La rebelión de l@s indignad@s

Por Josep Maria Antentas y Esther Vivas

, por ALAI

Ya no hay dudas. El viento que ha electrizado el mundo árabe en los últimos meses, el espíritu de las protestas reiteradas en Grecia, de las luchas estudiantiles en Gran Bretaña e Italia, de las movilizaciones anti-Sarkozy en Francia...ha llegado al Estado español.

No son estos, pues, días de business as usual. Las confortables rutinas mercantiles de nuestra “democracia de mercado” y sus rituales electorales y mediáticos se han visto abruptamente alteradas por la irrupción imprevista en la calle y el espacio público de la movilización ciudadana. Esta “rebelión de l@s indignad@s” inquieta a las élites políticas, siempre incómodas cuando la población se toma en serio la democracia...y decide empezar a practicarla por su cuenta.

Hace dos años y medio, cuando la crisis que estalló en septiembre de 2008 se reveló de proporciones históricas, los “amos del mundo” vivieron un breve momento de pánico alarmados por la magnitud de una crisis que no habían previsto, por su falta de instrumentos teóricos para comprenderla y por el temor a una fuerte reacción social. Llegaron entonces las vacías proclamas de “refundación del capitalismo” y los falsos mea culpas que fueron evaporándose poco a poco, una vez apuntalado el sistema financiero y ante la ausencia de un estallido social.

La reacción social ha tardado en llegar. Desde el estallido de la crisis, las resistencias sociales han sido débiles. Ha habido un sesgo muy grande entre el descrédito del actual modelo económico y su traducción en acción colectiva. Varios factores lo explican, en particular, el miedo, la resignación frente la situación actual, el escepticismo respecto a los sindicatos, la ausencia de referentes políticos y sociales, y la penetración entre los asalariados de los valores individualistas y consumistas.

El estallido actual no parte, sin embargo, de cero. Años de trabajo a pequeña escala de las redes y movimientos alternativos, de iniciativas y resistencias de impacto más limitado han mantenido la llama de la contestación en este periodo difícil. El 29S abrió también una primera brecha, aunque la desmovilización posterior de las direcciones de CCOO y UGT y la impresentable firma del pacto social cerró la vía de la movilización sindical y, ahondó aún más si cabe, el descrédito y desprestigio de los sindicatos mayoritarios entre la juventud combativa y quines ahora protagonizan las acampadas.

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