¡Feminismos! Eslabones fuertes del cambio social

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Invertir en la solidaridad, no en la guerra

Dos militantes cuentan la experiencia colectiva de la Global Women’s Strike, una red internacional de organizaciones de base de mujeres y hombres que se movilizan para ponerle fin a los gastos militares y valorizar el trabajo de cuidados (care en inglés), realizado principalmente por mujeres. Este movimiento, cuyo principal objetivo es hacer reconocer esta fuerza de trabajo, hace un llamado para la construcción de sociedades basadas en la solidaridad y la justicia social.

Phoebe Jones, Global Women’s Strike [1], y Eric Gjertsen, Payday men’s network [2].

Conferencia internacional organizada por la GWS : “El trabajo del care para la vida y la justicia social vs. la tiranía del mercado”.

Eric Gjertsen :
Soy un cuidador familiar, activista y empleado del sector de tecnología, residente de Pennsylvania, Estados Unidos. Formo parte de Payday ("Día del sueldo"), una red multirracial de hombres que entabla una lucha junto con la red de organizaciones de base conocida como Global Women’s Strike ("Huelga Mundial de Mujeres", GWS, por sus siglas en inglés), y hemos co-redactado este artículo. Exigimos que el gasto militar se reinvierta en la comunidad, con prioridad en las mujeres, para así construir juntos sociedades que inviertan en la solidaridad, no en la guerra.

Nuestra visión de la participación de las mujeres en las luchas para la transformación social, está firmemente arraigada en nuestra experiencia colectiva como red. Abordamos las relaciones de poder entre nosotros mismos, reconociendo distintos grupos de mujeres y hombres. Nuestra labor tanto como hombres y como integrantes de Payday, consiste en asegurar que nuestras reivindicaciones no socaven las reivindicaciones de las mujeres ni las de los niños. Tenemos la certeza de que esta es la única manera de trabajar juntos y fortalecernos mutuamente. Creemos que nuestra manera de actuar refleja lo que queremos lograr, incluso con más claridad que al utilizar palabras.

Cada uno de nosotros contribuye al bien común aportando diferentes habilidades forjadas por nuestras propias experiencias. Mi trayectoria personal me llevó a apoyar el movimiento anti-globalización, el cual se hizo célebre al lograr cancelar las reuniones de la Organización Mundial del Comercio en Seattle en 1999. Ese éxito fue el resultado de décadas de organización popular en el hemisferio sur en contra de los tentáculos explotadores de EEUU y varias multinacionales. Ese movimiento me condujo a Wages for Housework Campaign ("Campaña por los salarios para los trabajadores domésticos"). Finalmente, través de esta campaña, conocí a las organizadoras de GWS, y he estado en contacto con la red desde sus inicios.

Durante mi juventud, buscaba la forma de poner mis habilidades como trabajador del sector de tecnología a la disposición del movimiento anti-globalización. Me di cuenta rápidamente que mi trabajo a tiempo completo para una compañía del sector farmacéutico me estaba conduciendo a una tumba prematura, a pesar de percibir un salario decente y disfrutar de condiciones de empleo favorables. No logré resistir la tentación de aplicar mis habilidades en campañas a favor de la justicia social, y así, rechacé el pasar el resto de mis días generando dinero para las grandes corporaciones: reduje mis horas de trabajo a tiempo parcial y nunca más me arrepentí.

No obstante, no pretendo subestimar la dificultad de realizar un gesto de esta magnitud; especialmente en Estados Unidos, donde muchos de nosotros batallamos contra la deuda estudiantil, los salarios bajos, el seguro de salud vinculado a un trabajo con acceso limitado o nulo a un sistema de previsión social en el cual apoyarse, y lo que es más importante, con la responsabilidad continua de brindar sustento a nuestras familias. Pero cuando el movimiento es lo suficientemente fuerte, muchos de nosotros –en particular, la generación más joven– logramos encontrar maneras de rechazar el sistema a pesar de estos obstáculos, y yo, afortunadamente, fui uno de ellos.

Los hombres de Payday intentamos rechazar los trabajos que el capitalismo quiere asignarnos. Somos padres y hombres de familia, cuidadores primarios, agricultores de subsistencia, hombres que percibimos ingresos por discapacidad, inmigrantes, homosexuales, músicos, bibliotecarios de niños, traductores parados, desertores, ex-asistentes sociales, y mucho más.

