Musharraf ha sido sordo a los gritos de dolor de su pueblo

Por Tariq Alí, The Independent

, por Rebelión

El general Pervez Musharraf actuó rápida y despiadadamente cuando tomó el poder y se convirtió en el cuarto dictador militar de Pakistán en octubre de 1999: se proclamó a sí mismo presidente del ejecutivo del país. Cuando perdió la confianza de dos de sus miembros clave -los Estados Unidos de América y el ejército pakistaní-, accionistas mayoritarios de Pakistán S.L., se dio cuenta de que había llegado su hora. Después de un discurso vagaroso e incoherente a la nación, repleto de las más pueriles autojustificaciones, dimitió. Debería de haberlo hecho cuando expiró su mandato, pero ávido de poder, su mente permaneció impenetrable a los gritos de tormento que venían de abajo.

Quién sabe si hubiera conservado estos nueve años el poder de no haber sido por el 11-S y la “guerra contra el terrorismo”. Un dictador anterior a Musharraf, el general Zia-ul-Haq (1977-88), se convirtió de modo similar en parte del engranaje de la máquina de guerra imperial durante la ocupación soviética de Afganistán. Musharraf y sus generales tuvieron que resolver la única victoria que el ejercito de Pakistán ha logrado: la conquista de Kabul a través de los talibanes. En un giro casi completo de su política, las bases militares pakistaníes fueron puestas a disposición de los EE.UU. para la ocupación de Afganistán.Leer más