Fania Noël: Lxs lectorxs francesxs no conocen los trabajos de Hortense Spillers. [4] Debido a la reciente evolución del pensamiento decolonial en francés, es más probable que conozcan a María Lugones, [5] dado que el feminismo decolonial es impulsado por muchas feministas no blancas, especialmente feministas no negras. ¿Por qué citar precisamente a Hortense Spillers en su crítica del feminismo decolonial de María Lugones, y no a Joy James y su concepto de «captive maternals»?
Selamawit Terrefe: Cuando comencé a analizar el feminismo decolonial, y la decolonialidad en general, mi motivación era doble. Al principio estaba interesada en analizar cómo han borrado a lxs africanxs continentales, pero también en lo que considero una corporatización de la profesión. Con esto quiero decir que algunas corrientes de pensamiento que afirman corregir su marginación fundacional son, en realidad, discursos revisionistas (bien presentados) que se acogen a la exactitud histórica, cuando en realidad son erróneos. Por ejemplo, la idea de que la teoría poscolonial [6] que no es originaria de África es válida solo si se presenta como un ámbito o una profesión formalizada y delimitada. En cuanto a la teoría decolonial, lo que pretende hacer en cuanto práctica en lugar de la teoría que propone, es alegado por esas mismas masas que están excluidas del discurso profesionalizado.
En mi opinión, el borrado se produce a varios niveles. Aunque «borrado» no es exactamente la palabra, porque no comporta las mismas connotaciones violentas como el término «amputación», que solo puede aplicarse a pensamientos, conocimientos, prácticas o a la «nada» en el marco del «no es» movilizado por David Marriott en su último libro, Whither Fanon? En relación al borrado de África, se requiere un análisis diferente pero relacionado. La amputación de la indigeneidad africana y de los aportes fundamentales de África a los feminismos poscoloniales y decoloniales refleja la omisión violenta, en la teoría decolonial, de lxs académicxs indígenas latinoamericanxs, con quienes el feminismo decolonial interactuaría si realmente quisiera ofrecer algo práctico.
Es así que nos encontramos ante una especie de colonización del pensamiento y de construcción de paradigmas históricos y teóricos que parasita o instrumentaliza el sufrimiento de lxs negrxs para difuminar y borrar, y por eso –principalmente– es que opté por un análisis hemisférico feminista negro en lugar de un análisis continental africano.
Por último, he observado que el uso y la crítica al feminismo negro en el pensamiento de Lugones eran previsibles en su antinegritud; y también pernicioso, porque movilizan una dimensión erótica particular que encontramos constantemente en estas proyecciones teóricas, históricas y sociales sobre la relación entre las ideas, las prácticas negras y el sufrimiento negro por un lado, y el proyecto político colonial en las Américas y la producción discursiva en el ámbito académico, por el otro.
Se podría decir que este pornotropismo (o el término en sí mismo, que propongo de manera heurística) fue pensado para (intentar) analizar con lupa las corrientes de la antinegritud que eran evidentes pero nunca discutidas.
En su pregunta, usted menciona el concepto de «Captive Maternal» [7] de Joy James. Para mí, no es lo mismo, porque se trata de un concepto relativamente nuevo de James, y que constituye una piedra angular, si no es política, al menos correctiva para los diferentes tipos de pensamiento y de producción feminista negra en las Américas, esto si aceptamos la interpretación que hace James del Combahee Collective (‘Colectivo del río Combahee’), [8] de su proyecto y de su definición de los feminismos negros, basándose en sus anteriores trabajos publicados. Presentar a George Jackson [9] como la «Captive Maternal» en esencia, en lugar de reconocer un sujeto engenerizado reductor a través del enfoque de la política de identidad (que en mi opinión solo tiene una finalidad contrarrevolucionaria) equivale a sofocar la crítica política legítima en el siglo XXI (como mínimo). Pero me alegra el trabajo de James sobre «Captive Maternal» y ver que ahora existe un verdadero debate público sobre cómo el feminismo negro ha sido mercantilizado y corporatizado, como el feminismo decolonial, aunque este último se apoye en fundamentos liberadores más que en fundamentos oportunistas asociados a la explotación. Creo, entonces, que la razón por la que elegí realizar una investigación partiendo de una académica del feminismo negro hemisférico es porque el marco de Lugones pretende ser una forma de teorización universalista cuando está más o menos modelado en la América hemisférica.