Uno de los objetivos principales de este movimiento ha sido brindar apoyo a los hombres y mujeres dispuestos a enfrentarse a la labor asesina de las fuerzas militares, quienes a menudo toman grandes riesgos para exponer las acciones del ejército. Desde el año 2002, nuestro sitio web, www.refusingtokill.net, ha difundido y apoyado las campañas de todos aquellos considerados como desertores y denunciantes, al igual que las campañas de los veteranos de guerra en busca de justicia e indemnización –tanto para ellos mismos como para civiles– inclusive para los sobrevivientes de violaciones perpetradas por las fuerzas militares. Asimismo, apoyamos muchas otras campañas similares, en varios países del mundo. Nos organizamos, y junto a miembros de la familia –madres, tías, hermanas y compañeras– quienes llevan a cabo la labor diaria de la justicia y representan la voz de sus seres queridos cuando estos no son capaces de expresarse públicamente. Reunimos apoyo y damos visibilidad a la lucha de cada uno de ellos.

Desde su encarcelamiento y posterior tortura en 2010, lanzamos una campaña internacional de apoyo a la activista trans y denunciante del ejército de los EEUU, Chelsea Manning. Este esfuerzo ha sido en conjunto con nuestras hermanas de Queer Strike, y hoy en día, estamos muy alegres de que finalmente se encuentre en libertad,precisamente, desde enero de este año, cuando el expresidente Obama conmutó su condena de 35 años de prisión. También realizamos campañas junto con la comunidad de presos en los EEUU y el Reino Unido, quienes se niegan a ser asesinados o torturados con años de confinamiento solitario. También hemos colaborado con los prisioneros detrás de las mediáticas huelgas de hambre en las cárceles de California, quienes de esta forma, logran denunciar las pésimas condiciones del sistema penitenciario.

Phoebe Jones :
En junio de 2006, dos miembros de la GWS, Selma James y yo misma, nos reunimos con Ehren Watada, un primer teniente en el ejército de EEUU a punto de rehusar su despliegue a Irak. Hawaiano, de ascendencia china y japonesa, el teniente Watada fue el primer oficial militar y funcionario público que se negó a seguir las órdenes de sus superiores. En agosto de ese mismo año, pronunció un ardoroso discurso ante la organización Veterans for Peace ("Veteranos Para la Paz"), en el cual alentó a más soldados para que se negaran a obedecer órdenes que ellos consideren ilegales e inmorales. Asimismo, les recordó que su apoyo a la máquina militar podría terminar por convertirlos parcialmente en responsables de crímenes de guerra, durante una ocupación territorial llevada a cabo "intencionalmente, con ánimo de lucro y la finalidad de ejercer un dominio imperialista". Hizo un llamado a la creación de un movimiento social más amplio, que apoye a aquellos que se resistan a la guerra, y así brindarle a otros el coraje para actuar, y:

"…convencerlos de que no importa cuánto tiempo estén encerrados en la cárcel, no importa cuánto tiempo tarde este país en enmendar su error; ellos sabrán que sus familias tendrán un techo sobre sus cabezas, alimentos sobre su mesa, oportunidades y acceso a la educación."

El discurso dio pie a un movimiento que se opone con cada vez más fuerza a la guerra "sin fin" del expresidente George Bush, lo cual ayuda a explicar la gran cantidad de personas que le brindaron apoyo al teniente Watada. Antes que nadie, lo hizo su familia: su madre Carolyn Ho, su padre Bob Watada y su madrastra Rosa Watada.

Muchos otros también extendieron su apoyo: veteranos, desertores, estadounidenses de ascendencia china y japonesa (incluyendo a los sobrevivientes de campos de internación durante la Segunda Guerra Mundial), estudiantes y partidarios religiosos entre otros; todos apoyaron la lucha de Watada. Carolyn Ho tomó las riendas en cuanto a la organización diaria de esta lucha, pero su labor –como la labor de justicia que tantas madres asumen simplemente como una extensión del cuidado de sus hijos– resultó invisible para el público e incluso el movimiento.

