odile Jacob.

[2KERGOAT Danièle, 2000, "Division sexuelle du travail et rapports sociaux de sexe", in HIRATA H., LABORIE F., LE DOARÉ H. et SENOTIER D. (dir.). Dictionnaire critique du féminisme. Paris, PUF.

[3CHAMPAGNE Clara, PAILHÉ Ariane, SOLAZ Anne, 2015, "Le temps domestique et parental des hommes et des femmes : quels facteurs d’évolutions en 25 ans ?", Economie et statistique, n°478-479-480, p. 209-242.

[4MARUANI Margaret, MERON Monique, 2012, Un siècle de travail des femmes en France. Paris, La découverte.

[5PIOT Franck, 2013, "Travailler pour des particuliers : essor des métiers de la garde d’enfants", Insee Première, n°1472.

[6ARGOUARC’H Julie, CALAVREZO Oana, 2013, "La répartition des hommes et des femmes par métiers. Une baisse de la ségrégation depuis 30 ans", DARES Analyses, n°079.

[7Estos avances fueron conseguidos gracias a las movilizaciones sociales y políticas que promueven la igualdad profesional entre los sexos (Llaufer Jacqueline, 2014, L’égalité professionnelle entre les femmes et les hommes, París, La découverte.) y la obligatoriedad de paridad en un cierto número de instancias y sectores profesionales públicos y privados (Bereni Laure, 2015, La bataille de la parité. Mobilisations pour la féminisation du pouvoir, París, Económica.).

[8CROMER Sylvie, DAUPHIN Sandrine, NAUDIER Delphine (coord.), 2010, "Les objets de l’enfance", Cahiers du genre, n°49.

[9Se pueden leer aquí muchos estudios sociológicos que se centraron en los libros de texto, colecciones de la literatura infantil, espectáculos infantiles, manga, etc.

[10BEN AYED Choukri, POUPEAU Franck (dir.), 2009, "École ségrégative, école reproductive", Actes de la recherche en sciences sociales, n°180.

[11VOUILLOT Françoise, 2007, "L’orientation aux prises avec le genre", Travail, genre et sociétés, n°18 (2), p. 87-108.

[12Basadas en la cifra del 15,1 %, la diferencia de salario por hora bruto entre hombres y mujeres medidos por Eurostat en 2010, la fundadora de las Glorieuses, Rebecca Amsellem, ha calculado que la diferencia representa alrededor de 38,2 días trabajados. Suponiendo que las mujeres en Francia cobran tanto como los hombres, ellas deberían parar de trabajar el 7 de noviembre de 2016 a las 16:34 y 7 segundos (y no el 31 de diciembre).

[13Recordemos que la tasa de desempleo de mujeres inmigrantes es dos veces más alta que el conjunto de las mujeres (20,4 % contra 9,6 %, DARES, 2015) y la tasa de empleo de las mujeres residentes de los barrios prioritarios de las ciudades (QPV) es inferior a 17 puntos al de las mujeres en la escala nacional (43 % contra 60 %, INSEE, RP 2012).

[14El 60 % de las que reciben las APE son obreras y el 21% de ellas son empleadas (Milewski, 2005).

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Bibliografía

  • AVRIL Christelle, 2014, Les aides à domicile. Un autre monde populaire, Paris, La dispute.
  • BEN AYED Choukri, POUPEAU Franck (dir.), 2009, "École ségrégative, école reproductive", Actes de la recherche en sciences sociales, n°180.
  • DGCS-SDFE, 2016, Chiffres clés. Vers l’égalité réelle entre les femmes et les hommes.
  • FONTANINI Christine, 2015, Orientation et parcours des filles et des garçons dans l’enseignement supérieur, Mont-Saint-Aignan, Presses universitaire de Rouen et du Havre.
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  • HIRATA Helena, KERGOAT Danièle, 2008, "Division sexuelle du travail professionnel et domestique. Brésil, France, Japon" In HIRATA H., LOMBARDI M. R., MARUANI M. (dir.), Travail et genre. Regards croisés. France Europe Amérique latine, Paris, La découverte, pp.197-209.
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  • VOUILLOT Françoise, 2007, "L’orientation aux prises avec le genre", Travail, genre et sociétés, n°18(2), pp.87-108.