En la apuesta por la energía nuclear la humanidad se parece a la mariposa que revolotea alrededor de la llama. Al menor descuido se le queman las alas.
Los enormes riesgos y desventajas que conllevan la generación de energía nuclear no ha sido un obstáculo para su proliferación. En la actualidad hay 443 plantas nucleares en 29 países del mundo y 64 nuevas plantas en construcción. Entre abril de 1986 (Chernobyl) y febrero de 2011 (Fukushima Daiichi) cerca de un centenar de nuevas plantas entraron en fucionamiento en los diferentes países que poseen esa tecnología, y ha tenido que suceder esta última catástrofe nuclear para que el tema vuelva a entrar en discusión a nivel de Gobiernos.
¿Vale la pena correr los riesgos que entraña la energía nuclear porque sus beneficios son tan grandes que opacan los potenciales perjuicios? Mientras los sectores pro-nuclear responden que sí y los anti-nuclear responden que no, engarzándose ambas partes en una enumeración de ventajas y desventajas, se descuida un aspecto clave de este debate que es la información sobre la que se basan estas posiciones. Una evaluación comparativa entre las diferentes formas de energía que tenga en cuenta los costos totales en materia de impactos climáticos, riesgo de accidentes y eliminación segura de residuos, de modo que se evidencie claramente el costo-beneficio de cada una de ellas permitiría tomar mejores decisiones.
Esto es lo que propone un grupo de académicos en un análisis reciente en Solutions sobre la energía nuclear a propósito del desastre de Fukushima Daiichi. ¿Es la producción de energía nuclear tan limpia y tan económica como pretenden hacernos creer los lobbies que la promocionan?