Para remediar esto y así fortalecer el apoyo por la lucha del teniente Watada, organizamos una gira nacional con Carolyn Ho, durante la cual ella tomó la palabra y habló sobre la decisión de su hijo al igual que su propia transformación: de madre preocupada a la orgullosa portavoz de la lucha de su hijo y de otros desertores.

Gloria Pacis, la madre del soldado gay Stephen Funk, la acompañó a varios de estos eventos. Su hijo Steven había pasado cinco meses en prisión militar por negarse a ir a Irak. También la acompañó Helga Aguayo, esposa del especialista del ejército Agustín Aguayo, quien se vio acusado de deserción en Alemania y posteriormente fue juzgado por un tribunal militar. Payday organizó varias vigilias para el teniente Watada y miles de personas en más de 13 países alrededor del mundo participaron en las jornadas internacionales de acción.

Durante el juicio del tribunal militar, en el 2007 (al que asistimos), el argumento en contra del teniente Watada no fue lo suficientemente sólido. El teniente presentó sus argumentos en la sala de audiencias, las tres personas de color que componían el panel de oficiales no fueron capaces de encontrarlo culpable. La audiencia terminó en un juicio nulo, un indicativo de la fuerza que había ganado este movimiento. Cabe mencionar que tanto Watada como Funk son hombres de color. Latinos-as como Camilo Mejia, Pablo Paredes y Agustín Aguayo, al igual que Afroamericanos-as como Jonathan Hutto y Andre Shepard, son algunos de los tantos otros hombres de color que se negaron a convertirse en asesinos a sueldo del ejército y al hacerlo, contribuyeron a fortalecer el movimiento social contra la guerra.

Organizarse junto con las madres contra la separación familiar

Eric Gjertsen :
Cinco años atrás, mi pareja y yo nos mudamos con su madre quien tiene más de ochenta años . Nuestro objetivo era ayudarla y cuidarla, ya que resultó gravemente herida en un accidente de coche y desde entonces, sufre de traumas físicos y cognitivos. Esto significa que necesita a alguien que la ayude a realizar sus actividades diarias. Debo decir que ha sido una experiencia maravillosa. A pesar de esto, y teniendo la suerte de contar con asistencia social esencial, a veces nos sentimos abrumados por el estrés de ser constantemente responsables por otro ser humano las veinticuatro horas del día. Este cansancio afecta principalmente a mi pareja quien es su cuidadora primaria.

Como muchas mujeres que se confrontan a la "doble jornada", a menudo siento que mi trabajo asalariado es el más fácil y el menos estresante de las varias responsabilidades que tengo a mi cargo. Y como muchos hombres y mujeres, todavía siento una atracción por el trabajo asalariado, visualizándolo como un espacio donde (en la fantasía por lo menos) mi contribución es reconocida. ¿Es de extrañar que la mayoría de los hombres con empleo le den más prioridad a este, que a compartir la carga de trabajo no remunerado, como el cuidado de sus hijos?

Cuando uno se propone realmente cuidar de alguien, particularmente alguien tan vulnerable al abuso como una persona mayor con discapacidades, tarde o temprano deberá luchar contra una industria dedicada a generar ganancias a través del "cuidado" que proporcionan. Esta es la verdadera fuente del estrés que acecha nuestras vidas, parte de nuestras responsabilidades como cuidadores de las que muy pocos están al tanto. En una sociedad dominada por el mercado, uno debe realmente pelear para cuidar de otra persona, y así apoyar y proteger su derecho a elegir el cuidado que ellos-as deseen. Los hogares de ancianos cuentan con un ejército de empleados, incluyendo abogados, médicos y asistentes sociales a los cuales debemos enfrentarnos. A veces, incluso deberemos confrontar a nuestros propios familiares, quienes piensan que saben más que los mismos cuidadores primarios. Debemos luchar constantemente con todos ellos para proteger la capacidad de nuestro ser querido de tomar sus propias decisiones, siempre y cuando esté en capacidad de hacerlo.

Esta también ha sido nuestra experiencia al hacer campaña con las madres que luchan para que les regresen a sus hijos, que el propio Estado les ha arrebatado. En gran medida, no se retira a niños que se encuentran bajo el cuidado de madres a causa de instancias de abuso o negligencia, sino por la pobreza, el racismo y el sexismo que repudian el valor del vínculo entre la madre y el niño. Este fenómeno afecta particularmente a las madres negras.

