La Lucha contra el Cambio Climático desde el Sur

Transición energética justa y popular: el reto de un modelo sin justicia energética, contaminación y dependencia a los combustibles fósiles

, por MOCICC , DURAN DURAN Augusto

Introducción

Desde la edad antigua hasta la luz de nuestros días, la humanidad ha logrado desarrollarse gracias a la estrecha relación que guardamos con la energía. El uso del fuego para la cocción de los alimentos; la fuerza de animales para movilizar mercancías; la quema de petróleo, gas y carbón para el transporte; o la electricidad obtenida en centrales nucleares, son diferentes evidencias de que la energía ha estado presente a lo largo de la historia de la humanidad.

La física teórica nos indica que la energía no se crea ni se destruye, solo se transforma. Sin embargo, en la práctica, acceder a ella para convertirla en movimiento, electricidad, o calor, no es tan sencillo, además que ha traído impactos a nivel ambiental y climático, así como social. Es por eso que la transición energética aparece como una alternativa al colapso civilizatorio causado por un modelo energético basado en la quema de combustibles fósiles; sin embargo, es necesario hacer un abordaje integral de ella más allá del reemplazo de las fuentes de generación.

Cambio climático y combustibles fósiles: La mayor amenaza para la humanidad

El desarrollo global de un modelo económico basado en la producción de mercancías ha traído consigo siglos de acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera, lo que nos ha llevado a la crisis climática actual. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), en su sexto informe, comenta lo siguiente:

  • Desde la época preindustrial, el planeta se ha “calentado” (aumentado la temperatura) en 1.1°C. Recordemos que los expertos nos han advertido que de superar el 1.5°C o los 2°C, los cambios causados a nuestro planeta serán irreversibles.
  • Para evitar que la temperatura aumente en 1.5°C, es necesario reducir en 43% las emisiones de gases de efecto invernadero al año 2030, una meta casi imposible.

Existe una relación directa entre el cambio climático y el modelo energético: los combustibles fósiles. Para sostener la economía capitalista es fundamental generar riqueza, lo que implica la sobreproducción de mercancía. Esto solo es posible si se tiene acceso a grandes cantidades de energía, y se ha encontrado fácil solución en la extracción de combustibles fósiles: petróleo, carbón y gas natural.

El modelo económico define, a su vez, al energético. Podemos definir el modelo energético como los diversos factores que caracterizan las relaciones entre productores y consumidores de energía, tales como fuentes de generación, sistemas de distribución, niveles de consumo, acceso a energía, entre otros. Bajo el modelo económico capitalista, es evidente que el energético actual es altamente dependiente de los combustibles fósiles, presenta un alto y creciente nivel de consumo, además de ser desigual, y de que el acceso responde a los estratos económicos.

No hay un futuro posible con el modelo energético actual:

Pese a las advertencias del IPCC, según datos de la Agencia Internacional de Energía, año tras año el consumo de combustibles fósiles para la generación de energía viene en aumento:

Oferta total de energía por fuente a nivel mundial, 1990 - 2021 :
Fuente : IEA (2022), Energy Statistics Data Browser, IEA, Paris
https://www.iea.org/data-and-statistics/data-tools/energy-statistics-data-browser

La última data confiable nos muestra que, de toda la energía producida en el planeta, durante el año 2021, las principales fuentes fueron el petróleo (29.5%), seguido por el carbón (27.2 %) y, en tercer lugar, el gas natural (23.6 %). En total, los combustibles fósiles representaron más del 80 %, de manera que dominan la producción de energía. [1]

Porcentaje de generación de energía por fuente a nivel mundial, año 2021 :
Fuente : Elaboración propia, con datos de la Agencia Internacional de Energía

En el siguiente gráfico, se puede visualizar las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas con la generación de energía, desde el año 1990 al año 2021. Se estima que cerca del 100% de las emisiones de GEI provenientes de la generación de energía son causadas por la quema de combustibles fósiles.

