La Lucha contra el Cambio Climático desde el Sur

El tambo cultural: (re)valorización de la arquitectura vernácula amazónica

, por MOCICC , LOZANO SUAREZ Carlos Deivis, VIDAL AUCCA Yoav Saulo

El tambo es un tipo de edificación que tiene como objetivo ser un espacio social en las comunidades de los pueblos originarios. Esta expresión arquitectónica se encuentra presente en varios espacios de la Amazonía peruana, dejando en evidencia los conocimientos ancestrales, el manejo responsable con la naturaleza y de los elementos de construcción. Frente a la crisis ecológica, estos podrían ser una solución sostenible y al mismo tiempo una vía para revalorizar los conocimientos ancestrales de la Amazonía peruana reflejados en la arquitectura vernácula. Este artículo presenta una reflexión sobre el tambo cultural como forma de revalorizar la arquitectura vernácula en la Amazonía peruana y su impacto frente al cambio climático tomando como caso a las construcciones en las comunidades Kichwa del Bajo Huallaga.

La verdadera respuesta a la crisis ecológica solo podrá hacerse a escala planetaria y a condición de que se realice una auténtica revolución política, social y cultural que reoriente los objetivos de la producción de los bienes materiales e inmateriales.

Félix Guattari

Que linda es mi selva verde, bendita tierra gigante, hermosa tierra de amor. Es la selva que nos brinda, la riqueza de su suelo, su riqueza natural.

Los Mirlos

Introducción

La Amazonía peruana es la región con mayor territorio, diversidad cultural y biológica en el Perú. Se caracteriza por sus grandes bosques, su clima tropical, sus grandes fuentes de agua y su multiplicidad étnica, conformada por cincuenta y uno pueblos originarios que trabajan todos los días para poder mantener viva la Amazonía. Cada uno de estos pueblos ha desarrollado conocimientos ancestrales muy valiosos que son el resultado de las adversidades, requerimientos y cosmovisiones a través del tiempo. En la Amazonía peruana se han desarrollado diversas edificaciones, y estas expresiones arquitectónicas responden a las necesidades de cada población. En el caso particular del bajo Huallaga se aplican conocimientos que en estos tiempos se están pensando como respuesta al cambio climático asociado a constantes lluvias, inundaciones, temperaturas altas, fuertes vientos, etc. Asimismo, estos responden a las tradiciones culturales de los pueblos originarios, vinculándose a la forma en la que interactúan los pobladores, es decir, el momento en el que tejen redes sociales y fortalecen sus alianzas.

Este artículo se centrará en el estudio de caso de la arquitectura vernácula que se encuentra presente en las comunidades Kichwa del Bajo Huallaga, en el departamento de San Martín, Perú. Está región tiene un tipo de edificación que destaca: el tambo. Resulta ser un espacio social, donde las familias de las comunidades se reúnen para compartir sus conocimientos, alimentos, trabajo comunitario e interactuar sobre asuntos correspondientes a la comunidad por medio de asambleas. En ese sentido, este tipo de edificación abre las puertas para revalorizar la arquitectura vernácula de la Amazonía peruana, a la par que contribuye al rescate de los conocimientos ancestrales, la cultura; en consecuencia, se destaca su contribución como práctica sustentable que puede ser reflejada en espacios urbanos.

Arquitectura vernácula – arquitectura sustentable de adaptación frente al cambio climático

La arquitectura es la disciplina que se encarga de desarrollar espacios para que las personas que la habitan tengan confort, al mismo tiempo que posibiliten a sus moradores a desarrollar sus actividades diarias con facilidad, así como la interacción con otras personas. A partir de la corriente modernista en la arquitectura y del gran intento de buscar alternativas sustentables frente al cambio climático, surge el interés por el estudio de las edificaciones originarias de diferentes grupos culturales alrededor del mundo. Estas edificaciones representan conocimientos propios y valores históricos que perduran en la actualidad.