La industria del bienestar infantil en Estados Unidos surgió luego de la reforma del programa de asistencia social, llevada a cabo por el presidente Bill Clinton en 1996. La reforma puso fin al derecho de las madres a acceder a una suma de dinero por realizar el trabajo de criar a sus hijos. Fue seguida por la Ley de Adopción y Familias Seguras (1997), la cual alentó a los estados para que financiaran programas de adopción. Desde entonces, el dinero que antes se destinaba a ayudar a las madres fue a parar en las arcas de las agencias y los bolsillos de los profesionales que estas contratan, a beneficiar los centros institucionales de detención para los jóvenes "difíciles", a enriquecer las compañías farmacéuticas y otros asociados que tienen un interés en asegurar que corra un flujo constante de niños traumatizados hacia el sistema de hogares de guarda. Muchos de estos niños salen de allí para entrar directamente al sistema penitenciario. La tasa de trastorno de estrés postraumático entre esos niños es el doble que la de los veteranos de la Primera Guerra del Golfo.

Es más, están intentando impulsar este mismo modelo en otros países. Una madre que asistió a reuniones donde se trataba el tema de los niños en hogares de guarda (y a las que yo solía acompañarla ), una vez me dijo: "Siento como si estuviera en una especie de campamento Nazi". Cualquiera que haya asistido alguna vez a una audiencia ante un tribunal de familia puede afirmar lo mismo.

Phoebe Jones :
Celebrando una vigilia pública para el teniente Watada, conocimos a dos madres que llevaban a cabo un piquete semanal en el Departamento de Servicios Humanos (DHS por sus siglas en inglés) de la ciudad, para exigir que les restituyeran a sus hijos. Ahí fue que se creó el grupo DHS Give Us Back Our Children ("DHS, Devuélvenos a Nuestros Hijos"). Pronto nos dimos cuenta de que Filadelfia, en ese entonces, tenía la tasa más alta de niños arrebatados de sus familias; más que cualquier ciudad de su tamaño en todo el resto del país. Uno de cada diez niños de la ciudad ha pasado por el sistema de bienestar infantil en algún momento de su vida y la tasa de separación y adopción de niños negros es desproporcionadamente alta. Para los más vulnerables, la falta de vivienda puede significar la pérdida de sus hijos, y Filadelfia en este momento está pasando por una gran crisis inmobiliaria.

Recibimos ayuda de una colega verdaderamente extraordinaria: la profesora Dorothy Roberts, autora del conocido libro, Shattered Bonds: The Color of Child Welfare, el cual expone el profundo sexismo y racismo del sistema de bienestar infantil. Ella aportó su contribución al movimiento de una manera que resulta verdaderamente poco común en el entorno académico de hoy en día.

La red GWS de Los Ángeles, Welfare Warriors en Milwaukee y varias otras organizaciones de base lideradas por mujeres de todo el país, y de Londres, Inglaterra, han iniciado numerosos grupos de autoayuda similares. Durante las reuniones, discutimos cómo luchar contra estos casos, apoyarnos mutuamente y producir un cambio al nivel político.

Al organizarnos, nos formamos de varias maneras. Aprendimos a filmar y rodamos un video en el cual contamos la historia desde el punto de vista de las madres - algo que rara vez se ha visto (el video está disponible a través de la página web de la red Toda Madre Es Una Madre Trabajadora). Aprendimos a lidiar con asistentes sociales hostiles y abogados que se niegan a comunicarse con sus clientes (la falta de abogados responsables, incluso de mujeres abogadas, sigue siendo un gran problema. Los existentes no están acostumbrados a ser instruidos por mujeres de bajos recursos o confrontar al Estado en su nombre). Aprendimos a reunir apoyo dentro y fuera del tribunal, cuándo es el momento propicio para organizar manifestaciones públicas, y cómo educar e informar a periodistas y a la comunidad académica. Nos aferramos a nuestros principios de autoayuda e insistimos en que las mujeres y los hombres que vienen a solicitar "ayuda", escriban un resumen conciso de su propio caso para así trabajarlo junto con otros, pero siguiendo a cargo de su progreso.

