El Chaco Americano: Actores de la construcción de un territorio compartido

Las mujeres chaqueñas construyen territorios

, por Fundación Plurales , KREMER Liliana

Julio 2015

Identidades y territorio

Las identidades y el territorio se moldean, modifican y afirman mutuamente. Cada grupo humano está marcado por las características de su territorio y deja sus huellas en él a partir de sus trayectorias y el uso de los recursos; remiten a contextos y condiciones de vida inscribiendo la trama social en una continuidad espacio-temporal
El territorio es un espacio apropiado, trazado, recorrido y controlado por sujetos individuales y colectivos. Estas identidades territoriales son construcciones históricas, procesos abiertos y contingentes; que no son, sino que están siendo.

Los modelos culturales conservar lo específico de un lugar: la mayoría de las prácticas que intervienen modificando su naturaleza -como las fron­teras, representaciones, aprendizajes y relaciones- son particulares a ese lugar.

Es desde lo singular de un lugar: que la gente encuentra su lugar y le otorga significado.

Explorar lo distintivo y propio del Chaco permite distinguir la emergencia de manifestaciones identitarias singulares: explosión demográfica, migraciones trans- fronterizas, sistemas y vínculos políticos en juego, conflictos, dinámicas económicas y estrategias de desarrollo, diversidad étnica, culturales, creencias. El Chaco se caracteriza por su diversidad, afrontando el desafío de generar igualdad a partir del reconocimiento de unos y otros.

Mujer chaqueña participando de una capacitación y de un taller de intercambio de saberes.

Identidades múltiples con perspectiva de género

Las denominadas identidades campesinas, étnicas, mestizas, de las elites, burguesas estan atravesadas por las identidades y perspectivas de género. Pensar estas relaciones con una perspectiva de género aporta a la elaboración colectiva de herramientas y caminos que propicien la construcción de relaciones sociales distintas a las actuales, una sociedad más justa, igualitaria, donde se respeten las diferencias y se supriman las relaciones de poder que desde hace siglos dominan con la fuerte presencia de la cultura patriarcal. Nuestra experiencia parte del trabajo con diversos movimientos sociales de mujeres, áreas de mujeres de diversos movimientos sociales y colectivos feministas. Analizar la realidad desde el género no implica considerar a todas las mujeres como iguales. Aunque puedan compartir experiencias, fuerzas y obstáculos, formas de subordinación y de vulnerabilidad no pueden ser analizadas globalmente ni tampoco desde una sola dimensión. A la par, trabajar con mujeres implica tener en cuenta aspectos relacionados con la desigualdad de género; aplicando herramientas analíticas que permitan evidenciar los procesos que producen y reproducen. Esta perspectiva tiene un potencial analítico pero sobre todo un potencial político en tanto que reivindica compromisos para construir relaciones de género equitativas y justas.

En este marco, uno de los retos políticos consiste en cuestionar la supuesta identidad fija, singular de la mujer, como una categoría unívoca, visibilizando la existencia de mujeres como sujetos políticos con una multiplicidad de relaciones en constante transformación y lucha, así como potencialmente contradictorias, pero que por ello no están imposibilitadas de tender puentes, si se problematiza la diferencia sexual, en lugar de asumirla de la misma manera para todas las mujeres y culturas.

"Necesitamos menos pobres mujeres para ser mujeres menos pobres" (M N, Yacuiba)

La vinculación entre etnia, clase y género es central en la construcción de las identidades de las mujeres en la región. Estos cruces determinan desigualdades y diferencias no sólo en relación con los hombres, sino entre las mismas mujeres con consecuencias prácticas de discriminación. Entender las identidades en el Chaco y en América Latina implica aproximarse a prácticas de no reconocimiento y deslegitimación lo que genera dificultades para poder asumirlas. Reconocerlas es un desafío ante la compleja interacción de diversas expresiones culturales -indígenas, criollas, europeas, con sus religiones, creencias y valores distintos-, pero atravesado por lo político: las clases, géneros y etnias Problematizarlas, implica comprender la complejidad de la diversidad étnica y cultural.

