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Globalización neoliberal: la sombra de los complejos militaro-industriales sobre las "mujeres globales"

, por FALQUET Jules

Con la globalización, muchas mujeres han entrado al mercado de trabajo. Combinar un análisis desde una perspectiva de género con un análisis de clase y de "raza" permite evidenciar que aquello que se percibe como una evolución positiva se realiza en detrimento de una determinada categoría de mujeres: las "mujeres de servicios", compuesta en su mayoría por "mujeres no privilegiadas", forzadas a dedicarse a actividades del care o relacionadas con el comercio del sexo. En el marco de la militarización neoliberal, el surgimiento de las mujeres de servicio va a la par del de los "hombres en armas", quienes participan de la precarización de las mujeres, particularmente las de los países del Sur.

Tan temprano como desde los años noventa, diferentes estudios feministas han propuesto perspectivas alternativas respecto a los análisis clásicos de la globalización. Presentaré aquí algunas de estas reflexiones, usando como hilo conductor la cuestión de las transformaciones de la actividad económica. En la mayoría de los casos, lo que se hizo fue simplemente "añadir las mujeres" al análisis. Sin embargo, podemos ver ambivalencias en la entrada de las mujeres al mercado laboral y en el tipo de actividades que la globalización reserva mayoritariamente a las mujeres no privilegiadas del planeta, principalmente alrededor de actividades "de servicios". Además, una verdadera perspectiva de género consiste en pensar juntos y dialécticamente a las mujeres y a los hombres, por lo tanto, más adelante nos interesaremos en la guerra, el militarismo y las diferentes manifestaciones de los "hombres en armas".

Las "mujeres de servicios", nuevas "mujeres globales"

Ya desde finales de los años ochenta, las teóricas feministas profundizan su crítica de la separación arbitraria entre actividades llamadas "productivas" y "reproductivas", cuestionando profundamente la disciplina económica y el "gran discurso" dominante de la historia del capitalismo. María Mies propone reconsiderar el peso de las relaciones patriarcales en la acumulación a escala mundial (1986), mientras que Marilyn Waring cuestiona las propias lógicas de la contabilidad internacional, de cómo se mide el PBI y el crecimiento económico (1988). En 1991, Saskia Sassen es una de las primeras en analizar el nuevo fenómeno de la "globalización", al estudiar las Global Cities donde las parejas involucradas a tiempo completo en las actividades de la alta finanza, por ejemplo, y que constituyen por lo tanto parejas sin esposa, externalizan muchas tareas reproductivas hacia una mano de obra barata, constituida principalmente por mujeres, a menudo migrantes.

La mundialización neoliberal: ¿efectos nocivos para las mujeres?

A finales de los años noventa, numerosos estudios sobre el impacto de los planes de ajuste estructural revelan que la crisis económica, el aumento del paro, y la intensificación de las desigualdades han afectado y empobrecido particularmente a las mujeres, tanto en valor absoluto como en comparación con los hombres (Hirata y Le Doaré, 1998; Wichterich, 1999, ATTAC, 2002, Bisilliat, 2003). Después de haber demostrado cómo el Welfare State había liberado parcialmente a las mujeres del "patriarcado privado", Silvia Walby (1990) subraya que el ajuste estructural conduce a una re-familiarización de numerosas tareas y asigna a las mujeres el rol de "amortiguadoras" de la crisis (1997). Desde una perspectiva cercana, un equipo conformado alrededor de Eleonore Kofmann (2001) puso en evidencia que las transformaciones de las políticas sociales en Europa habían sido acompañadas por políticas más o menos decididas de importación de mano de obra femenina de los países del Sur global para realizar las tareas que el Estado abandonaba, que los hombres se niegan obstinadamente a efectuar y que las mujeres locales ya no pueden "conciliar" con lo demás — ya que los Acuerdos de Lisboa exigen que al menos el 60 % de las mujeres de la OCDE entren en el mercado del trabajo.

El capitalismo neoliberal, ¿aliado de las mujeres?

A medida que se realizan más investigaciones, se impone la evidencia: tanto en el Sur como en el Norte, la mundialización empujó a muchas mujeres hacia el mercado laboral (Hirata y Le Doaré, 1998) —a menudo a causa de la destrucción de sus modos de existencia anteriores. Algunos y algunas lo vieron como algo positivo, porque consideraron que el acceso de las mujeres al trabajo asalariado les permitiría alcanzar su autonomía económica, paso decisivo hacía una mayor igualdad entre los sexos.

Sin embargo, la incorporación de las mujeres al mercado laboral está lejos de ser sistemáticamente positiva. De hecho, el desmantelamiento sistemático de las leyes laborales les afecta particularmente y aún más considerando que una mayoría de ellas ya se concentraba en sectores de actividad desvalorizados y mal protegidos: las reformas neoliberales las precarizan (Talahite, 2010). Además, las nuevas modalidades de trabajo requieren "cualidades típicamente femeninas" (aceptación de contratos a tiempo parcial, polivalencia e implicación "total", sobre todo emocional), que dibujan formas de servilismo normalizadas y generalizadas. Por lo tanto, sólo una fracción de las mujeres accede a "buenos" empleos cercanos a los estándares del empleo masculino y asistimos a una dualización creciente del empleo femenino (Sassen, 2010; Kergoat, 2012).