Eric Gjertsen :
Payday habla con hombres que solicitan su ayuda con sus propios casos o los de su pareja – y siempre preguntamos lo mismo: si la madre u otro cuidador primario está dispuesta a hablar con una de las mujeres de nuestro grupo. Si la respuesta es negativa, no solemos involucrarnos. Nos negamos a apoyar a hombres que se encuentran en una confrontación con su pareja. El sistema de bienestar infantil a menudo enfrenta a los padres contra las madres. Con frecuencia, refuerzan el sexismo presente en este forcejeo al tomar el lado del padre. A veces el padre, teniendo más recursos financieros puede volver a las vidas de sus hijos después de pasar años sin involucrarse, obteniendo los mismos derechos que la madre -o más aún que ella - quien los ha estado criando durante todo ese tiempo.

Una de las excusas más comunes para arrebatarle un hijo a una madre, sorprendentemente, es la violencia doméstica. Aunque la madre sea la víctima, luego ellas pueden ser acusadas de no proteger a sus hijos y de ponerlos en peligro.

Sin embargo, también nos encontramos con muchos padres y abuelos que luchan por los derechos tanto de sus parejas como de sus hijas. También hemos visto que padres que actúan como cuidadores primarios son con falta de respeto y desconfianza, de manera muy similar al trato sexista que a menudo reciben las madres.

Apoyar a los nos alimentan y cuidan el medio ambiente

Eric Gjertsen :
Uno de los miembros de Payday es un agricultor de subsistencia que luego de siete años, ganó una lucha que le permitió mantener la granja de sus padres –un verdadero santuario de la naturaleza– fuera de las manos de los promotores inmobiliarios.

Para el pequeño agricultor familiar, "salvar al medio ambiente" es una cuestión de vida o muerte. Una de sus preocupaciones principales es ver si los cultivos sembrados con el propósito de alimentar a la familia, vendiendo el resto para generar algunos ingresos, sobrevivirán o no a la próxima temporada.

El trabajo de los pueblos indígenas y otros pequeños agricultores (incluyendo los agricultores urbanos), recolectores, pastores y pescadores, constituye una enorme contribución para la supervivencia humana – ellos representan casi la mitad de las población mundial y producen el 70% de los alimentos del mundo. En África, alrededor del 80% de la población depende de la agricultura de subsistencia llevada a cabo por mujeres campesinas. Innumerables plantas y especies animales dependen de la tierra y de las aguas que estas familias y comunidades protegen contra el acaparamiento de tierras perpetrado por las grandes corporaciones. La agricultura industrializada es la causa de la mitad del calentamiento global. Nuestra agricultura sostenible mantiene la salud del suelo y produce alimentos saludables; permite que el carbono vuelva a la tierra de donde proviene, y así contribuye a revertir el calentamiento global. Las comunidades indígenas y otros campesinos están en la primera línea de la lucha por la protección del planeta.

En todo el mundo, nos vemos amenazados por el combustible fósil, la minería, la agroindustria, el negocio inmobiliario, el sector farmacéutico y otras industrias decididas a robar nuestras tierras y aguas. La Federación Campesina del Sur de Tailandia (SPFT, por sus siglas en inglés) está exigiendo justicia y protección para los defensores de los derechos humanos en las comunidades campesinas –cuatro de ellos han sido asesinado en los últimos cinco años, incluyendo dos mujeres– mientras siguen clamando por su derecho a recibir títulos de propiedad comunitaria para protegerse de los ataques implacables de las corporaciones explotadoras de aceite de palma y otras transnacionales. Formamos parte de una iniciativa internacional que reúne apoyo para que se cumplan las reivindicaciones de justicia y protección que solicita el SPFT. Hasta la fecha, no se ha traído a los asesinos de los activistas ante la justicia.

Cruzar las divisiones que nos separan para cambiarlo todo

Phoebe Jones :
Cada una de nuestras luchas refuta las condiciones del mercado global – y dichas condiciones no constituyen una prioridad, la prioridad somos nosotros. Nuestra política debe expresar las necesidades de aquellos que se dedican a cuidar de la tierra, el agua y el prójimo.

En Estados Unidos y en otros lugares, el movimiento contra Trump y los fascistas está en auge. Millones de personas se niegan a desinteresarse y protestan en los aeropuertos, en las fronteras, en frente de oleoductos – con la intención de revertir la prohibición migratoria y proteger el medio ambiente.

