0. Retaguardia psicopolítica.
Las notas que se comparten a continuación presentan algunas de las consideraciones elaboradas en el proceso de investigación militante que desarrollamos desde el Observatorio “Sylvia Bermann” de psicopolítica y salud mental popular. Esto es, un espacio militante de izquierdas que funciona desde el año 2023 en el marco del Instituto Plebeyo, integrado por compañerxs de Argentina, Uruguay, Perú y Chile que participan e intervienen orgánica y/o inorgánicamente en diferentes experiencias organizativas y políticas de la clase trabajadora.
El Observatorio se pretende un refugio de contrahegemonía existencial y anímica, una retaguardia psicopolítica estratégica para quienes la integramos. Buscamos contribuir al desarrollo de una plataforma experimental de acción psicopolítica al interior de las fuerzas populares de izquierda, capaz de atender y brindar una respuesta situada a los desafíos que nos presenta la actual coyuntura anímica y afectiva de la lucha de clases en nuestras propias vidas y los territorios de existencia que habitamos.
Para nosotrxs, la necesidad de elaborar colectivamente esa respuesta surge en el marco de nuestra investigación militante como decantado de un diagnóstico de dicha coyuntura pasible de presentarse a través de los siguientes términos:
a) Lo sentimos a diario y nos lo cuentan también compañerxs, amiguxs, camaradxs: lxs inconscientes que aún intentamos rebelarnos, estamos psicopolíticamente rotxs, detonadxs, al borde del colapso, y cada vez parecen quedarnos menos fuerzas para seguir rebelándonos;
b) nuestra investigación nos señala que esa tendencia a la descomposición psicopolítica de nuestras fuerzas seguirá desarrollándose a la par de las posiciones de avanzada que logre establecer la ofensiva de las extremas derechas y las fuerzas del capital sobre nuestras vidas y territorios de existencia;
c) no registramos en las fuerzas populares de izquierda en las que estamos involucradxs una plataforma psicopolítica que se disponga al desarrollo de líneas de acción específicamente dispuestas a intervenir en las dimensiones anímicas y afectivas de la lucha social y política;
d) la ausencia de ese programa deja en “libertad de acción” a los mecanismos de subjetivación de los dispositivos de poder de las extremas derechas del capital. Algo que no sólo nos condena a la derrota, siquiera nos posibilita acceder al teatro de operaciones psicopolítica [1] para dar la batalla en ese terreno;
e) consideramos que no es posible avanzar en la modificación de la actual correlación de fuerzas psicopolíticas (y tampoco objetivas); es decir, romper el cerco anímico y afectivo establecido por el enemigo, sin darnos esa respuesta programática. Una creación necesariamente colectiva a la que ustedes, lectorxs del mundo que se sientan rotxs y desahuciadxs, también están invitadxs a participar.
1. Nunca se fueron.
La eficacia anímica y afectiva de la ofensiva de las extremas derechas sobre los territorios populares de existencia, las asfixias y asedios cotidianos que experimentamos en nuestras propias vidas, se tornan inexplicables sin la implantación del terror como reverso psicopolítico del terrorismo de Estado, propio de las dictaduras cívico-militares desplegadas en nuestro continente en el marco de la Doctrina de Seguridad Nacional del imperialismo yanqui. Ya nos lo enseñaron nuestrxs maestrxs de la sospecha psicopolítica: Sylvia Bermann, León Rozitchner y Marie Langer… la lucha de clases también se debate y elabora a través de las dimensiones inconscientes del teatro de operaciones psicopolíticas. Y el porvenir de la ofensiva en curso de la extrema derecha imperialista no es la excepción.
Ese terror se opera como basamento psicopolítico de la consolidación del régimen de dominación social neoliberal (Cavero) en la década de los noventa en la región. Reverberando como condición de posibilidad anímica y afectiva para la eficacia del enemigo hasta nuestro presente.
2. El terror no es el miedo.
Siguiendo algunas de las enseñanzas de nuestrxs maestrxs de la sospecha psicopolítica: el terror no puede confundirse con el miedo. Por caso, con el miedo ante la disposición asesina de las fuerzas represivas del Estado como reacción ante el levantamiento popular. El terror psicopolítico al que nos referimos, opera en un registro prepersonal y parasubjetivo; esto es, realmente inconsciente. Parafraseando libremente los términos que ofrece la psicoanalista brasilera Suely Rolnik en su Antropofagia Zombi, interviene a nivel de la (re)producción de los territorios de existencia, apuntalando la consistencia subjetiva de determinado régimen de dominación social y las condiciones sensibles para la adhesión personal y colectiva a las formas de vida que promete y promueve un determinado proyecto societal y político. Pone en existencia tanto lxs sujetos de la acción/pasión como los objetos del mundo, al mismo tiempo que modula y enmarca los límites y posibilidades de las relaciones que se establecen entre ambos en determinado territorio. El terror psicopolítico no es terror de algo, sino punto sutura que matriza afectivamente el campo de lo experimentable, sentible, deseable, pensable e imaginable, implantado en el cuerpo social como un producto inconsciente del terrorismo de Estado.