Durante los últimos años se instalo, particularmente en el espacio público de Bolivia, la problemática de género junto con la indígena, lo que encubre condiciones de subordinación diferenciadas y abordajes. Sin embargo, son las mujeres indígenas rurales y peri urbanas las más afectadas, tanto por razones de género como de etnicidad y clase. Esta convergencia marca el sentido de desigualdad y consolidación estructural de la pobreza que puede explicarse examinando políticas públicas (económicas, políticas, sociales) desde hace varias décadas con programas de ajuste y reducción de las prestaciones obligatorias del Estado.

Una mirada hacia esos procesos, tomando en cuenta las categorías género, etnicidad, clase y raza, permite comprender situaciones y conflictos que redundan en las condiciones de vida de muchas mujeres al consolidar graves márgenes de diferenciación y desigualdad social. El rol proveedor del hombre y sistemas de protección social masculinizados están impresos en la cultura pública si bien las normas legislativas avanzan en otro sentido. En gran medida, su poca participación en temas ciudadanos se produce por los cambios identitarios del proveedor, marcando núcleos de diferenciación y desigualdad social entre mujeres y hombres en aspectos tales como el acceso y/o permanencia en el empleo formal; con derecho a trabajo retribuido; los niveles de escolaridad alcanzados, el derecho a la participación política, social y económica si logran tener educación y tiempo para acceder en condiciones equitativas; los niveles de violencia doméstica y el ejercicio (o no) de derechos políticos, civiles y sociales, todos indicadores del ejercicio (o no) de la libertad individual y colectiva de las mujeres como ciudadanas.

Los derechos humanos de las mujeres y la discriminación

En el marco de una mesa de diálogo en Yacuiba, Bolivia (2014) una mujer dijo: “Luchamos para que nuestros derechos como mujeres, sean una realidad, sean efectivos, que no sean solo palabras. Pero para eso debemos formarnos, conocerlos y ejercerlos”. Las mujeres reconocen que lo que hacen es lo más visible hasta para ellas mismas: producen, se organizan, realizan labores domésticas, cuidado de otros, participan en talleres y otros trabajos por lo que les pagan. Pero que sus formas de pensar, prejuicios, dilemas, posturas, no son tan evidentes. Sus visiones sobre la vida, la espiritualidad, la política, el Estado, los hombres y hasta la naturaleza, no siempre encuentran espacios para ser compartidos. Los contextos relacionados con las condiciones sociales, económicas y políticas del lugar y con las circunstancias en la casa, con su pareja y los hijos son los que limitan o condicionan lo que hacen y piensan.

Los derechos humanos son propios de toda persona por el solo hecho de serlo. Sin embargo, la especificidad de las violaciones a los derechos humanos que han sufrido y enfrentado las mujeres -en razón de su género y de los estereotipos que la sociedad históricamente les ha atribuido-, señala la necesidad de conferir un carácter específico a su reconocimiento, promoción y protección.

La discriminación es todo tipo de desigualdad que impida a las mujeres, por ser mujeres, desarrollarse plenamente dentro de la sociedad. Hay discriminación cuando no pueden poner en práctica los derechos en distintos campos: político, económico, social, cultural, civil y cualquier otro. Para muchas mujeres sobre todo campesinas e indígenas urbanas y rurales del Chaco la discriminación tiene diferentes significados que encuentran su sentido en sus propias vivencias y contextos. Para ellas discriminar es desvalorizar, maltratar, marginar, privar, someter, despreciar, desfavorecer, excluir, humillar, rebajar. Sin embargo, al mismo tiempo que hablan mucho de discriminación no se sienten que ellas lo sean. Se refieren a que quienes son discriminados y desvalorizados son otras: la indígena, campesina, quien es pobre, quien no habla bien el español, etc.

Eliminar la discriminación y exclusión es un proceso lento, largo y doloroso; implica la ruptura estructural de patrones organizadores de la sociedad, imbricado con formas patriarcales de organización social. eliminar formas de discriminación y exclusión -en el orden del género, étnico y otros ámbitos- exige transformaciones institucionales que las soporten, dando continuidad y legitimidad para construir una sociedad libre de discriminación y exclusión (Kremer, 2014).

