No hay seguros para la energía nuclear

Por Dietrich Fischer

, por Tierramérica

Si las compañías de seguros se niegan a arriesgar su dinero asegurando la industria nuclear, ¿por qué habría que obligar a la agente a arriesgar su vida?, se pregunta en esta columna Dietrich Fischer, director académico de la World Peace Academy.

Algunos defensores de la energía nuclear sostienen desde hace tiempo que un accidente grave en una central atómica es tan probable como que un meteorito choque con el planeta.

En 1975, la industria nuclear pidió al físico estadounidense Norman Rasmussen que hiciera un informe para tranquilizar al público; según el estudio, la probabilidad de que se produjera una fusión completa del núcleo de un reactor era de una en 20.000 por reactor y por año.

La realidad mostró que esa es una flagrante subestimación. Los tres accidentes nucleares más conocidos y graves fueron en 1979 en Three Mile Island, Estados Unidos, en 1986 en Chernobyl, Ucrania, y ahora en Fukushima, Japón.

Pero han ocurrido muchos más accidentes y fusiones parciales de núcleos de reactores que liberaron radiactividad.

Un estudio encargado por Greenpeace concluyó que el accidente de Chernobyl pudo haber ocasionado 200.000 muertes sólo en Belarús, Rusia y Ucrania entre 1990 y 2004. Los reactores de Fukushima I tienen unas 30 veces más material radiactivo que el de Chernobyl y además Japón tiene una densidad de población mucho mayor que Ucrania.

Aun si no hubiera accidentes, no hay hasta ahora solución para almacenar con seguridad los desechos radiactivos.

Uno de los subproductos, el plutonio 239, tiene una vida media de 24.100 años. Eso significa que pasados 24.100 años la intensidad de la radiactividad que emite disminuye solo en 50 por ciento. Tomará 241.100 años hasta que la radiación haya disminuido por un factor de 1.000, considerado un nivel seguro.

¿Cómo podemos garantizar que nuestros descendientes no se verán expuestos a los peligros de esos desechos durante 10.000 generaciones?

El principio precautorio prescribe evitar el peor resultado posible de cualquier decisión. Ello implica que deberíamos desmantelar todas las centrales nucleares.

¿Existen alternativas a esta fuente de energía? Por cierto que hay medios seguros de producir electricidad con el viento, el sol, las olas y la fuerza del mar, que no contribuyen al efecto invernadero, como sí ocurre al quemar combustibles de origen fósil.

El proyecto Desertec tiene por objetivo generar electricidad en los desiertos mediante reactores solares y eólicos, para transmitirla a los centros de consumo.

La primera zona donde se aplicará es Medio Oriente, África del Norte (MENA, por sus siglas en inglés) y Europa. Paneles solares y parques eólicos diseminados por 17.000 kilómetros cuadrados (0,2 por ciento del desierto de Sahara) podrían abastecer una parte considerable de la demanda eléctrica del MENA y 15 por ciento de la europea.

¿Por qué se utiliza energía nuclear pese a todos los peligros que encierra? Porque es muy lucrativa para unos pocos a expensas de la seguridad del resto de la gente.

El servicio eléctrico que suministra una central atómica se puede cortar si los usuarios no pagan sus facturas, pero la energía del sol recogida en los techos de las casas no se suspende y da más independencia a la gente. El lobby nuclear no quiere que esto ocurra.

La democracia requiere que los afectados puedan tomar decisiones y que los votantes sean completa y verdaderamente informados. Al público se le ha mentido sobre la seguridad de la energía nuclear y en muchos casos no se la ha permitido participar en la toma de decisiones. Esto debe cambiar.

Todas las compañías de seguros han rehusado hasta ahora cubrir contra accidentes nucleares porque no quieren invertir con base en algunos cálculos de ciertos científicos que aseguran que el riesgo es bajo, e insisten en fundar sus cálculos de riesgo en la experiencia real.

Como las aseguradoras se niegan a cubrir los accidentes nucleares, una ley estadounidense, la Price-Anderson de 1957, asignó esa cobertura al gobierno federal.

Otros países tienen normas similares. Esto constituye un enorme subsidio de los contribuyentes a la industria nuclear. Si el sector se viera obligado por ley a proporcionar cobertura contra accidentes y a costear la eliminación segura de sus desechos no tendríamos más reactores eléctricos nucleares.

Es verdad que la energía solar es hoy más cara que la nuclear. Pero eso se debe en parte al subsidio indirecto que se otorga a la electricidad nuclear y a la escasa investigación en fuentes alternativas.

Si una fracción de los fondos de investigación en energía nuclear se hubiera dedicado a fuentes seguras, como el viento y el sol, probablemente ya tendríamos alternativas más baratas.

Si las compañías de seguros, expertas en estimar los peligros de accidentes, no desean arriesgar su dinero, ¿por qué habría que obligar a la agente a arriesgar su vida?

Dietrich Fischer es director académico de la World Peace Academy, director de Transcend University Press, y autor de "Nonmilitary Aspects of Security" (Aspectos no militares de la seguridad) y "Preventing War in the Nuclear Age”.

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