Nos hemos unido a la gran Marcha de las Mujeres en Washington DC, la cual incluyó en su plataforma las reivindicaciones de varios sectores; incluyendo las mujeres negras, las mujeres trans y las trabajadoras sexuales. Encabezar este movimiento contra Trump constituyó un gran avance para la mujer.

Hemos sido testigos del ascenso de Bernie Sanders en Estados Unidos, de Jeremy Corbyn y de John McDonnell como jefes del partido laborista británico, de Podemos en España como resultado del movimiento internacional contra un mercado global indiferente; un movimiento que se ha venido construyendo en el hemisferio sur durante décadas.

Trabajamos junto a mujeres y hombres de Haití, India, Irlanda, Perú, el sudeste asiático, el Reino Unido, incluyendo un gran grupo de solicitantes de asilo provenientes principalmente de países africanos- siempre expresando nuestro apoyo continuo hacia Palestina. Tanto trabajadores domésticos, miembros de pueblos indígenas y campesinos como trabajadoras sexuales, personas con discapacidades, miembros de la comunidad gay y trans, personas de diferentes orígenes étnicos, edades y nacionalidades, todas forman parte de esta red internacional.

Nos dedicamos a entrecruzar sectores manteniendo la autonomía de cada uno de ellos, y hacemos frente a las relaciones de poder entre nosotros mismos para no socavarnos mutuamente. Cada uno puede aportar algo y contribuir a aumentar la fuerza y la amplitud de este movimiento. Así es como el International Prostitutes Collective ("Colectivo Internacional de Prostitutas") y Women of Colour ("Mujeres de Color") de la GWS puede ir y brindar su apoyo a las mujeres (y hombres) con discapacidades y viceversa, visibilizando cuánto tenemos en común.

Como grito de guerra, tenemos las palabras del pueblo haitiano: "No obedeceremos". Los haitianos fueron los primeros en derrocar la esclavitud y se han negado a ella en todas sus formas desde entonces – inclusive oponiéndose a los resultados de las elecciones fraudulentas que fueron orquestadas por Estados Unidos.

En esta batalla también llevamos con nosotros las palabras de los presos en California que realizaron una huelga de hambre: "Llegó el momento para que colectivamente, aprovechemos esta oportunidad y le pongamos fin a más de 20 a 30 años de hostilidades étnicas entre nosotros." Unos 30.000 prisioneros negros, latinos, asiáticos y blancos, de diferentes prisiones, participaron en la huelga y obtuvieron la liberación de miles de presos recluidos en confinamiento solitario.

Y también, nos llenan de orgullo las palabras del teniente Watada: “Si queremos que la gente se niegue a obedecer, debemos asegurarnos de que sus familias tengan que comer.”

Tenemos una expectativa de responsabilidad mutua. No sólo nos preocupan nuestros intereses personales, sino que también nos importa ganar algo que nos ayudará a todos. Esta es la razón por la cual hemos lanzado la campaña A Living Wage for Mothers and Other Caregivers ("Un sueldo digno para madres y otros cuidadores primarios"), y otra para la ley RISE, una propuesta de ley en los EEUU que restituye la meta original del bienestar social: acabar con la pobreza.

El mercado debe prestarle un servicio al pueblo, y no el pueblo al mercado. Ya sabemos lo que sucede cuando el mercado tiene el mando, se gastan miles de millones de dólares en bombas que explotan sobre algunos mientras que las armas de la austeridad apuntan hacia el resto. Bajo el control del mercado, la violencia doméstica, sexual y de todo tipo, se dispara.

GWS participó en la Huelga Internacional de la Mujer que tuvo lugar el 8 de marzo de 2017. Mujeres en más de 50 países participaron en la marcha, utilizando el tiempo que tenían disponible –fuera todo el día, una hora o unos tantos minutos– para alejarse de su trabajo asalariado y de su trabajo como cuidadoras no remunerado, para protestar contra todas las formas de violencia: económica, política, sexual, doméstica...

Eric Gjertsen :
Como hombres, apoyamos la lucha y las reivindicaciones de nuestras hermanas – es en nuestro propio interés hacerlo. Queremos construir una sociedad solidaria.