Es por eso que el análisis desde una perspectiva de género no puede prescindir de uno simultáneo en términos de clase y de "raza", como las feministas afroestadounidenses del Combahee River Collective fueron entre las primeras en afirmarlo en 1979.

"Nuevos" empleos femeninos y migraciones

Hacia el comienzo del nuevo milenio, Barbara Ehrenreich y Arlie Russel Hochschild destacan tres figuras de la nueva "mujer global": las niñeras, las empleadas de hogar, y las trabajadoras sexuales (2003). Si antes se trataba de migrantes "provinciales", muchas hoy son migrantes internacionales, a menudo "poscoloniales" (Moujoud y Falquet, 2010). Las niñeras y las empleadas de hogar, pero también las auxiliares de salud para personas enfermas y/o mayores (cada vez más numerosas y menos atendidas por los poderes públicos), se han vuelto esenciales, en lo que constituye un verdadero proceso de internacionalización de la reproducción social. Frente a lo que algunas personas llamaron la "crisis del care" , se desarrolla un amplio sector de investigación en torno a la idea de que "somos todas y todos vulnerables" (Tronto, 2009 [1993]), proponiendo como nueva utopía societal el dar mayor valor económico y social a las actividades relacionadas al cuidado de las y los demás.

Sin embargo, las investigaciones de Nakano Glenn (2009 [1992]), al insistir en la manera como, en los Estados Unidos, algunos sectores han sido históricamente forzados a dispensar el care (los esclavos, las mujeres, las mujeres esclavas y después las mujeres racializadas y migrantes), abren una perspectiva más cruda sobre las formas de coacción que se desarrollan hoy en día para obligar a algunas personas a encargarse de las demás, y además, hacerlo a bajo precio. Entre estas formas de coacción, las más impactantes son las reformas legislativas extremadamente restrictivas en el sector laboral, pero también en el migratorio. Para la mayoría de mujeres no privilegiadas, las opciones migratorias y de "carrera" se reducen a "seguir a / reunirse con / encontrar rápido" un marido en la región de llegada, inscribirse en programas oficiales de importación de mano de obra en el campo de los "servicios", o integrarse en el sector del "trabajo sexual" para poder asumir los costos desorbitantes de la migración ilegalizada. He sugerido conceptualizar este horizonte como el de la "hetero-circulación de las mujeres" (Falquet, 2012), prolongando el concepto de "continuum del intercambio económico-sexual" de Paola Tabet (2004), que permite (re)trazar el vínculo entre las actividades "nobles" del care y las actividades "infames" en el ámbito del sexo, que en realidad son a menudo relacionadas en la práctica. Es por esto que he propuesto reunirlas en la categoría de "mujeres de servicios", mostrando cómo su crecimiento iba a la par con la multiplicación de los "hombres en armas", sugiriendo que el desarrollo dialéctico de ambos, constituía uno de los paradigmas de la mundialización neoliberal (Falquet, 2006).

Los "hombres en armas", la guerra y el crecimiento económico neoliberal

Centrémonos ahora en estos "hombres en armas", es decir, soldados, mercenarios, guerrilleros o terroristas, policías, miembros de bandas o de organizaciones criminales, carceleros o agentes de seguridad, entre otros —que ejercen en el sector público, semipúblico, privado o ilegal.

Un estado de guerra y de control generalizado

Como en la época de la primera mundialización, que dio lugar a la primera guerra mundial analizada por Rosa Luxembourg (1915), asistimos hoy a una competencia internacional feroz y militarizada para adjudicarse los recursos, los mercados y el control de las fuerzas productivas. A partir del 11 de septiembre de 2001, el nuevo marco general de esta competencia es la guerra "antiterrorista" librada por las principales potencias neoliberales en contra de diferentes países del Sur global. A grandes rasgos, se compone de guerras abiertas en diferentes países de Medio Oriente, en intervenciones militaro- humanitarias, principalmente en el continente africano (Federici, 2001), en guerras contra la migración "ilegal" en los países de la OCDE, y en "guerra contra la droga" en el continente latinoamericano. En todas partes se desarrollan de forma simultánea un discurso y unas prácticas de seguridad y de control de la población generalizado.

Especialmente revelador es analizar desde una perspectiva de género el control securitario, la militarización y el estado de guerra generalizado que atravesamos. Por ejemplo, los "derechos de las mujeres" son invocados, cada vez con mayor frecuencia, como justificación de las intervenciones (Delphy, 2002; Eisenstein, 2010). Sin embargo, en casi todos los casos, las violencias contra las mujeres causadas por estas guerras son considerables —ya se trate de violencia sexual, de éxodo forzado (a menudo después de violaciones sexuales masivas) y en general de la destrucción del sistema económico y social— y tienen como resultado el drástico empobrecimiento de las mujeres, mientras que ciertos hombres se enriquecen mediante el pillaje y el tráfico de diferentes índoles, estableciendo para ellos mismos un nuevo poder político-militar. Igualmente notable es el refuerzo del complejo industrial-penitenciario que emplea y encarcela a millones de personas (Davis, 2014), y de los campos destinados a contener la migración.