Emisiones de CO2 por fuente de energía a nivel mundial, 1990-2021 :
Fuente : AIE (2023), Buscador de datos de estadísticas energéticas , AIE, París
https://www.iea.org/data-and-statistics/data-tools/energy-statistics-data-browser

Es evidente que la causa principal de esta crisis climática es la adicción y dependencia a los combustibles fósiles para sostener el modelo económico capitalista, que a nivel mundial son responsables de alrededor del 86 % de todas las emisiones de gases de efecto invernadero. [2]

Sin embargo, y a pesar de las recomendaciones del IPCC, al analizar las emisiones que se generarían al quemar combustibles fósiles, [3] los gobiernos del mundo planean producir alrededor de un 110% más de combustibles fósiles de lo que sería coherente para limitar el aumento de la temperatura a 1,5ºC y un 69% más de lo ideal para evitar un aumento de 2ºC. [4]

Producción global de combustibles fósiles al año 2050 :
Fuente : Resumen ejecutivo Informe sobre la brecha de producción de 2023,
https://productiongap.org/

No solo son emisiones de GEI: El modelo energético basado en combustibles fósiles y sus impactos territoriales

Es importante resaltar que la crisis climática actual es una crisis sistémica, por lo que abordar la cuestión energética únicamente desde parámetros técnicos como fuentes de generación de energía y emisiones de gases de efecto invernadero es un análisis vago y superficial que no refleja la realidad del impacto de los combustibles fósiles y segrega de la discusión a las poblaciones principalmente afectadas por el modelo energético.

La producción de combustibles fósiles es parte del modelo de desarrollo extractivista que ha sido impuesto principalmente a los territorios del sur global. En ese sentido, los impactos territoriales de los combustibles fósiles no son muy diferentes a los de la minería, o mal llamada industria maderera.

Para Eduardo Gudynas, los impactos del extractivismo se dividen en impactos locales y efectos derrame, esto referido a los cambios en la política pública y la transformación de los conceptos básicos como justicia o derecho. En ese sentido, podemos encontrar impactos locales tales como contaminación, deforestación, desplazamientos, conflictividad, violencia y asimetrías económicas. [5]

Distinción entre impactos locales y efectos derrame, con ejemplos de algunas de sus expresiones más comunes :
Fuente : Extractivismos : el concepto, sus expresiones y sus múltiples violencias, Eduardo Gudynas, pág 67

Al hablar de contaminación, los combustibles fósiles han generado grandes desastres ecológicos a nivel mundial. Si solo consideramos los derrames de petróleo ocurridos en la última década, podemos encontrar casos catastróficos como el del Golfo Pérsico (1991), donde se derramaron 500 millones de barriles de petróleo, [6] Golfo de México (2010), donde se derramaron casi 800 millones de litros de petróleo, [7] o el de Ixtoc I (1978), donde se derramaron 560 millones de litros de petróleo. [8] Estos derrames han generado un impacto en la salud y pérdida de vidas humanas, destrucción de la biodiversidad, contaminación de ríos, lagos y mares, así como pérdidas millonarias en agricultura, turismo, entre otros.

La extracción de combustibles fósiles también es responsable de la deforestación; como ejemplo está el caso de la Amazonía, donde la construcción de caminos para tener acceso a sitios remotos en donde hay petróleo abre las puertas a los colonizadores y a los urbanizadores para que accedan a estos territorios. [9] Esto, a su vez, ha traído desplazamiento de poblaciones que viven en zonas de influencia de los proyectos, conflictividad producto de la oposición de la población a los proyectos, violencia ejercida en muchos casos tanto por el estado como las empresas afines a dichas iniciativas, así como por las economías ilegales que se extienden a lo largo de todo proyecto extractivo.

El modelo energético capitalista: Desigual e injusto

El modelo energético actual no solo nos ha contaminado, también nos ha dividido y segregado. Las grandes industrias y grupos económicos han transformado la energía en una mercancía, concentrando su producción y privatizando su acceso, lucrando con su venta y así definiendo quién puede tener acceso a ella. Podemos hablar entonces de un modelo energético que no vela por la justicia energética.

