La contrainsurgencia en México y en Chiapas tiene, al menos, tres componentes: uno, las medidas políticas; dos, las militares de todo tipo (convencional y guerra sucia), y tres, el “combate a la pobreza”. Componentes que se conjugan –según la coyuntura o el nivel de conflicto– para contener las insurgencias en los “márgenes”.
El “combate a la pobreza” tuvo como punto de partida el fracaso del ejército yanqui con soluciones exclusivamente militares. Fue hasta la llegada de Kennedy a la Casa Blanca y de McNamara al Pentágono cuando se percataron de que estaban siendo derrotados por un tipo de guerra para la que no estaban preparados: la guerra de guerrillas, en el Tercer Mundo. Con Kennedy y McNamara, nació la contrainsurgencia (Contrainsurgencia y miseria. La política de combate a la pobreza en América Latina, Zibechi, 2010). La derrota del ejército yanqui en Vietnam, en 1973, aceleró la adopción de la línea del “combate a la pobreza”. En los organismos internacionales (Organización de las Naciones Unidas), se gestó el concepto y la aplicación de esas políticas de “desarrollo” en el Tercer Mundo.
Contrainsurgencia estilo mexicano
En México, durante la rebelión de los jóvenes en 1968, el gobierno de Díaz Ordaz aplicó, con brutalidad, la represión militar. En la década de 1970, el gobierno de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976) conjugó con la “apertura democrática”, por ejemplo, legalizando al Partido Comunista Mexicano, las acciones militares y guerra sucia en el combate a las guerrillas rural y urbana; el paramilitarismo con la creación de los Halcones; y el populismo, con programas de “desarrollo social”. Leer más