Hacinados en precarios habitáculos o bajo techos de plástico, sin luz ni agua potable tras jornadas laborales de 14 horas, así sobreviven cientos de miles de trabajadores rurales en Argentina pese a cosechas y ganancias extraordinarias.
"No tienen otra alternativa que emplearse bajo estas condiciones", dijo a IPS Reynaldo Ledesma, referente de la Unión Solidaria de Comunidades del Pueblo Diaguita Cacano, de la provincia norcentral de Santiago del Estero.
La persistente explotación del trabajador rural coincide con la multiplicación en Argentina de establecimientos rurales cada vez mayores, cosechas de casi 100 millones de toneladas y una superficie sembrada de más de 30 millones de hectáreas, 11 por ciento de la extensión total del país.
Santiago del Estero, cuya capital homónima se ubica a 1.150 kilómetros al noroeste de Buenos Aires, es una de las principales emisoras de trabajadores rurales temporarios para desmalezar, fumigar manualmente, desflorar maíz o cosechar, entre otras actividades.
Casi la totalidad de los integrantes de la Unión realizan estas actividades para sobrevivir, asegura Ledesma, quien definió las condiciones de contratación de sus compañeros como de "servidumbre".
El fenómeno de los llamados trabajadores "golondrina" tiene siglos en Argentina. No obstante, en los últimos años adquirió nuevas modalidades con empresas gestoras de recursos humanos que operan como intermediarias de las grandes transnacionales del sector.
Estos reclutadores les ofrecen un contrato con un monto fijo pero luego condicionan el total del pago a un puntaje acumulado por rendimiento que se le adjudica arbitrariamente al grupo completo según su desempeño. Leer más