FN: Usted subraya el uso del «nosotrxs» por Lugones, pero este «nosotrxs» ignora la distinción ontológica entre mujeres negras, minoría de género negra y no negra. ¿Se puede relacionar con el pánico moral que se ha apoderado de los medios de comunicación de la izquierda marxista radical, como en la revista Jacobin por ejemplo? La cuestión es si el enfocarse en la negritud y la antinegritud impide a las personas negras involucrarse en formas de organización de clase y, por lo tanto, de género. Es decir, vemos que algunas personas le temen al separatismo negro, y temen que si nos hundimos en el separatismo negro, y si el feminismo negro y el radicalismo se hunden en el separatismo, entonces la gente negra descuidará los otros temas, borrando así su movilización muy real sobre estos otros desafíos.
ST: Esto es una cuestión crucial. En primer lugar, diría que es muy generoso considerar que Jacobin, por ejemplo, centrándose en la antinegritud, disuade a las personas de organizarse y de unirse. Las respuestas intelectuales basadas cada vez más en el afecto y las emociones, cuyxs autorxs apenas tienen obligación de citar las fuentes de sus afirmaciones, son una prueba de la tendencia de lxs marxistas blancxs estadounidenses y de las organizaciones comunistas a querer imponer los términos del debate. Si se examina en detalle la historia de la participación de lxs negrxs en estas organizaciones y de su salida de ellas, será muy difícil, al menos en las Américas, encontrar una organización comunista o marxista en Estados Unidos que haya llamado activamente a una organización negra revolucionaria o que la haya acompañado.
FN: En Francia tenemos la famosa carta de Aimé Césaire al Partido Comunista francés. [10]
ST: Exacto. Por ejemplo, el Communist Party of the United States of America (‘Partido Comunista de Estados Unidos’) [11] siempre ha sido una organización muy antirrevolucionaria, al final de cuenta. El movimiento negro revolucionario y radical ha participado de todas las luchas internacionalistas, antimperialistas, y a veces incluso armadas. Sin embargo, que yo sepa, ninguna organización, ningún movimiento no negro defiende el mismo tipo de programa político, dejando espacio para los demás grupos, y en particular los grupos negros... Solamente se concede un lugar a las reivindicaciones políticas que asegurarían los intereses del grupo en cuestión, mientras ocurre lo contrario cuando son lxs negrxs quienes militan y se organizan.
Una vez más, lo que es particularmente violento cuando se tacha a lxs negrxs o a las formaciones políticas negras de reaccionarixs o separatistas en respuesta a sus críticas legítimas de las prácticas organizativas, es, en primer lugar, el revisionismo de los discursos sobre la política radical y revolucionaria negra. En segundo lugar, la crítica se expresa en la teoría y en las prácticas a través de la agresión, una agresividad proyectada sobre las formaciones negras que han entregado los mayores sacrificios corporales, compartiendo estrategias y técnicas para la liberación de todas las comunidades marginadas. Cuando hablo de agresividad, incluyo esa necesidad y ese afán de lanzar tópicos conservadores y reaccionarios contra lxs negrxs (volvemos al separatismo), incluso diría yo el placer y el goce que deriva de ello, como invitaciones subliminales para decirles a las personas negras que lo superen o que se queden calladxs.
Lo mismo ocurre con el «nosotrxs» y el aplanamiento de las posiciones en términos de diferencias ontológicas en el feminismo decolonial. El término «pánico moral» nunca se me había ocurrido, pero me gusta. Expresa lo irracional que es temer a la negritud, considerarla una amenaza para la seguridad o el bienestar de las personas, equivaldría a hacer un análisis desprovisto de toda estructura. La negritud, el pensamiento negro y la política negra como órdenes contra el pasado, el presente y el futuro. Es la ficción de la temporalidad y la espacialidad lo que hace del sufrimiento negro el eje de los mitos, lo que da a la apariencia un aire de metafísica, narrativiza su violencia como una ley positiva, legible a través de todo tipo de inversiones libidinales, agresiones y ansiedades, de modo que la negritud tiene el potencial de derribar lo que hasta ahora ha estado encubierto en estas categorías de articulación.
FN: Siguiendo con el tema de la academia, el feminismo decolonial, tal y como lo conceptualiza Lugones, actúa como puente entre la academia y lxs activistas, llevando la intención o el mandato de unificar (el feminismo). ¿A quién piensa que va dirigido este llamamiento a la unidad?