La justicia energética parte de entender a la energía como un derecho humano, resaltando su importancia para asegurar condiciones de vida digna para las personas. La justicia energética tiene tres principios básicos: 1) justicia distributiva (distribución equitativa de beneficios y males), 2) justicia procesal (todos los grupos deberían poder participar en la toma de decisiones y las mismas ser tomadas en cuenta) y 3) justicia de reconocimiento (establece que los individuos deben estar representados de manera justa). [10]

Uso de energía por persona, 2023 :

El consumo promedio por persona de los países del “norte global” es mucho mayor (en promedio 100.000 kWh) en comparación con el de los países del sur (entre 10.000 y 30.000 kWh para el caso de algunos países de latinoamérica, Asia y Europa, hasta existen casos entre 0 y 3.000 kWh para países africanos). Esto se relaciona con condiciones económicas de “desarrollo”, y tiene un impacto también en las emisiones de gases de efecto invernadero.

Emisiones de CO₂ por persona, 2022 : (No se incluye el cambio de uso del suelo)

Vemos una estrecha relación entre el desigual consumo de energía y las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de la quema de combustibles fósiles y de la industria. Para sostener la economía mundial, se requiere un modelo energético desigual donde el norte global consuma más energía que le permita seguir con su visión de desarrollo, mientras que emite cantidades mucho mayores de GEI en comparación con los países del sur global, históricamente relegados a depender de países del norte y principales afectados por los efectos del cambio climático.

Sin embargo, sería injusto señalar que todos los habitantes del norte global son consumidores excesivos de energía; se tiene que analizar las condiciones de clase, como los ingresos por persona. En ese sentido, a nivel mundial podemos observar lo siguiente:

  • El 10% de la población que concentra los mayores ingresos consume el 39% de la energía que se produce en el planeta. Esto significa que consume aproximadamente 20 veces más energía que el 10% de la población que tiene los menores ingresos.
  • En términos de combustible para vehículos, la desigualdad es más grave. El 10% de los principales consumidores utilizan 187 veces más energía en comparación con el 10% inferior.

La desigualdad energética es no solo de cantidad sino también de calidad, pues los servicios energéticos como la movilidad individual están fuera del alcance de las poblaciones más pobres. [11]

Entonces, nos encontramos dentro de un modelo energético extremadamente dependiente de los combustibles fósiles, y que es la causa principal de la crisis climática. Este modelo energético ha agravado los impactos territoriales: ha amenazado la vida de las personas; destruido la biodiversidad a su paso; aumentado la violencia, conflictividad, dependencia económica; y desplazado a la población. Al mismo tiempo, este modelo profundiza las desigualdades y carece de una visión de justicia; por lo que resulta necesario replantear las bases del mismo.

Transición energética más allá del cambio de fuentes: Justa y popular

En palabras del secretario general de las Naciones Unidas, António Gutiérrez, es evidente la necesidad de un cambio en la forma en que se genera la energía: “Si no acabamos con la contaminación por combustibles fósiles y aceleramos la transición hacia las energías renovables, incineramos nuestro único hogar”. [12] Y concluye diciendo que “Cada minuto de cada día, el carbón, el petróleo y el gas reciben aproximadamente 11 millones de dólares en subsidios. Cada año, los Gobiernos de todo el mundo invierten alrededor de medio billón de dólares en bajar artificialmente el precio de los combustibles fósiles, más del triple de lo que reciben las energías renovables. Mientras los ciudadanos sufren el aumento en los surtidores de combustible, la industria del petróleo y el gas, se embolsa miles de millones gracias a un mercado distorsionado. Hay que poner fin a este escándalo”. Gutiérrez evidencia nuevamente que estamos ante un modelo energético perverso y que es sostenido por las élites mundiales.

