Un cementerio sin lápidas ni epitafios

, por Inter Press Service (IPS)

Con la mochila cargada de sueños, el guatemalteco Gelder Lizardo Boche, de 17 años, partió el 9 de agosto a Estados Unidos desde su pueblo natal, San Antonio La Paz, en compañía de dos cuñados.

Los cuerpos de Boche, Gilmar Morales, de 22 años, y Hermelindo Maquin, de 24, fueron identificados entre las 72 víctimas de la matanza cometida el 23 de agosto muy lejos de Guatemala, en el municipio de San Fernando, noreste de México, y atribuida a la banda narcoterrorista de Los Zetas.

En medio de la tragedia, los familiares de estos tres guatemaltecos supieron al menos de su suerte, pudieron identificarlos y esperan que sus restos sean repatriados para darles sepultura.

Varios miles de inmigrantes latinoamericanos, la mayoría de América Central, mueren de sed en el desierto o a manos de delincuentes y narcotraficantes, sin que nadie sepa de ellos. Las autoridades mexicanas estiman en más de 10.000 los secuestros de extranjeros entre septiembre de 2009 y febrero de 2010.

La hondureña Maximina Barrientos, de 48 años, vive esa angustia. Lleva siete años sin saber de su hija Irene, que decidió abandonar su natal Texiguat, en el sudoriental departamento de El Paraíso, en busca del sueño americano. Barrientos advirtió a su hija que no se fuera "porque dejaba a un (hijo) varón que ahora tiene 12 años y que la necesita, pero ella se fue porque aquí no hay chance para nada", relató a IPS. "Hace tres años llamó y me dijo que estaba bien, en (la mexicana Ciudad) Juárez, pero después no volví a saber de ella", agregó Barrientos mientras las lágrimas asomaban a sus ojos. Barrientos forma parte de la Red de Comités Migrantes y Familiares de Honduras, que estima en 800 los hondureños que desaparecieron en la última década en la ruta desde ese país hacia México. Leer más