La arquitectura vernácula se caracteriza por ser una donde el constructor no usa planos, pero si hace un estudio del espacio donde se construirá o tienen conocimientos previos sobre el sitio. Asimismo, saben qué materiales usar, como es el caso de los troncos, piedras, tierra, fibras vegetales o lianas. Por lo tanto, es considerado como una arquitectura sustentable por la armonía que tiene con el medio ambiente, (re)utilizando recursos naturales sin necesidad de una actividad extractivista.

A diferencia de la arquitectura contemporánea que “se ha apartado de sus raíces olvidando aspectos tan sensibles como la adaptación al medio, el régimen de brisas, la trayectoria solar y los materiales y técnicas locales” (Chaos, 2015, p. 64), la arquitectura vernácula usa materiales propios de la región; asimismo, son pensadas para que sean estructuras adaptadas al espacio geográfico y factores climáticos, y son manifestaciones que, según Pérez (2018), consolidan la cultura, al hacer edificios que encarnan tradiciones y no edificios tradicionales.

Mientras tanto, Bernard Rudofsky (1973) nos presenta una reflexión que intenta desligar a la arquitectura de una suerte de arte; en ese sentido, se refiere a la arquitectura vernácula como una arquitectura anónima: se aleja de la idea de darle énfasis al trabajo del arquitecto (individuo) y se resalta el trabajo colectivo.

Arquitectura vernácula en las comunidades Kichwa del Bajo Huallaga

El Valle del Bajo Huallaga es la denominación que se le da al valle creado por la superficie baja de los bordes del río Huallaga, una creación geográfica natural que empieza en el distrito de Chazuta y termina en la parte baja de la cuenca del río Huallaga, en el distrito de Jeberos. Comprende las regiones de Loreto y San Martín hasta el río Marañón. Es una zona perteneciente a la selva baja, y se caracteriza por sus densos bosques tropicales. En la región de San Martín los distritos que pertenecen al Bajo Huallaga son: Chazuta, Huimbayoc, Chipurana, Papaplaya, Barranquita y Caynarachi. En los márgenes de esta área del río Huallaga viven comunidades nativas Kichwa y Shawi. En este artículo se tomará como referencia la arquitectura vernácula en las comunidades Kichwa del Bajo Huallaga en el distrito de Chazuta, área comprendida desde el malpase de Chumía hasta el centro poblado de Achinamiza. La población Kichwa de esta área se dedica a la pesca, la caza de animales del monte, crianza de animales como gallinas, la agricultura y la materialización de su cosmovisión en artículos como vasijas o tejidos. También se encuentran edificaciones que son llamadas tambos por los pobladores. Estos, pueden tener dos funciones: vivienda o espacio social. Estas funciones están ligadas a la forma de vivir de los pueblos, la cual está intrínsecamente vinculada a la distribución de los espacios.

La vivienda

En las comunidades Kichwa del Bajo Huallaga las viviendas suelen ser con diseños de planta rectangulares y la cocina está diseñada fuera del tambo para evitar pérdidas por incendios. Las paredes son hechas de cañas amarradas con una liana llamada atadijo, de quincha y/o tapial. Los postes u horcones de la construcción están hechas de madera resistente a la putrefacción como el shungo y el paliperro; o en todo caso, la parte que será enterrada pasa por un proceso de carbonización que le permita mantener su resistencia a la humedad, a los insectos y que este tenga mayor duración. Fuera de la vivienda hay un espacio de tierra que los comuneros llaman vereda, que usan para descansar al aire libre. Entre el terreno y la vivienda hay una zanja cuya función es drenar el agua de las altas precipitaciones. Asimismo, todo tambo tiene su huerta, la cual está comprendida por más de la mitad del terreno; este es libre y funciona como área de cultivo, recreación y socialización.

Vivienda en el centro poblado de Ishkay Urmanayuk Tununtunumba.

Tushpa rumi es una cocina de piedras ubicada en el suelo, que usa leña como combustible. Se encuentra al aire libre o bajo un techo alto, para evitar que se originen incendios y evitar la concentración del humo en la vivienda. En este espacio, la familia Kichwa se reúne tres veces al día para compartir la comida del día y hablar sobre las actividades pendientes. Los Kichwa del Bajo Huallaga son una población que se dedica a la pesca, principalmente en los meses de julio y agosto, por lo que es común encontrar colgados en el espacio de cocina sus redes de pesca llamadas “tarrafas”. El segundo piso de la vivienda, separada por un entablado, tiene la función de dormitorio y espacio de recreación. Tiene dos pisos; el primero es el espacio común, y el segundo piso es donde tradicionalmente duermen las familias Kichwa. En la parte de los alrededores de las viviendas (huerta) están los cultivos y los animales de crianza, que principalmente son aves de corral como patos, pavos, gallinas y gallinas de guinea.