ST: La negritud nunca es el destinatario, a menos que se trate de un público cautivo para invisibilizarlo. Es el mensaje que se envía constantemente a la negritud en respuesta al menor intento negro de derrocar cualquier cosa. Yo diría que, en realidad, se observa un mandato global para inventar ideas, pero al mismo tiempo borrando la energía y la simbología del feminismo revolucionario negro en el seno de una coalición. Es un mandato académico y militante, o de «académicxs militantes» como se escucha cada vez más en los círculos universitarios. Si el término aparece en una oferta de empleo publicada por una entidad pública o privada que, ayer u hoy, estaba o está financiada por mercados de esclavos, por los ingresos de las plantaciones, por los complejos carcelario-industrial e industrial-militar, por un apartheid o por la explotación de tierras robadas u ocupadas, el puesto de trabajo en cuestión no tendrá nada de radical y tampoco lo serán los trabajos de la persona que enarbolará con orgullo este título. Esto refleja directamente la toma de control, hace varias décadas, de algunas instituciones encargadas de la producción y de la ocultación discursiva por parte de grupos que se han levantado contra la supremacía blanca y las ideologías imperialistas; por ejemplo, los Black Studies o los departamentos de estudios étnicos.
En algún momento, dichos movimientos tomaron el control de estas instituciones, con el fin de enfrentar las ideologías vigentes y desafiar al Estado. Al principio, la proximidad [del movimiento negro] con la juventud blanca provocó cierto pánico, hubo un cuestionamiento del Estado y una forma de radicalidad. Pero yo diría que el papel de lxs académicxs y de lxs militantes, o de lxs académicxs-militantes, ha cambiado mucho en las últimas décadas. Ya no son una amenaza para el statu quo, al contrario. Ya no existe ningún campo de estudio académico que, a través de la cooptación de otros grupos, represente una amenaza o una intimación. En su lugar se ha creado una burguesía o una pequeña burguesía constituida por académicas feministas negras cuyos intereses políticos, profesionales y personales se alinean con los del Estado, más que con los de un grupo o ideología política que llama a desmantelar el Estado o a la revolución. Por lo tanto, cuando se dice que hay un colectivo de feministas negras o de personas negras, se trata en realidad de una pequeña burguesía negra que hace el juego a la izquierda blanca o no negra, sofocando cualquier chispa revolucionaria feminista negra.
El hecho es que hay varias corrientes feministas negras, y hay una mercantilización del feminismo negro a través del feminismo abolicionista, digamos liberal. Concretamente, ¿qué aportaron las académicas militantes a las masas? La cuestión se plantea también para el feminismo decolonial. Miren la plaga de feminicidios en Centroamérica. Estoy esperando a ver qué puede hacer el feminismo decolonial para combatir la violencia concreta de los feminicidios. Tengo la sensación de que el mundo académico no trata de remediar ninguna forma de violencia. Tengo la impresión, más bien, de que trata de instrumentalizar el sufrimiento de las masas en beneficio de los intereses profesionales de ciertos campos de estudio o de ciertxs investigadorxs, por ejemplo las feministas negras que piden votar o del DNC (Democratic National Commitee). [12]
Es la antítesis misma de lo que pudo hacer un grupo feminista negro como Combahee en los años 70. Combahee fue concebido como un colectivo que trabajaba para la liberación de todxs. Esto es un postulado feminista negro. Y unos años después de su creación, una serie de asesinatos de mujeres negras ocurrieron en la ciudad de Boston. Fue en 1979, creo. El Combahee River Collective escribió sobre estos asesinatos. Me parece que hubo 15 en total. Pero después del quinto o sexto asesinato, el colectivo emitió una declaración con una serie de consejos para protegerse de los asesinos en serie, y distribuyó panfletos por toda la ciudad. Estas mujeres negras fueron estranguladas, apuñaladas y golpeadas hasta la muerte. Cinco mujeres negras fueron estranguladas hasta la muerte y otra apuñalada hasta la muerte en su casa, y fue entonces cuando Combahee publicó «Six Black Women: Why Did They Die?» («Seis mujeres negras: ¿por qué murieron?») en Radical America. [13] Con eso, el colectivo creó realmente un vínculo con las masas, un vínculo con el mundo fuera del mundo académico. Lxs militantes de este colectivo se habían unido a este espacio para enseñar la teoría feminista negra como praxis. No hay equivalente en el siglo XXI. No he visto un equivalente en este siglo, salvo con fines políticos liberales.
FN: ¿Piensa usted que muy pocos campos o disciplinas son efectivamente capaces de desestabilizar el ámbito académico?
