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Frente al capitalismo heteropatriarcal y devastador de la naturaleza, Ecofeminismo crítico

, por PEREZ PRIETO Laura

El Ecofeminismo, muchas veces reducido a una postura esencialista que lo desacredita, reúne distintas corrientes que ofrecen un valioso enfoque crítico teórico y práctico sobre la relación entre la sociedad y el medioambiente para luchar contra el múltiple sistema de dominación capitalista/patriarcal/racista/imperialista.

Pacha Mama, pintura mural en Bariloche. Foto : Dauro Veras / Flickr (cc by-nc-nd)

El Ecofeminismo engloba una multiplicidad de corrientes que van desde posturas espirituales, culturales o comunitaristas, a otras filosóficas o socialistas de carácter constructivista. Sin embargo, ha sido reducido por completo a una postura esencialista y totalizadora de las mujeres, romántica y políticamente ingenua (Biehl, 1991), algo que ha dificultado el análisis de género dentro de la Ecología durante mucho tiempo.

Pensadoras ecofeministas como Alicia Puleo han realizado un trabajo de rescate de los Ecofeminismos y sus aportes y han sostenido que todas las corrientes suman y son necesarias en función de los distintos contextos ecológicos; y a la vez, y de forma más amplia, dentro del contexto económico político internacional. Por otro lado, ha subrayado sus afinidades a la hora de: a) vincular la dominación de la naturaleza con la opresión de las mujeres; b) proponer el fin de la destrucción ecológica y de la subordinación femenina en un esquema de liberación/emancipación conjunto; c) unir la crítica al antropocentrismo fuerte con la crítica al sesgo masculino de la cultura; yd) invitar a hacer una redefinición ético-política de los conceptos de naturaleza y ser humano (Puleo, 2000).

En este artículo haremos una propuesta política que puede servir de marco para vincular la crítica feminista y la ecologista. La postura que defendemos es la de un ecofeminismo crítico, materialista, deliberativo y situado para sostener y democratizar el cuidado de la vida.

Algunas de sus características son:

1. Problematizar el constructivismo excesivo.

Se reconoce que la naturaleza es en gran medida una construcción social del ser humano que la ha nombrado históricamente y ha ido cambiando su forma de concebirla y de relacionarse con ella, pero frente a una posición ambientalista fuertemente posmoderna, este Ecofeminismo establece cierta distinción entre la naturaleza humana y la no humana, aun en contextos fuertemente antropizados, como un posicionamiento ético para decidir “autolimitar nuestro impacto sobre la biosfera” (Riechmann, 2003: 30) y esclarecer nuestras responsabilidades para con la conservación de otras especies y ecosistemas. Sólo así es posible formular una política de la naturaleza que parta del compromiso y la responsabilidad humana y que exija una reformulación de las relaciones humanidad-naturaleza (Salleh, 1984; Shiva, 2006; Mellor, 2011).

2. Asumir la corporeidad material

La materialidad es una condición humana universal, un fenómeno histórico, que no puede desdibujarse por atender a los fenómenos de socialización (Mellor 1992b y 1997). Si echamos un ojo a nuestras condiciones materiales más primarias, veremos que no hay nada más obvio, y, sin embargo, menos aceptado en el mundo que la vulnerabilidad humana y la ecodependencia. Existimos en un cuerpo material que tiene necesidades, limitaciones y potencialidades, y sólo podemos vivir en última instanciade lo que nos proporciona la Tierra. Es necesaria la comprensión estructural de la existencia de la especie humana en tanto que seres corpóreos e insertos en un conjunto si queremos resolver la crisis ecológica y la subordinación de las mujeres.

3. Visibilizar el papel socialmente construido de las mujeres como mediadoras entre la humanidad y la naturaleza no humana.

La manera en que se ha creado y se sostiene históricamente la dominación masculina sobre las mujeres, otros grupos subalternos y la naturaleza tiene que ver con la explotación material de su trabajo, de sus recursos y sus tiempos no visibilizados, recompensados (Waring, 1988), ni repuestos.

La sociedad de lógica neoliberal ha infravalorado los trabajos de cuidado del cuerpo y los cuidados hacia la naturaleza. Sin embargo, las que lo han tenido presente por sus roles históricos han sido las mujeres y otros grupos naturalizados como las comunidades indígenas y campesinas, que han respetado en distintas culturas del mundo las necesidades físicas, subjetivas y emocionales durante cada una de las etapas de los ciclos vitales humanos, así como los ciclos biológicos de los animales, plantas y ecosistemas de las que han obtenido recursos y servicios básicos.

Por ello, desde el Ecofeminismo crítico, denunciamos y desmontamos toda la arquitectura del patriarcado capitalista que se mantiene porque utiliza a las mujeres, a la naturaleza y a los territorios del sur como “colonias” (Mies et al, 1988), explotándolas y haciéndolas “pagar el precio” (Dalla Costa y Dalla Costa, 1995) del desarrollo de otros grupos e individuos privilegiados.