En el caso de que la edificación se encuentre en una zona con riesgo de desbordes o crecientes de quebradas y ríos son construidas sobre palafitos, que evaden las crecientes de los ríos. Los palafitos están empotrados en el suelo; cuentan con una plataforma entablada donde se encuentra el comedor, la cocina o el área común. También tiene un segundo piso que es cerrado y es donde se ubican las habitaciones. En algunos casos no hay plataforma al estar alejada de alguna quebrada o río; sin embargo, al ser una zona con fuertes precipitaciones, se construyen palafitos para evitar inundaciones dentro de la vivienda.

El tambo cultural

El tambo cultural o yachay wasikuna, en lengua originaria kichwa, es una edificación que se ha propuesto para comunidades Kichwa del Bajo Huallaga como resultado de un proceso de documentación de los saberes ancestrales sobre arquitectura vernácula, armado de un programa de necesidades y propuesta de elementos modernos que minimicen los peligros en la edificación. Es así como se obtiene una arquitectura híbrida que responde como un espacio muy importante para la población, puesto que les permite generar espacios de diálogo, refugiar a dirigentes desplazados con sus familias, espacio para festividades, espacio colectivo para aprendizaje y trasmisión intergeneracional de conocimientos.

Construccion del techo de un tambo cultural. Mayo 2024.

Los yachay wasikuna se crean con materiales como la madera, fibras vegetales, hojas y tierra. La madera es usada para crear la estructura de la construcción (postes, vigas, viguetas, tijerales, riostras), para ello se usan diferentes especies dependiendo del elemento estructural y de las condiciones que deben afrontar cada uno; por ejemplo, para los postes es recomendable usar paliperro, un tipo de madera resistente a la humedad del suelo; para las vigas y tijerales es recomendable usar kapirona, un tipo de madera suave, flexible y resistente al pandeo. Estas especies de árboles son nativas de la Amazonía, de rápido crecimiento (dos a ocho años), sin embargo, los comuneros priorizan el uso de los troncos caídos o arrastrados por el río Huallaga. Además, cabe resaltar que estas especies frecuentemente son usadas para reforestar zonas afectadas por la deforestación y se pueden aprovechar de manera sostenible por su rápido crecimiento.

El techo es un tejido de hojas de palmeras, como la shapaja y yarina. Estos tipos de hojas son importantes para diferentes pueblos de la Amazonía. En el caso de la población Kichwa del Bajo Huallaga utilizan las hojas de palmeras para sus artesanías, cestos, la creación de fibras vegetales, en fiestas típicas para el trenzado característico de la umisha y en ramadas que proporcionan sombra a los pescadores cuando están pescando. Para sujetar las riostras con las hojas del techo se usan lianas fuertes como el atadijo o tamshi; para dar forma a la estructura del techo se usan varas de caña brava.

Para generar mayor resistencia a la edificación, los tambos culturales usan columnetas que están elaboradas de una mezcla de cemento, arena y piedras que rellenan una estructura hecha de fierro. Estas columnetas tienen la función de darle mayor duración a las columnas de madera, ya que el material del que están elaboradas no absorbe la humedad del suelo y permite dar un mayor soporte sobre este. Las columnetas están unidas a las columnas de madera por medio de placas de anclaje de hierro que dan una mayor sostenibilidad y evitan futuros derrumbes.

Revalorización cultural y acción frente al cambio climático

Los conocimientos ancestrales de las comunidades indígenas han marcado el tiempo y el espacio mediante sus prácticas culturales, como son los rituales, las festividades, los modos de producción, los conocimientos medicinales y la materialización de su cosmovisión en cerámicas, tejidos e incluso edificaciones.