En los límites del terror también late, se elabora y debate el desarrollo de una guerra psicopolítica subterránea, de largo aliento.
3. Democracias de la derrota.
El fin de los gobiernos cívico-militares de las dictaduras de Seguridad Nacional, no fue una conquista de las masas populares latinoamericanas. No reconquistamos la democracia. Arribamos a otra cosa: las clases dominantes nos dieren una “democracia de la derrota” (Rozitchner). Esto es, regímenes políticos formalmente democráticos, erigidos sobre la correlación de fuerzas objetivas, psicopolíticas y existenciales resultantes tras la derrota de nuestras tentativas revolucionarias durante la década de los sesenta y setenta. El terror actualiza y garantiza la reproducción ampliada de los aspectos psicopolíticos de esa correlación de fuerza, operando como reaseguro subjetivo de la hegemonía molecular [2] de las clases dominantes y restringiendo la posibilidad de una alternativa revolucionaria y post-capitalista para la transformación social.
4. Voces del terror
Si el terror psicopolítico vociferara, sonaría como una pesadilla; gritarían al unísono el suplicio de todxs y cada unx de nuestrxs muertxs ante la tortura, la crueldad criminal e impasible del enemigo. Las voces del terror apuntalan el bajo fondo de las democracias de la derrota. Solo llegamos a escuchar la presencia de una amenaza, proferida para quienes osen desafiar sus límites… “¡Portate bien! ¡Ya sabes que no puedes siquiera imaginar el dolor que soy capaz de causarte a vos y a los tuyos!”.
5. Genealogía psicopolítica.
Es posible establecer una genealogía psicopolítica que conecta el terror implantado por las dictaduras cívico-militares con la eficacia subjetivante de las extremas derechas en la actualidad; con la adhesión que suscitan los modos de existencia que promueve y promete para la vida en común. Esto es, una trama histórico-material que también nos atañe a nosotrxs: sujetxs de izquierdas, a lxs inconscientes que por necesidad supervivencial y/o deseo aún intentamos rebelarnos. Nosotrxs, sujetxs de izquierda, también llevamos (somos llevadxs) por las marcaciones del terror implantadas a sangre y fuego en el cuerpo social. Somos también, en parte, nuestrxs propio enemigxs.
En momentos de desesperación, de no saber ya que más hacer, es decir, en nuestros momentos de mayor lucidez, llegamos a considerar que nuestra ineficacia no deja de ser también índice de las incidencias actuales del terror de las dictaduras de Seguridad Nacional. ¿Cuánto de ese mismo terror nos ata a los existenciarios [3] e imaginarios reformistas e institucionalistas propios de la “democracia de la derrota”? ¿Cuánto de los límites impuestos por el terror dictatorial nos mantiene aferrados con uñas y dientes al empleo de los mismos medios, estrategias y las mismas armas psicopolíticas (y de lucha en general) ya domesticadas pese a su ostensible ineficacia? ¿Cuánto de ese terror nos aferra de manera incondicional y nostálgica (sin miramientos por sus actuales aportes) al repertorio psicopolítico consagrado por la tradición de las luchas emancipatorias? ¿Cuánto de las reverberaciones de ese terror nos condenan a la derrota? ¿Qué de ese terror nos impide imaginar, ensayar, experimentar nuevas respuestas psicopolíticas que escapen de la impasible y reiterada apelación a la “fuerza de voluntad revolucionaria”, y/o a un consciencialismo impotente a nivel de nuestras prácticas emancipadoras y organizativas? ¿Cuánto de ese terror nos impide, so pretexto de estar cultivando el derrotismo, asumir el estado de descomposición psicopolítica de nuestras fuerzas y las clausuras institucionalistas de una izquierda alejada de las clases trabajadoras y sus malestares?
6. Crítica a las armas psicopolíticas.
La eficacia psicopolítca de las extremas derechas en la región, la adhesión de vastos sectores de la clase trabajadora y populares a las promesas de sus aventuras políticas (ya no a nivel solo micropolítico), volvieron a traer en escena al camarada Wilhelm Reich. En los grupos militantes, en las reuniones de partidos y movimientos de izquierda, en las tertulias de la intelectualidad crítica, etcétera. A todo lugar y a toda hora, aún hoy pueden escucharse reversiones del dictum reichano actualizadas a los tiempos que corren: “las masas no están siendo engañadas, ni fueron engañadas, desean las formas de vida que promete y promueven las extremas derechas”.
