Innovación basada en ciencia debe ser centro de la agenda de desarrollo en la reunión Río+20 del 2012. Pero la verdadera batalla será política.
Como un signo ominoso de lo que vendrá, la reunión del G20 de las principales economías del mundo, realizada en Cannes, Francia la semana pasada, estuvo dominada por la discusión de las turbulencias financieras en Europa, eclipsando el debate, que muchos esperaban, sobre el futuro del desarrollo mundial.
El orador principal de este tema fue Bill Gates, fundador de Microsoft y de la Fundación Bill & Melinda Gates, que aprovechó la ocasión para recordarles a los participantes que, cualesquiera sean las dificultades de las naciones industrializadas del mundo, el problema más grande que encara el planeta en su conjunto sigue siendo la brecha entre ricos y pobres.
La solución, dijo Gates, consiste en encontrar formas de fomentar una mayor innovación tecnológica, en temas como la seguridad alimentaria y la eliminación de enfermedades. Solamente estimulando su propia capacidad de innovación, aseveró, los países pobres pueden sacar a la mayor parte de sus poblaciones de la extrema pobreza y de los males sociales que la acompañan.
Este es un mensaje que necesita repetirse tan frecuentemente como sea posible. En particular, la importancia de la innovación basada en la ciencia debe estar en el centro de las discusiones de la reunión Río+20 sobre desarrollo sostenible a realizarse en junio del próximo año. La innovación eficaz es la clave para el desarrollo, al igual que alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Pero la innovación incluye más que solo ciencia y tecnología. Es un proceso social en el que los factores económicos —y en última instancia— los políticos tienen importantes papeles que cumplir.
El verdadero desafío en Río será encontrar maneras de aprovechar esas fuerzas para lograr un resultado productivo mediante la innovación sostenible en lugar de dejar que se conviertan en un obstáculo para mantener a flote las negociaciones, como ocurrió en la cumbre climática de Copenhague hace dos años.