La reunión de los Movimientos sociales del ALBA, en la escuela Florestan Fernandes del Movimiento de los Sin Tierras en Brasil, ofrece la oportunidad de reflexionar sobre el sentido del ALBA en el contexto actual de la reestructuración del capital mundial, sobre los nuevos regímenes de América Latina y de iniciar también una discusión sobre el pensamiento, el papel y las líneas de acción de los movimientos sociales. Por eso, abordaremos primero lo que significa el ALBA en el contexto actual. En segundo lugar, se tratará de las relaciones entre los movimientos sociales en el campo político, y finalmente de lo que los movimientos pueden aportar al ALBA.
El ALBA y su contexto
No vamos a hacer aquí la descripción de las tareas ni de las estructuras del ALBA, lo que se puede encontrar en muchos otros documentos. Recordamos solamente que se trata de un proyecto de integración latinoamericana que va mucho más allá que una perspectiva económica y que tiene también dimensiones sociales y culturales. La lectura que hace el ALBA de la realidad latinoamericana es de una totalidad con muchas facetas y su proyecto se define como superación del capitalismo.
Características del ALBA importantes para los movimientos sociales
Tres rasgos deben ser recordados en este tema. El primero es que el ALBA es un órgano político destinado, por ende, a obtener resultados concretos en un plazo relativamente corto. Eso va a plantear la cuestión de las relaciones entre movimientos sociales y campo político, con las posibles tensiones entre los dos, tema que tocaremos más adelante.
El segundo es la aparición de una nueva filosofía poscapitalista. Ese es el carácter innovador del ALBA, que no encontramos en otras iniciativas. De hecho, organizar la economía sobre la base de la complementariedad y de la solidaridad es todo lo contrario de hacerlo en función de la competitividad, y este principio implica también las otras dimensiones de la integración, sociales y culturales. Es la diferencia, por ejemplo, con el MERCOSUR, que todavía se organiza dentro de una lógica capitalista, tal vez de tipo neokeynesiano y con gobiernos socialdemócratas, pero como un “mercado común”.
En verdad, la integración de MERCOSUR permite incluir varios asuntos, como la migración, el género, los derechos humanos, la educación, etc., pero dentro de una lógica que no cambia los principios de la economía dominante. No hay duda que el MERCOSUR es un paso adelante frente a un mundo unipolar bajo la dominación económica del Norte (la tríada: Estados Unidos, Europa, Japón) pero sin cambio de orientación fundamental.
Las otras instituciones de integración, como UNASUR y últimamente la CELAC, son de orden más político. Son importantes porque contradicen la OEA, con sede en Washington (el Ministerio de Colonias de los Estados Unidos). También estas instituciones nuevas se preocupan de aspectos económicos y sociales. Pero suponen el acuerdo del conjunto de los miembros, que abarca todos los países de América del Sur (UNASUR) o del subcontinente (CELAC) sean neoliberales o socialistas. Aún si pueden realizar propuestas positivas, en las circunstancias actuales, nunca podrían ponerse de acuerdo sobre un proyecto poscapitalista.
Si vamos más allá que el continente latinoamericano, encontramos los BRICS (Brasil, India, China, África del Sur) o “los países emergentes” que también inician una cooperación entre ellos. De hecho se trata de una alianza entre las burguesías de estos países, para un desarrollo que sigue las reglas del mercado capitalista, con todas sus consecuencias sobre el entorno natural y el incremento de las brechas sociales. Entran en competencia con el Norte, constituyendo un nuevo polo, pero dentro de la línea capitalista. Podemos decir que el ALBA quiere andar exactamente en una dirección opuesta.
Ciertamente, cuando vemos la lista de los países miembros del ALBA, podríamos decir que pocos, si no ninguno, siguen internamente una línea realmente poscapitalista. En varios ámbitos son posneoliberales pero no realmente poscapitalistas. Las razones pueden ser diversas y no vamos a discutir de eso en detalle en este texto. Puede ser la concepción del desarrollo de sus líderes, todavía formados en un modelo desarrollista. Tal vez es la fuerza del sistema globalizado que no permite a un solo país independizarse de la lógica dominante. Tal vez los pueblos (que votan) no están dispuestos para aceptar una fórmula socialista. Podemos pensar también que sea una combinación de motivos la que esté detrás de esta situación.
Sin embargo, existe también una realidad sociológica que interviene en el caso del ALBA: es el hecho de que un ente, superior a sus partes, tiene la posibilidad de desarrollar ideas y políticas más avanzadas que sus componentes. Así, el ALBA puede ser más progresista que cada uno de los países miembros. Tal vez eso se explica porque la institución no está sometida, en la misma medida, a las presiones de los intereses nacionales o de las clases dominantes locales, o porque algunos líderes políticos han sido capaces de desarrollar ideas más avanzadas. Cualquiera sea la razón, es lo que podemos notar. Sin embargo, como se trata de una coalición de naciones, la orientación puede cambiar bajo la influencia de cambios políticos. Por eso, vamos a subrayar en la última parte de este trabajo, el papel de los movimientos sociales.