Mujeres pisando arcilla con shano para hacer ceramica.

Los intereses económicos y políticos por parte de empresas extractivas, gobiernos regionales, el estado y, en algunos casos, por los mismos indígenas, así como la constante persecución y criminalización hacia defensores territoriales, la privatización de nuestros recursos naturales- que son otorgados a concesionarias extractivas como madereras legales e ilegales, proyectos mineros y petroleros, proyectos como hidroeléctricas, carreteras o actividades predatorias como la tala para el monocultivo y el narcotráfico- afectan a la Amazonía conduciendo a un punto de no retorno, debido al aumento de deforestación, incendios y cambios sustanciales en el suelo; el desplazamiento territorial de humanos y no humanos implica un exterminio del ecosistema y de las culturas locales. En ese sentido, es necesario plantear soluciones que no permitan perpetuar tales prácticas y hacer frente a dichas problemáticas; principalmente las que contribuyen al cambio climático son de suma importancia.

El caso que se presenta es un proyecto arquitectónico de índole socioambiental que permite acoger actividades tradicionales como artesanías, asambleas, al igual como refugio para personas desplazadas, principalmente defensores ambientales. Desde nuestro trabajo como activistas, de la vivencia con los pobladores, autoridades y sabios guardianes de los conocimientos en construcción, se ha logrado hacer una lista de las necesidades de las comunidades Kichwa del Bajo Huallaga, reflejadas por su modo de vida, que permiten conservar sus tradiciones.

La primera necesidad es generar espacios de diálogos, donde el apu, como autoridad máxima de la comunidad nativa, convoca asambleas comunitarias, para coordinar jornadas de trabajo comunitario, y participa de la toma de decisiones de la comunidad, por parte de todos sus miembros.

Asimismo, otra de las necesidades que hemos podido rescatar es poder refugiar a dirigentes desplazados por sus familias. El Bajo Huallaga es una zona donde los conflictos territoriales por parte de las comunidades nativas y las economías ilegales (narcotráfico, tráfico de tierras y tala de madera) son comunes, inclusive ha llegado a ser un escenario cada vez más violento. El caso más reciente es el asesinato al Apu Quinto Inuma, quien en vida defendió su territorio y denunció reiteradamente el ingreso de madereros ilegales y narcotraficantes al territorio Kichwa. Lamentablemente, no se cuenta con una estrategia por parte del estado y ni de las comunidades nativas para refugiar a dirigentes indígenas y a sus familiares que corren peligro, por lo que son obligados a desplazarse hacia ciudades cercanas, en donde deben empezar desde cero con un ritmo de vida totalmente diferente.

Estás construcciones también cumplen la función de ser un espacio para las festividades. En cada comunidad nativa existe un calendario de festividades en donde todos se organizan y hacen posible la realización de la actividad; de manera comunitaria preparan alimentos y bebidas, reafirmando, así, la confraternidad.

Finalmente, suple la necesidad de un espacio colectivo para el aprendizaje y transmisión intergeneracional de conocimientos; un espacio donde, por medio de la transmisión oral, se reproduzcan las prácticas de los pueblos indígenas de manera que estas se mantengan vivas durante generaciones. Espacios en donde se realizan y sigan realizando cerámicas, tejidos, brebajes de plantas medicinales y otros tipos de prácticas tradicionales.

Estas necesidades identificadas nos han permitido entender por qué las comunidades indígenas en el Bajo Huallaga tienden a perder sus tradiciones con el tiempo; esto se ve reflejado con mayor intensidad en los jóvenes de la comunidad, quienes poco a poco dejan de compartir dichas prácticas, festividades y la misma identidad en la arquitectura. Puede ser por temor o también porque se ha perdido la conexión con nuestros ancestros y con el territorio. Sin embargo, la revalorización de estás prácticas no solo hará que la identidad Kichwa se fortalezca, sino que ayudará a hacer frente al cambio climático, ya que los conocimientos de la población Kichwa se han caracterizado por la armonía y conexión con la naturaleza, lo cual se ve reflejado en el vasto conocimiento sobre el uso de las plantas medicinales, domesticación de plantas, saber cuándo y dónde se debe cazar y pescar, el conocimiento de los ciclos lunares y la conciencia del poder hematológico de la menstruación al momento de la siembra, cosecha y extracción del barro para la transformación de este en cerámicas.