Frente a esta crisis, resulta evidente la necesidad de un cambio, una transformación, y la transición energética surge como alternativa frente a esto. Es importante resaltar que se tienen diversas miradas sobre esta. “Existen enfoques que solo atienden a la necesidad de energía para alimentar la inmensa voracidad de la industria mundial, sin considerar el daño ecológico que se produce y usando como excusa su importante rol en la lucha frente al cambio climático, para salvaguardar la hegemonía económica y política de grandes industrias y países potencia”. [13]

En la visión del Banco Mundial se busca una “transición hacia fuentes de energía más limpias y diversificadas que satisfaga la creciente demanda, genere crecimiento económico y cree empleos en un planeta más habitable”. [14] Si bien la retórica suena alentadora a simple vista, se pone por delante, nuevamente, la locura de un crecimiento infinito en un planeta finito, y no mira más allá del reemplazo de las fuentes de generación de energía, es decir, no transforma el modelo energético.

Para la Unión Europea, “la transición hacia un modelo bajo en emisiones de carbono tiene como objetivo crear un sector energético sostenible que estimule el crecimiento, la innovación y el empleo, al tiempo que mejora la calidad de vida, amplía las opciones disponibles, refuerza los derechos de los consumidores y propicia, en última instancia, el ahorro en las facturas domésticas”. [15] Si bien se hace menciones importantes a aspectos sociales, se pone como principal enfoque el crecimiento y se obvia tocar las relaciones de poder entre el norte y sur global.

La transición energética actual solo apunta a un cambio de fuentes de generación de energía y no busca un cambio total en el modelo energético. Podemos encontrar las siguientes características:

Fuente : Elaboración propia

Frente a esto se vienen construyendo enfoques que ven la transición más allá de aspectos técnico-económicos y buscan integrar componentes ambientales y sociales, entre otros. Es una apuesta formulada como resistencia de los movimientos ambientales, comunidades y pueblos indígenas, etc. a las lógicas hegemónicas impuestas por el norte global.

Actualmente podemos hablar de una transición energética justa y popular “que no solo apunta a cambiar la fuentes de generación de energía, apuesta por un cambio total en el sistema energético, lo que implica incluir aspectos ecológicos y sociales como energía más limpia, derecho a la energía, nuevos modelos de generación, generación distribuida, democracia en la toma de decisiones, consulta previa, trabajo digno, interculturalidad, etc., y discutir y transformar las relaciones de poder en el sistema energético, económico y político”. [16]

Aspectos de la transición energética justa y popular :

En ese sentido, la transición energética justa y popular debe atender todas las desigualdades existentes en los sistemas energéticos, haciendo un abordaje integral, más allá del abandono de fuentes, y con un enfoque de derechos. Este proceso debe responder a las siguientes características: [17]

  • Partir de atender el pasado: reparar, remediar y compensar a los territorios históricamente impactados por el modelo energético.
  • Concebir el acceso a la energía como derecho universal, reivindicando su potencial para el desarrollo de las comunidades sobre la acumulación de capital. Esto ha de ir de la mano con derechos de la naturaleza, a un medio ambiente sano, entre otros.
  • Repensar el consumo de energía y disminuirlo, pues en la actualidad no es posible cubrir la demanda energética mundial con energía limpia. Es necesario plantear un modelo productivo que se base en la necesidad energética de la población y no en la acumulación de riqueza.
  • Cuestionar y terminar con el desigual nivel de consumo de energía. Se debe asegurar equidad en el consumo de todos(a)s, sobre todo de la población en situación de vulnerabilidad.
  • En cuanto al acceso a la energía, se debe considerar el acceso universal y limpio para toda la población, respetando características y contextos de cada territorio.
  • La transición energética debe asegurar que la población sea parte de la toma de decisiones, respetando el derecho a decidir sobre sus recursos y la libre determinación de los pueblos.
  • Terminar con los monopolios energéticos y permitir nuevas formas de generación que permitan, a su vez, a las personas generar su propia energía, e incentivar nuevas dinámicas económicas en sus territorios, considerando cooperativas de generación, empresas comunales o municipales, entre otras.

La transición energética debe asegurar nuevas alternativas de empleo digno, sobre todo en los territorios directamente vinculados con el aprovechamiento de los recursos energéticos renovables.