4. Considerar la división sexual del trabajo como la base de la doble opresión mujeres/naturaleza.

La humanidad ha intentado separarse de la naturaleza explotándola a través de la tecnología que ha ido generando el sistema productivo. El proceso productivo ha alienado a los seres humanos del mundo natural, como ha sostenido Marx, pero a la vez, la división sexual del trabajo ha alineado a unos de otras (Merchant, 1980). Diversas Ecofeministas (Mies, 1986; Merchant, 1980) han criticado esta ceguera del materialismo histórico a la hora de analizar las opresiones, pues se ha servido exclusivamente de un análisis de clase para hablar de explotación.

Sin embargo, la utilización depredadora de determinados bienes y fuentes energéticas no renovables nos habla de una falsa sostenibilidad del sistema económico y de una dependencia absoluta anclada en esa forma de dilapidar la naturaleza. La explotación y expropiación del trabajo de las mujeres también desvela la falsa idea de autonomía del sistema económico y del sector mercantil y masculinizado en el que lo que abundan son los hombres que se han desarrollado en el trabajo, pero a costa de dejar en mano de las mujeres todas las responsabilidades familiares, volviéndose ciegos a las dependencias, a la vejez y a la enfermedad.

5. Criticar la clasificación de las actividades humanas en “productivas y reproductivas”, a partir de la cual, el patriarcado (capitalista o socialista) ha creado un mundo público que goza de prestigio social y una esfera privada, ligada a la naturaleza e infravalorada.

Algunas ecofeministas han reivindicado el concepto del trabajo como “las actividades del Ser-especie” (Mellor, 1997:212) en interacción con la naturaleza o como aquel que garantiza la producción directa de la vida (Mies, 1986).

Lo que se pretende con estas propuestas es construir una definición diferente, no dicotómica ni jerarquizada que tenga en cuenta los trabajos como todas aquellas tareas que se realizan para resolver necesidades humanas de una u otra forma. Desde esta visión transistémica, lo que hay son actividades que se desarrollan de forma continua y que forman parte de la naturaleza. Dentro de este abanico amplísimo de tareas, el trabajo doméstico y de cuidados que sostiene los cuerpos y permite la supervivencia como especie e individuos, se torna fundamental porque está en la base de todos los demás.

6. Defender el antidualismo como única forma de hacer una verdadera política ecológica y feminista (Merchant, 1980; King, 1993; Plumwood, 1993; Warren, 2003)

Una característica del sistema de pensamiento occidental es que ha generado pares antagónicos y ha creado dualidades enfrentadas (hombre/mujer; cultural/naturaleza; razón/emoción; público/privado, etc.), asignando valor a uno de los elementos del par para desvalorizar el otro.

Así, mediante una metáfora reduccionista y mecanicista propia de la racionalidad científica moderna, la naturaleza ha pasado a ser todo aquello que es apropiable a muy bajo coste, incluido el trabajo y el cuerpo de las mujeres, que dan y cuidan la vida y que aparecen como “elementos secundarios, invisibles, pero a la vez, disponibles” (Amoroso, Bosch, Fernández, 2003: 86).

7. Reconocer que el impacto de la encarnación humana no sólo recae sobre las mujeres, sino que puede ilustrarse igualmente a través de la explotación de “clase”, “raza” y colonial.

La propuesta ecofeminista contribuye a un debate más amplio acerca de las relaciones materiales que contraen los seres humanos cuando enfrentan su corporeidad. El Ecofeminismo añade a la problematización de la clase y el género, otras igualmente importantes como el imperialismo/colonialismo y el racismo (Mellor, 1997). Partiendo del análisis de Patricia Hill Collins (1990), sostenemos que no existe una jerarquía de opresiones, sino una matriz en la que se entrecruzan.

Desde esta lectura compleja, se abren nuevos enfoques que resultan especialmente relevantes para la reformulación de las relaciones entre los seres humanos y la naturaleza. Este es el caso de los (eco)Feminismos andinos, populares y comunitarios. Éstos, vinculan la lucha por la despatriarcalización de sus sociedades y comunidades, con la superación del capitalismo, del etnocentrismo y del antropocentrismo. Desde ese lugar, resignifican la comunidad, no como un lugar naturalizado y ancestral, sino como un lugar de pertenencia y confluencia política y afectiva, y conciben la Pachamama como algo que contiene la vida, que permite el encuentro y la movilización, no como un sinónimo reduccionista de fertilidad y reproducción al servicio del patriarcado (Aguinaga et al, 2011).

8. Apostar por crear una relación no destructiva con la humanidad, y por el reforzamiento del papel relevante que pueden tener las mujeres para crear esa conexión.

Las mujeres han desempeñado históricamente la tarea de cuidar la vida. Dentro de esta tarea, podemos hablar de trabajos como cocinar, limpiar, conseguir agua y leña, cultivar, esperar los ciclos, permanecer disponible para otros/as, dar apoyo emocional, cuidar de los animales, crear relaciones afectivas y sociales, atender la enfermedad y la vejez, desplegar estrategias para garantizar la supervivencia y protección del grupo, etc. Estos trabajos no los han realizado por ser más afines ni más cercanas a la naturaleza, al amor y al cuidado desde su nacimiento, sino porque en la construcción social de los géneros, esta tareas han sido consideradas propias y socialmente aceptables para el género femenino. Ha sido esta posición histórica de intermediarias entre la “naturaleza” y “la humanidad”, la que les ha proporcionado en muchos casos la conciencia de la corporeidad y la necesidad de hacerse cargo de ella para satisfacer las necesidades humanas. Los hombres, sin embargo, han usado su poder y su sistema de privilegios para escapar de las consecuencias de su arraigo o corporeidad.