Los complejos industriales militares y la militarización, claves en la economía neoliberal

Ya a partir de los años ochenta, surgen dos líneas de análisis feministas sobre el militarismo global. Atenta a la militarización de las sociedades, Cynthia Enloe (1989, 2000) ha señalado entre otros puntos, los vínculos entre la implantación de bases militares estadounidenses y el desarrollo de la prostitución, así como del turismo sexual en Asia — lo que permite situar en una perspectiva histórica el crecimiento del "trabajo del sexo". Muchos países del Sur, alentados por el desarrollo del turismo y viviendo en parte del envío de dinero de su población migrante, se ven empujados a cerrar los ojos frente a estas actividades y a sacar provecho de ellas.

Recogiendo por su parte el concepto estadounidense de los complejos industriales militares (CMI), Andrée Michel (2013 [1985]) demuestra que la organización del trabajo de las industrias armamentistas refuerza la taylorización del trabajo y exacerba la división sexual (pero también "racial" y social) del trabajo: para las mujeres jóvenes proletarias y del Sur los empleos precarios en las fábricas de ensamblaje, principalmente de electrónica; para los hombres de clase media, los empleos de ingenieros o de desarrolladores informáticos de la Silicon Valley, estables y bien remunerados. Luego, una parte considerable de los fondos públicos para la investigación es puesta al servicio de los CMI, en detrimento de sectores como la sanidad o la educación. Más ampliamente aún, los contratos públicos que sostienen vigorosamente la industria militar, pero también los sueldos de los militares y policías, son millones robados a los servicios públicos y al Estado Providencia.

Michel subraya también cómo la venta de armas enriquece a los cinco miembros permanentes del consejo de seguridad de la ONU, mientras que la compra de estas armas ahonda la deuda de muchos países del Sur —la actual deuda griega se debe en gran parte a la carrera armamentista con Turquía. Este sistema alimenta la aparición de todo tipo de posibles dictadores que propagan retóricas guerreras nacionalistas o etnicistas que suelen afectar, en primer lugar, a las mujeres. Los CMI construyen su legitimidad mediante el control de los medios de comunicación y de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación (NTIC), lo cual merece un análisis económico y social más profundo (Francia, por ejemplo, alberga uno de los CMI más potentes del planeta).

Fortalecimiento y evolución de los grupos armados no estatales e ilegales

Asimismo, queda por desarrollar el análisis desde la perspectiva de género de las empresas legales de todo tipo y tamaño, aparecidas en el sector de los mercenarios y de la seguridad, que apoyan o protegen tanto a los ejércitos regulares, como a sus subcontratistas civiles en países abiertamente en guerra, y de los actores económicos que participan en ellas. Su tendencia es practicar una integración vertical creciente, llegando a veces a realizar simultáneamente actividades de explotación minera, de venta de armas y de milicia (Deneault et Al, 2008).

Los grupos ilegales vinculados a la economía clandestina también parecen haberse reforzado enormemente. El caso de México es revelador: los relativamente modestos carteles de la droga de los años ochenta han pasado a ser actores militares, como también económicos y políticos, imposibles de obviar, cuyas actividades se extienden hasta en América Central y en África del Oeste. México ilustra también la evolución de estos carteles de la droga hacia actividades mafiosas más clásicas de venta de "protección" (de las personas, de los bienes, y de los territorios) (Devineau, 2013). Estos actores se insertan cada vez más estrechamente en las economías locales, nacionales, e internacionales: en el marco del "lavado de dinero", ¿cuál es el impacto económico de sus importaciones-exportaciones de capitales y de sus inversiones, productivas, suntuarias o … ¿militares? Efectivamente, para eludir a las autoridades, se abastecen de armas, medios de comunicación y de transporte sofisticados y caros (aviones, submarinos o sistemas de comunicación), creando de esta manera un formidable mercado para los CMI —que venden otra parte de sus productos bajo el concepto de la "ayuda" militar impuesta por diferentes gobiernos del Norte a países del Sur para sus guerras contra la droga.

Así, las numerosas investigaciones realizadas desde una perspectiva de género y sobre todo de imbricación de las relaciones sociales, permiten una comprensión más completa de la mundialización. Éstas subrayan que una de las dinámicas centrales de la globalización neoliberal se juega tanto en torno a la reorganización de la reproducción social, como a los complejos industriales militares. Por último, si observamos las cosas desde una perspectiva histórica, nos podemos preguntar si estamos asistiendo a una nueva fase de acumulación primitiva (Federici, 2014 [2004]), gracias al endurecimiento simultáneo de las relaciones sociales de sexo, de "raza" y de clase.

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Publicado en: Regards croisés sur l’économie, “Peut-on faire l’économie du genre?”, 2014, n°15, pp 341- 355.

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