Es un hecho. Los grupos feministas no son abiertos a los hombres. Reivindican una no mixidad como los grupos de militancia en los años 60 para la emancipación de los Negros-as que habían cerrado sus grupos a los-as Blancos-as. Esta reivindicación de no mixidad para ciertos grupos sigue provocando una fuerte polémica como fue el caso de una acampada decolonial "no mixta" que tuvo lugar en Francia durante el verano de 2016.
Por lo tanto, la práctica de la no mixidad en los grupos feministas es el resultado de una elección que proviene de una idea simple: la autoemancipación es en primer lugar la lucha de los-as oprimidos-as por los-as oprimidos-as. A las mujeres las oprime un sistema patriarcal que a lo largo de la historia las ha desposeído de sus derechos a la autodeterminación. La reapropiación de la autodeterminación pasa por la posibilidad de expresarse, de hablar fuera de la mirada del opresor.
La elección de la no mixidad proviene de la experiencia. Escuchamos a Caroline de Haas en Mediapart en abril de 2016: "Cuando creamos la asociación Osez le féminisme (OLF), en 2009, nos preguntamos sobre la no mixidad. Y rápido nos respondimos negativamente. Me acuerdo que en este momento nos decíamos: ’las cosas han cambiado desde los años 70, las relaciones sociales han cambiado, y hoy podemos construir la igualdad en un espacio mixto’. Tardamos seis meses en darnos cuenta de esto."
Fue principalmente la mediatización de la asociación OLF lo que les permitió entender que la mixidad, incluso en un movimiento feminista, no garantizaba la igualdad.
Cuando se escribieron los primeros artículos sobre el movimiento, los periodistas les preguntaban casi en cada oportunidad a las militantes de OLF: "Y, ¿hay hombres con ustedes?". Cuando respondían afirmativamente, los periodistas insistían en entrevistarlos. Un poco como si tener hombres hiciera la asociación más legítima.
Una noche, Caroline de Haas estuvo ausente en una de la reuniones de los simpatizantes, reunión a la que una cadena de televisión había sido invitada para grabar el intercambio. Más tarde, Caroline llamó a unas colegas para saber cómo había salido todo. "Fue genial, vino mucha gente. Pero hubo tres tíos que monopolizaron la palabra". Era la primera vez que unas cámaras habían sido invitadas a una de sus reuniones. Y era la primera vez que se notaba una desigualdad en la toma de palabra. Al mes siguiente, durante otra reunión, se puso en una esquina con su cuaderno y contó el número de intervenciones de mujeres, de los hombres y el tiempo de palabra de cada cual. Las intervenciones eran todas limitadas a tres minutos por persona. En la sala había un centenar de personas, 85 % mujeres. Al final de la reunión, el 33 % de las mujeres y el 45 % de los hombres habían hablado. Las mujeres habían hablado una media de dos minutos, los hombres cuatro minutos. En una reunión feminista, con el 85 % de mujeres, la OLF reproducía las desigualdades en la toma de palabra.
¿Pero es grave no tener el mismo tiempo de palabra? Bueno… se puede observar en cualquier espacio social cómo se conquista el poder, cómo progresan las carreras, cómo nacen las responsabilidades políticas, económicas, sociales y culturales: con la palabra. Entonces la respuesta es sí, el acceso a la palabra es determinante. Sin acceso a la palabra, es difícil organizar sus ideas, confrontarlas, progresar, tomar responsabilidades.
Porque en los grupos mixtos, Negros-as y Blancos-as o mujeres y hombres, y en general en los grupos dominados y dominantes, es la visión dominante del daño sufrido por el grupo dominado la que tiende a prevaler. Los-as oprimidos-as deben no solamente dirigir la lucha contra su opresión, sino definir de antemano esta opresión por sí mismos. El marco no mixto permite entre otras cosas participar en romper la ley del silencio en torno a la violencia sexista y la violencia sexual sufridas por las mujeres y no es poco. Es de vital importancia poder hablar sin miedo de su experiencia de discriminación, de humillación. Es vital poder expresar los rencores, miedos, y ellas deben expresarlos.
Por supuesto los espacios y los momentos mixtos son necesarios y constituyen espacios vitales y necesarios para las transformaciones sociales, para las luchas. Pero para que estos espacios no sean igualmente espacios de reproducción de la dominación, es necesario que los dominados-as tengan lugares y momentos que les pertenezcan totalmente.