Desde esta postura, sostenemos que las mujeres, cuando parten de la conciencia de su posición histórica mediadora y de su potencial para generar relaciones equilibradas entre los seres humanos y la naturaleza, pueden hacer una elección política de no rechazar este vínculo material con el mundo natural, sino de cuidarlo y alimentarlo. Sin embargo, esto no quiere decir que sólo consideremos el papel de las mujeres en la construcción de una nueva cultura ecológica, porque lo que nos interesa también es llamar a los hombres a asumir su materialidad y su responsabilidad en el cuidado.

9. Poner los cuidados de la vida en el centro de la organización social y asumirlos de forma colectiva.

Esto no sólo significaría orientarse hacia la despatriarcalización y desmercantilización de los cuidados, sino también colocar estos servicios como parte integrante de las políticas de bienestar y mejorar las condiciones laborales ligadas a los mismos como sector de empleo desde una matriz no heteropatriarcal (sin reforzar la feminización de estos trabajos y los roles tradicionales de género), anticlasista, anticolonialista y antirracista (sin reforzar las desigualdades de clase y etnia/raza, sin generar trasnacionalización de los cuidados que están abriendo cada vez más las brechas entre las propias mujeres del Norte y el Sur global). A modo de resumen, en la siguiente tabla esbozamos las principales características de nuestra propuesta ecofeminista que:

Ecofeminismo crítico, materialista, deliberativo y situado
Reconoce el papel socialmente construido de las mujeres como mediadoras entre la humanidad y la naturaleza no humana y defiende una perspectiva crítica basada en las experiencias, puntos de vista y conocimientos de las mujeres, como concepto analítico y político desde el que mirar las brechas mujeres/hombres, seres humanos/naturaleza (Mellor, 1997).
Entiende la división sexual del trabajo como una de las causas de la doble opresión mujeres/naturaleza, y relaciona la dominación masculina sobre las mujeres, otros grupos subalternos y la naturaleza, con la explotación material su trabajo no visibilizado ni recompensado (Waring, 1989), que el patriarcado-capitalista utiliza como “sus colonias” (Mies et al, 1988).
Critica la distinción entre la producción, la reproducción y la naturaleza, creando falsas esferas de independencia y libertad e ignorando el trabajo de las mujeres, comunidades campesinas e indígenas y los parámetros ecológicos.
Defiende el antidualismo como única forma de hacer una verdadera política ecológica y feminista y eliminar jerarquías que han subordinado a las mujeres y a la naturaleza (Plumwood, 1993; Warren, 2003)
Apuesta por una política de la naturaleza, un nuevo pacto socionatural (Salleh, 1984; King, 1993; Shiva, 2006; Mellor, 2011) que parta del compromiso y la responsabilidad de los seres humanos.
Refuerza el papel relevante de las mujeres en la nueva relación ecológica, no por su condición, ni por un vínculo “natural”, sino por sus posiciones históricas en los sistemas Sexo-género, que proporcionan una posición crítica para desvelar la interrelación entre humanidad y naturaleza en los procesos ecológicos, y transitar hacia otro modelo.
Problematiza la dimensión biológica de los hombres que se han desprendido de ella desplazando la responsabilidad del cuidado de la vida y de sus vidas fundamentalmente a mujeres y grupos “naturalizados” y los llama a asumir su materialidad y su responsabilidad en el cuidado.
Incluye otras categorías de opresión como la clase, la posición económica, la raza, la etnia, etc., y suma perspectivas diversas anticolonialistas, para incorporar otros sujetos subyugados al análisis.
Considera que los cuidados ambientales y sociales deben estar en el centro de la organización social y que hay que asumirlos de manera colectiva.
Aboga por la construcción de coaliciones y por acciones políticas coordinadas desde distintas racionalidades ambientales del Norte y el Sur global y entre distintos grupos y sujetos.

A partir de lo dicho, es importante que las críticas hacia esta propuesta no oscurezcan los complejos argumentos que el Ecofeminismo puede ofrecer para rebatir la lógica dominante de la sociedad actual. El rechazo fácil de las propuestas y teorías feministas y ambientalistas por parte del pensamiento masculino dominante puede ocultar un intento patriarcal de silenciar una perspectiva teórica evidente y muy valiosa sobre la relación entre la sociedad humana y el medio natural, que:

  • puede suponer grandes aportes a la teoría social, a la justicia de género y a la práctica política; y,
  • et puede contribuir a una mayor consideración política de las mujeres y la naturaleza, sin las cuales, el múltiple sistema de dominación capitalista/patriarcal/racista/imperialista, tendría graves problemas para funcionar.

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Bibliografía

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