¡Feminismos! Eslabones fuertes del cambio social

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Las luchas feministas: una batalla permanente

, por PALMIERI Joëlle, VARIN Viviana

Al ilustrar algunas de las múltiples facetas de las luchas de los movimientos feministas, sus reflexiones, estrategias, reivindicaciones y formas de expresión, este número de la colección Passerelle intenta sacar a la luz el rol especial del conjunto de estos movimientos para la construcción de sociedades justas, igualitarias, antimilitaristas, democráticas y sostenibles. Hemos explorado las brechas que los alejan o, al contrario, los puentes que los acercan de otros movimientos sociales.

Afiche del colectivo Espacio Abierto, a través del colectivo La Rage : http://www.larage.org

Para esto, hemos elegido el patriarcado, literalmente "la autoridad del padre" - sistema estructural de relaciones de dominación de sexo y, por lo tanto, de numerosas desigualdades -, como enfoque de análisis de estos distintos movimientos feministas. Enfocarse en el concepto de género, más que de sexo, nos ha permitido, como lo explica Jules Falquet, resaltar los vínculos entre las relaciones sociales de sexo, de clase y de raza, y así, entender las dinámicas retrógradas producidas por la mundialización neoliberal. Su violencia intrínseca, orientada por lógicas financieras y militares, precariza la mayoría de las mujeres y los grupos sociales al margen, y al mismo tiempo, refuerza y banaliza el actual estado de seguridad y de guerra de nuestras sociedades contemporáneas, a la escala del planeta.

En este contexto, introducir el género en la reflexión permite analizar el tema central de la transformación de la actividad económica a través del prisma del reconocimiento y la valorización del trabajo de las obreras y campesinas, así como del trabajo no remunerado del care, principalmente realizado por las mujeres. Organizaciones como WoMin o la Global Women’s Strike consideran este enfoque como el punto de partida para la construcción de sociedades no basadas en una lógica de guerra ni de sobreexplotación de los recursos naturales, sino basada en la justicia social y la repartición equitativa de las riquezas.

Por otra parte, el análisis de género completado por el análisis intersectorial, como el del colectivo Mwasi o de Clélia Bénard y Clotilde Alfsen, destaca las relaciones de dominación de raza, clase, y género (sexo e identidad sexual) producidas por el sistema capitalista. Es a esta triple dominación y al carácter indivisible de sus componentes (raza, clase, género) que deben enfrentarse las mujeres saharauis y palestinas, lidiando con procesos de colonización. Estas militantes llevan sus luchas contra las desigualdades de género así como para el derecho a la autodeterminación de sus pueblos, intentando articular tanto los objetos de opresiones y alienaciones (los dos pilares de la dominación) como las acciones políticas correspondientes.

Las formas de movilización para la transformación social, a la cual contribuyen los movimientos feministas, son muchas: no-violencia para las mujeres indias de Ekta Mahila Manch, lucha armada para las milicianas kurdas quienes lideran un proceso revolucionario y la lucha contra Daesh en el Kurdistán sirio, apropiación de las herramientas de comunicación comunitaria en la Internet para denunciar las estructuras de poder. Estos tipos de acciones varían según los contextos geopolíticos pero comparten los mismos objetivos: la lucha por la igualdad entre los géneros, la liberación de las dependencias y de los estereotipos sexuados, y la abolición de todo tipo de relación de dominación.

En cuanto a la igualdad de género ella misma, a pesar de que haya avanzado en muchos países, sigue lejos de ser totalmente lograda. Los derechos de las mujeres aún son conquistas frágiles y, sea en el campo de la política, del trabajo o de la sexualidad, los obstáculos para verlos aplicados son mayores. Los estereotipos sexuados, el reparto desigual de las tareas domésticas, así como las desigualdades de sueldo contribuyen a mantener la dependencia económica de las mujeres. En cuanto a los derechos civiles y políticos, la participación de las mujeres también es limitada, como en Senegal donde, como lo explica Fatou Sarr, a pesar de la ley de paridad, los grupos hostiles a una verdadera participación de las mujeres a la vida política aún son numerosos. En Túnez, el único país en mantener el rumbo de su transición democrática desde las Revoluciones Árabes, el compromiso de las mujeres es frenado por muchos obstáculos, entre ellos, la pobreza y la marginalización, mientras que han participado activamente en esta transición política de mayor importancia.

Paralelamente, la emancipación de las mujeres es fuertemente detenida por la institucionalización de las violencias de género. En la India, en el Perú o en otras partes del mundo, las mujeres siguen sufriendo a diario de los ataques contra sus libertades, la libre expresión de su sexualidad y el derecho a disponer de su propio cuerpo: prácticas como la dote, infanticidios, prohibición del acceso a la IVE, acoso, lesbofobia, violencias domésticas, violaciones o peor, feminicidios. Sin embargo, como lo demuestra el movimiento #NiUnaMenos en América latina o la iniciativa del Harassmap en Egipto, cuanto más se generaliza y se acelera la violencia sistémica, más se organizan las mujeres para cambiar tanto las legislaciones como las mentalidades, ampliamente estructuradas por el patriarcado.

Además, también observamos la promoción de políticas conservadoras que tienen como objetivo debilitar los avances feministas. Las amenazas van creciendo y desinhibiciéndose públicamente. Como lo analiza Joëlle Palmieri, en Turquía o en África del Sur, los dirigentes adoptan voluntariamente una retórica masculinista, abiertamente misógina y antifeminista, con el objetivo de reforzar su poder. En Polonia, desde octubre 2015, el gobierno, liberal y conservador, busca restringir el derecho a la IVE y, más aún, los derechos de las mujeres a disponer de sus cuerpos. Suzy Rojtman ella descifra cómo Marine Le Pen, candidata del Front National a la presidencia francesa y presenta en la segunda vuelta con 33,9% de los votos, ha llevado una estrategia de conquista del poder y de seducción del electorado femenino, pretendiendo defender los derechos de las mujeres cuando su partido de extrema derecha no es nada más que un cascarón vació respecto al tema. De hecho, instrumentaliza los derechos de las mujeres, así como el tema recurrente de la lucha contra el islamismo, para esconder su línea racista, xenófoba y sexista. Todos estos ataques retrógrados exigen de los movimientos feministas no sólo vigilancia sino también reactividad y contra-ofensiva.

Aunque Marine Le Pen no haya sido elegida presidenta de la República francesa, acordémonos que su "alter-ego" masculino en Estados Unidos si lo logró, prueba que el conservadurismo está en marcha. Como lo declaró Angela Davis en la Marcha Mundial de Mujeres en Washington, el 8 de marzo 2017, a partir de ahora, cada día será un día de resistencia, tanto para la emancipación de las mujeres como para la construcción de sociedades sostenibles basadas en la democracia, la justicia social y el respeto de la diversidad.

La mundialización y las fuerzas que desencadena, de manera acelerada, van haciendo su trabajo y los logros feministas están en el filo del cuchillo. Sin embargo, los textos de este número lo demuestran: las luchas feministas, aquí y en el mundo entero, son más que nunca activas y pertinentes. Factores de innovación en la lucha social así como en la reflexión transgresiva, las luchas feministas renuevan una vez más el arsenal de herramientas críticas, lo cual hace de los feminismos los eslabones fuertes del cambio social!