La violencia

"Toda mujer tiene derecho a una vida libre de violencia, tanto en el ámbito público como en el privado." (Convención de Belem do Pará, 1994)

La violencia contra las mujeres es una problemática social, política y un delito de gravedad pública. Constituye una grave violación de los derechos humanos de las mujeres, de los que son parte: (i) el derecho a que se respete su vida, su integridad física, psíquica y moral y su dignidad y (ii) el derecho a la libertad y a la seguridad personales; a no ser sometida a torturas; y a la igualdad de protección ante la ley.

La violencia que a diario viven mujeres y niñas en muchos lugares del Chaco es un problema estructural social, político, económico y de salud pública que afecta a las bolivianas de todas las edades, condiciones económicas y culturas. Es expresión de una sociedad que mantiene mecanismos privados y públicos de control que amparan relaciones de desigualdad y discriminación, dañando, generando sufrimiento, miedo y por ende, castigando. Construcción social que es asumida como natural y que por lo tanto es posible de ser modifica, generando alianzas, articulaciones, ejerciendo derechos, exigiendo y denunciando.

Las situaciones de violencia se, abordan sin distinguir que se ejerce sobre mujeres de diferentes edades, sectores sociales y grupos étnicos. Hay más situaciones de violencia en ámbitos urbanos que rurales y más intensamente en sectores mestizos que en grupos indígenas. Convergen factores estructurales tales como relaciones de proximidad y de continuidad entre el campo y la ciudad, flujos migratorios crecientes, condiciones económicas de la mujer y su entorno, desocupación, pobreza, alcoholismo, patrones culturales basados en la sumisión y el autoritarismo masculino.

La violencia no se limita al ámbito doméstico sino que asume también otras modalidades en lo público, en ámbitos políticos y sociales: la prostitución, la trata, el feminicidio, la falta de acceso a la salud, la mortalidad materna asociada a la pobreza materna, la penalización del aborto, el poco o nulo abordaje sobre los derechos sexuales, el derecho al trabajo, la inequidad en el acceso y permanencia en la escuela, en particular, la precariedad de la educación en las zonas rurales.

La participación política

El derecho a la participación política de las mujeres, estuvo alentada por propuestas y acciones en contextos democráticos restringidos y focalizado en el derecho a elegir y ser elegidos. Actualmente, organizaciones y movimientos de mujeres promueven la inserción de las mujeres en los espacios públicos de toma de decisiones y de ejercicio de poder, en el marco de los procesos institucionales democráticos en curso. Se distinguen tendencias respecto a la participación de las mujeres en el espacio político: (i) La redefinición de lo público y privado. (ii) La ampliación democrática, con demanda de las mujeres, para avanzar en su participación en los espacios públicos y de la vida política, se tradujo en una presencia cuantitativa en listas de candidatos y de personas electas a cargos públicos, ya sea en los órganos ejecutivo, legislativo y judicial, en sistemas de gobierno departamental y municipal. (iii) La redistribución del poder. (iv) Atender los antecedentes sobre participación política de hombres y mujeres en los sistemas políticos, en los que se evidencia que el acceso a información, la gestión del conocimiento, códigos y prácticas de participación han sido más accesibles para los hombres que para las mujeres.

Una articulación política orientada a develar, denunciar y desmontar las desigualdades de raigambre patriarcal y colonial, no se resuelve enunciando la pluralidad de voces y actoras del mismo o la existencia de una agenda política de género, sino abriendo debates sobre la capacidad de acción conjunta, sobre las/os actores y las agendas, los modos de participación y las relaciones de poder internas y externas a los movimiento sociales. En este sentido, el Colectivo Samka Sawuri (Bolivia) dice que “…si se aspira a una sociedad justa e igualitaria, a un proceso de democratización profunda del Estado y de la sociedad, esto presupone condiciones materiales y simbólicas de igualdad, espacios de participación y decisión respecto a la organización social, lo que es una democracia entre géneros…”