La intensificación pospandémica del deterioro de las condiciones materiales de existencia de la clase trabajadora no conllevo un corrimiento ideológico y/o psicopolítico de las masas hacia la izquierda. Más bien, todo lo contrario. El proceso histórico quiso que, otra vez, el pueblo faltara a la cita de la revolución por adherirse a las opciones existenciales y políticas de las extremas derechas. Una vez más… las masas no actuaron según los diagnósticos que reducen su posicionamiento ideológico a una pura racionalidad utilitaria centrada en un interés clase homogéneo y predeterminado. Salta a la vista que incluso en los países de la región en que han triunfado a través del voto popular opciones políticas auto-percibidas de izquierda, los deseos de nuestros pueblos y las correlaciones objetivas de fuerza cada vez otorguen menos márgenes de maniobra para promover formas de vida abiertamente contrahegemónicas.
Pese a los descubrimientos de la primera generación freudomarxista (conquistas teórico-prácticas del movimiento revolucionario), las fuerzas de izquierda permanecemos impedidas de poner en consideración y desarrollar líneas de acción que se dispongan a intervenir en las dimensiones inconscientes de los procesos de subjetivación. Seguimos creyendo que la efectividad del enemigo estriba únicamente en sus engaños y demagogias , en vez de darnos de frente con los verdaderos desafíos psicopolíticos que debe afrontar cualquier proyecto político revolucionario con pretensiones de transformación radical. No hemos puesto en acción las conquistas teórico-prácticas que nos legaran lxs camaradxs de la denominada generación freudomarxista. A saber: los motivos que apuntalan la adhesión a cualquier forma de vida, proyecto societal y/o político; de igual modo que las opciones existenciales que se asumen como propias, se elaboran y debaten en parte a través de dimensiones de la subjetivación realmente inconscientes; es decir, en última instancia, imposibles de (re)conocerse completamente.
7. Desengaños que engañan.
No se trata de no saber qué hacer ante el supuesto hecho de que las masas deseen a las extremas derechas. Después de todo, esa ausencia de saber posiblemente nos abismaría a la invención de nuevas respuestas. El desafío es cómo sortear los automatismos e inercias, la puesta en marcha del concierto de respuestas psicopolíticas aprehendidas, a todas luces ineficaces para la actual coyuntura, pero a las que al parecer seguimos aferrándonos. Ni la demagogia, ni los engaños siempre enunciados desde un pretendido lugar excepcional de desengaño, ni las “fallas en la comunicación” de nuestras fuerzas, ni los retruécanos discursivos, ni el llenado de los significantes vacíos, ni la poca o mucha conciencia de clase, explican y posibilitan derivar una acción psicopolítica revolucionaria eficaz. Una acción que sea capaz de intervenir en las dimensiones inconscientes a través de las cuales también se debate y elabora la adhesión a determinadas formas de vida.
Necesitamos recuperar nuestra capacidad de agencia e innovación para desarrollar vías regias de acceso militante capaces intervenir en el teatro de operaciones inconscientes de la lucha de clases.
8. Pesimismo sensible. Optimismo supervivencial.
En la actual coyuntura psicopolítica, cualquier intento de intervenir de manera eficaz en las dimensiones anímicas y afectivas de la lucha social y política, conlleva el desarrollo de líneas de acción en al menos dos frentes. En el frente interno: orientando nuestra intervención a las propias filas de lxs inconscientes que aún deseamos rebelarnos, buscando abonar a la recomposición psicopolítica de nuestras propias fuerzas. Y esto, a sabiendas que no hay posibilidad de construir de un sujeto político colectivo que disponga de fuerzas capaces de repeler la ofensiva del enemigo y desatar nuestra contraofensiva, si no disponemos de la reversa anímica y afectiva para llevar a cabo esa tarea. En el frente externo: buscando generar una inteligencia práctica (un saber hacer) capaz de interferir en la reproducción ampliada de la adhesión de las formas de vida que promueve y prometen las extremas derechas. Para esto, siendo necesario antes que nada interferir la repetición automática y a-crítica de los saberes psicopolíticos consagrados por la tradición de las luchas emancipatorias.
Entiéndase, no se trata para nosotrxs de desechar todo el repertorio de instrumentos de crítica, organización y lucha desarrollados por la tradición de las izquierdas revolucionarias de Latinoamérica, sino de diversificar sus posibles. Necesitamos de una vez y para siempre superar el uso exclusivo de esquemas consciencialistas, voluntaristas y/o psicotécnicos al momento de intervenir en las dimensiones psicopolíticas (anímicas y afectivas) de la actual coyunutura. Necesitamos de una vez y para siempre concertar respuestas dispuestas desde una racionalidad político-militante emancipatorias. Hacernos cargo políticamente del asunto.