ST: Un campo de estudio, no, pero quizás lo que Wilderson llamaría estructura de sentimiento o posicionalidad. [14] Yo hablaría simplemente de negritud, de pensamiento negro. Es lo único que puede desestabilizar algo. Por eso, lxs guardianxs del mundo académico, sean o no negrxs, tratan de preservar esta especie de hegemonía, de control que tienen sobre la teoría negra y, por tanto, sobre lo que calificarían de práctica política negra. El siglo XXI no ha producido nada revolucionario. Lugones nunca habla de revolución en Hacia un feminismo decolonial ni en La colonialidad del género. Los términos «revolución» y «revolucionarix» nunca aparecen en sus trabajos. Siempre se hace hincapié en las luchas de liberación. ¿Cuáles son esas luchas? Aparte del voto, ¿qué lucha concreta ha defendido este movimiento con respecto al feminismo negro? Es incapaz de mencionar siquiera una, porque sabe que la única forma de lucha que permitiría efectivamente derrocar el sistema es la lucha violenta, sin embargo no quiere hablar de violencia, ¿verdad?
FN: ¿Cree usted que el feminismo decolonial ofrece una visión satisfactoria de nuestro potencial estatus paradigmático (como mujeres negras) como parte de una verdadera revolución feminista decolonial?
ST: En mi opinión, no, en lo absoluto. Como dije, nunca se trata de revolución. Hablo de ello en mi artículo, [15] donde menciono un intento de deformación o de desacreditación del feminismo negro; no va tan lejos, pero son el blanco de ello los feminismos de las mujeres de color y del Tercer Mundo, así como la critical race theory. Una teoría feminista, decolonial, negra, tercermundista, abolicionista en la práctica no puede asociarse a nada revolucionario, en la teoría o en la práctica, si se centra en las diferencias en términos de categorías de identidad, considerando la violencia como algo unidireccional o examinada a través del único prisma de la moral. Creo que de ahí proviene la distorsión, la cooptación, la mercantilización, la despolitización de los feminismos no negros, todo ello con la aprobación de lxs académicxs no blancxs. Por lo tanto, no es necesariamente apolítico en el sentido de ser neutral. Es abiertamente antirrevolucionario, y tácitamente contrarrevolucionario, precisamente por la negativa a hacer algo que cambiaría concretamente las cosas, lo que pasaría quizás por una necesaria violencia para poner fin a la violencia.
Estos paradigmas siguen aprovechándose de las poblaciones no negras y no blancas que sufren de supremacía blanca, pero que sin embargo obtienen a menudo cierta legitimidad al unirse a las filas de la blanquitud a través de la práctica de la antinegritud.
Para responder más directamente, no creo que el feminismo decolonial, ni ninguna otra teoría política contemporánea, feminista o no, proponga una interpretación satisfactoria del estatus paradigmático de lxs negrxs en el mundo, aparte del análisis afropesimista. ¿Cómo hablar de revolución o de ideología revolucionaria como producto de una teoría cuando la misma teoría aún no considera la revolución como una práctica u objetivo político viable? Que yo sepa, ningún campo de estudio, ninguna teorización comprende o reflexiona verdadera ni seriamente, sobre la violencia revolucionaria, con excepción del afropesimismo.
Tomemos el ejemplo de Lugones: ella reivindica un punto de vista liberador sobre la negritud y la indigeneidad invocando la multiplicidad, y se apresura a unirlos en una misma coalición idealizada sin analizar en detalle cómo estas categorías de diferencias recurren a la violencia o la experimentan de manera diferente, en función de diversos cuerpos en el sentido cartográfico o corporal. Las coaliciones no surgen de la nada, tienen antecedentes. La decolonialidad y el feminismo decolonial insisten en esta idealización, que quizás sería más creíble si se refiriera a las alianzas concretas del pasado en las historias continentales e insulares de Occidente, del hemisferio occidental.
Este es uno de los mayores enigmas y una de las mayores hipocresías: hay un grupo que lucha contra la supremacía blanca, el imperialismo, el nacionalismo y el fascismo, mientras lucha por la abolición, la descolonización, los derechos humanos y civiles. Un grupo que ha reclamado y obtenido avances que han beneficiado a todxs, incluso han sido emancipadores para todo el mundo, no solo para los miembros de este grupo, sino que también se han hecho a expensas de los miembros de la vanguardia negra que lucha por tales avances. Es el mismo grupo el que es castigado, ridiculizado por ser regresivo o tribalista o por estar poco dispuesto a formar coaliciones.