Finalmente el ALBA tiene una concepción pluridimensional del poder. Está el Consejo de Jefes de Estado para definir las grandes líneas políticas; el Consejo de Ministros según los asuntos particulares (agricultura, industria, cultura, etc.) y el Consejo de los Movimientos sociales. Este último debe todavía concretarse. Es la primera vez que se formula una semejante participación, significando una nueva relación entre el campo político y los movimientos sociales como sujeto colectivo. Sin embargo, esta redefinición del ejercicio del poder puede tener varias interpretaciones: desde la participación en una nueva dinámica orientada hacia la búsqueda común de un nuevo paradigma (orientación fundamental), hasta la simple instrumentalización de los movimientos para fines definidos por las instancias políticas. Es lo que discutiremos adelante.
El contexto económico y social
De manera muy breve queremos recordar lo que ya se ha dicho en otras ocasiones, por varios autores [1]. El contexto mundial es la expresión de la reestructuración del capital, a través de las ciencias de vanguardia y la lucha de este último para reproducir su hegemonía, como siempre con una mezcla de ideología y de fuerza. En la crisis múltiple y universal que sufre el capitalismo (crisis de sistema y no coyuntural) sus reacciones serán cada vez más violentas [2]. Eso exige, de parte de los movimientos sociales, el desarrollo de una actitud ofensiva, con un pensamiento original y nuevas propuestas. No pueden solamente adoptar estrategias defensivas, y la participación del ALBA es una oportunidad de definir objetivos innovadores.
Al mismo tiempo, al nivel mundial, se inicia una nueva polarización, donde el Norte pierde su hegemonía y el Sur gana espacios [3]. La vía que será seguida en estos últimos va a depender también de la acción de los movimientos sociales.
En tercer lugar, en el Sur y en América Latina en particular, fuera de los países que siguen una línea neoliberal y de los regímenes de orientación socialdemócrata, que aceptan el capitalismo como modelo de crecimiento económico, los dos polos de acción que se desarrollan actualmente son el neodesarrollismo y el ecosocialismo. Por supuesto, ningún régimen político nuevo de los últimos 15 años en el continente, acabó con el capitalismo.
Es una evidencia. En ambos casos, la cuestión central es saber cómo se define una transición posneoliberal, es decir, de tipo neodesarrollista, con una acentuación a corto plazo de la reprimarización de la economía para apoyar políticas sociales (en gran parte asistenciales), un reforzamiento del Estado y la recuperación de servicios públicos; o de tipo ecosocialista, como búsqueda de un nuevo paradigma de desarrollo respetuoso con los derechos de la naturaleza, redistribuyendo la riqueza estructuralmente y atento tanto a un proceso democrático generalizado, como a la interculturalidad.
Se nota una resistencia creciente a las soluciones neodesarrollistas, porque ellas tienen un carácter bastante tecnócrata, no suficientemente atento a la naturaleza, a los pueblos indígenas, y basadas sobre una concepción fuertemente elitista de la sociedad y favoreciendo el nacimiento de nuevos polos capitalistas internos. No son, como algunos dicen, neoliberales, pero sí constituyen una manera de adaptar el capitalismo a nuevas circunstancias, teniendo en cuenta una demanda social y ecológica fuerte y con resultados que no se pueden despreciar (disminución de la pobreza y mejor acceso a los servicios públicos de salud y de educación).
Las nuevas formas de luchas de clases
Desde el punto de vista metodológico, en una reflexión sobre la tarea de los movimientos sociales, no se puede abandonar el análisis en términos de clases. Sin duda, la situación actual cambia los medios de explotación y de desapropiación utilizados por el capital (la financiarización de la economía, por ejemplo). Ciertamente se debe tomar en cuenta realidades e intereses específicos (pueblos indígenas, mujeres, estudiantes, afro descendientes, etc.) pero cada uno de estos grupos está también atravesado por pertenencias de clase, que orientan la diversidad de las posiciones sociales, políticas e ideológicas de sus miembros. Existe una burguesía femenina, estudiantil, nacional e incipientemente indígena, con instituciones correspondientes. Eso nos hace recordar que la sociedad civil no es una realidad homogénea, hay la sociedad civil de arriba y la de abajo.
Es bien conocido que la burguesía capitalista instrumentaliza todo para reproducir su hegemonía: la ecología, la cultura, los medios de comunicación de masa, la democracia, el consumo, la cultura, la religión. Hoy en día, en Colombia, hasta el proceso de paz sirve para reconstruir un consenso alrededor de su proyecto de sociedad. Sin negar la importancia de cada uno de estos campos, no podemos ignorar las estrategias que las clases dominantes utilizan. La tarea de los movimientos sociales antisistémicos es de llevar luchas antihegemónicas [4] y de construir la integración desde abajo.
La extensión de lo que las instituciones internacionales llaman la “clase media”, utilizando un criterio de consumo, más que de producción, es también importante. Según cálculos de la CIA en su informe al presidente de los Estados Unidos, ella representará a escala mundial en 2030, 3 mil millones de personas. Precisamente, porque tiene un cierto acceso al consumo, esta clase, que aumentó mucho en los últimos años en el continente latinoamericano, se acerca más a la ideología de la burguesía que a las clases subalternas. Sin embargo, son muy vulnerables (se ve en Europa) y tienen intereses objetivos opuestos a los de la burguesía. Ganar esta clase a un proyecto de emancipación es también un desafío para los movimientos sociales, sin excluir tampoco elementos progresistas de la burguesía misma.