Tambo cultural en la comunidad de sinchi runa de llukanaycu.

En ese sentido, se pensó en un yachay wasi; la construcción cuenta con un espacio extenso para reuniones y actividades colectivas, también cuenta con un módulo de servicios con la cocina, los baños y un pequeño almacén. Tras del módulo tenemos los talleres para que todos, tanto adultos como niños, puedan asistir y realizar sus artesanías; en el segundo piso están algunas habitaciones para dirigentes desplazados y familiares. Cabe resaltar que estos espacios pueden adaptarse a cada comunidad; este es el caso de la Comunidad Nativa Túpac Amaru, la cual ha implementado una biblioteca comunal en los módulos de talleres, y en la Comunidad Nativa Llukanayacu, la cual decidió realizar un horno de barro en la huerta del tambo, y son las mujeres quienes más uso le dan con actividades comunitarias de emprendimientos, para faenas y minkas.

Para el desarrollo del proyecto se han considerado los pilares planteados para la sostenibilidad: lo social, lo económico y lo ambiental; al mismo tiempo, uno adicional que nosotros consideramos importante: lo cultural. A continuación explicaremos cada uno de estos pilares.

  • 1) Social; la comunidad nativa debe ser parte desde la concepción de la edificación pasando por la construcción y uso. Es por ello que realizamos talleres y procesos de consulta para recoger toda sugerencia y necesidad que permita realizar un diseño adecuado. Los comuneros participaron en la construcción mediante faenas, tanto hombres y mujeres, contribuyendo para cada momento.
  • 2) Económico; este punto se refiere al mantenimiento y obtención de materiales, el cual no debe afectar a la comunidad beneficiada para que no resulte en una edificación abandonada. Para evitar eso, se optó por una construcción tradicional, la cual es parte de los conocimientos que han sido transmitidos por los antepasados a muchos de los comuneros, asimismo, se ha priorizado la utilización de materiales que sean fáciles de conseguir, principalmente, aquellos que están presentes en las chacras de los comuneros. También el trabajo comunitario es importante, ya que resulta ser una forma de conectar a los constructores con su equipamiento, lo que resulta en una mayor conexión y mayor interés por cuidarlo.
  • 3) Ambiental; frente al cambio climático y a la situación de punto de no retorno de la Amazonía, los materiales que se usan son extraídos del territorio y suelen ser elementos que nosotros llamamos “reciclados de la naturaleza”, es decir, materiales que por alguna condición meteorológica han sido derribados, por ejemplo, en la construcción de los tambos se usaron árboles caídos encontrados en la rivera de los ríos. También se usan materiales regenerativos, como es el caso de las hojas de palmera que son materiales que vuelven a crecer. Cada elemento retorna a la naturaleza, mediante su proceso de degradación, el cual es de aproximadamente veinte años, tiempo de vida útil que debe tener un tambo cultural.
  • 4) Cultural; el espacio está destinado para la recuperación de nuestra cultura y respetar los conocimientos de los sabios constructores. Es necesario entender que, para cada proceso en la construcción, se requieren de estos conocimientos. Por ejemplo, para la obtención de las hojas de palmas no deben ser recogidas durante la luna llena, sino se convertirá en un criadero de orugas o, en el caso de la madera, esta no debe ser colocada en el sol, porque se dobla o pandea y se quiebra.

Reflexiones sobre la arquitectura vernácula

Es fundamental resaltar la importancia de los conocimientos presentes en las construcciones de los pueblos originarios, llamadas “arquitectura vernácula”. Dicha importancia se ve reflejada en soluciones que son traídas cuando pensamos en la crisis climática. Los Kichwa nos muestran una gran inteligencia expresada en la armonía con la naturaleza, por medio de la utilización de materiales locales, los cuales al ser utilizados no alteran el ecosistema; asimismo, vemos que sus conocimientos tradicionales pueden ser flexibles, ya que permiten incorporar elementos estructurales modernos a las técnicas tradicionales, lo que implica la búsqueda de soluciones a necesidades, como dar una mayor durabilidad a las construcciones manteniendo su estética y armonía con el medio ambiente, en lugar de generar una pérdida cultural.

Podemos pensar en las diferentes funciones que se le puede atribuir al tambo cultural, haciendo de este un espacio que muchas veces se desliga de lo físico, donde se puede mantener la cultura viva y lograr que la comunidad se una para poder realizar diferentes actividades, como discutir sobre las necesidades y solucionar los problemas presentes; en otras palabras, el tambo cultural es un espacio que permite mantener viva la cultura Kichwa. Espacios como este permiten rescatar los saberes ancestrales, como el de las mujeres Kichwa que hacen cerámica, bordados y tejidos que son enseñados a los niños como si se tratase de una escuela comunal. Las relaciones tejidas en las comunidades son muy importantes, porque permiten la organización frente a los conflictos, amenazas y la transmisión de conocimientos de manera intergeneracional. A pesar de eso, cada vez es más común que se adopten prácticas urbanísticas del mundo occidental como urbes con una plaza central, viviendas alrededor y equipamientos básicos que manda el Estado, que generan el aislamiento de los hogares, lo que lleva a una lógica que consume a los pueblos y los desconecta de los principios de comunidad.

El tambo nos invita a ser partícipes de una técnica que minimiza el impacto ambiental. En ese sentido, el tambo cultural es un punto de encuentro para el desarrollo de las acciones que combaten el Cambio Climático desde las Comunidades Nativas. El tambo como tal es un reflejo de lo nativo amazónico. Materiales brindados por la naturaleza que son transformados en construcciones, y cuando cumplen su periodo regresan a la tierra.

También el tambo sirve de punto de encuentro para las festividades y la realización de danzas como el shitareo. Asimismo, como hogares de refugio para defensores ambientales y población desplazada de sus territorios, quienes tienen el apoyo de las comunidades mediante alimentos como frutas, pescado, plátano, y recursos para subsistir. Sirve también de espacio de reuniones, en donde el apu (líder indígena) convoca a su comunidad y discuten las acciones frente a las amenazas: patrullajes del territorio, faenas y los principales desafíos de su comunidad como intervenciones para retirar madereros, invasores y narcotraficantes.

El tambo es un ser más de la comunidad, como dicen nuestros abuelos: si no usamos el tambo, este envejece rápido por la tristeza y por el abandono. Por lo que su duración, felicidad y vigorosidad depende de nuestra unión y de las actividades culturales que desarrollemos en este, es decir, si el tambo dura cuarenta años, es porque hemos sido una comunidad durante esos años. El espíritu de este nos refugiará cada vez que lo necesitemos; de igual manera, se suele sembrar una huerta con plantas medicinales junto al tambo, para que sus espíritus cuiden de nuestra casa comunal.

Finalmente, recalcamos una vez más que estás construcciones no solo sirvieron para fortalecer la identidad Kichwa, sino también para pensar en cómo los conocimientos indígenas de la Amazonía peruana se presentan como una resistencia ante la crisis climática y el pensamiento científico occidental. El verdadero sentido de accionar frente al cambio climático es no perder lo que somos; ser nativo es ser defensor del territorio, de nuestro hogar. No se puede pensar en tomar acciones sin “nuestra” casa comunal, es ahí donde la historia se forma y donde las acciones fluyen. La reforestación no se da porque ha subido la temperatura, sino porque nuestras cuencas de agua necesitan tener sus frutos como el aguaje, para que estos fluyan y tengan vida; no tumbamos árboles porque eso aumenta la temperatura, sino porque es hogar de animales como el añuje, el picuro, la sacha vaca; el monte es quien nos alimenta y de donde obtenemos plantas sanadoras; al igual que el agua no es cuidada por la escasez, sino porque es hogar de la yacumama, los peces, porque la bebemos y nos da alimentos, porque es una fuente de vida. Estos conocimientos, que fueron silenciados durante siglos por el que relegaba de los estratos sociales al “indio” amazónico, nos traen una solución de reinvención del tejido social y transformación de la red cultural que afecta al modo de vida, buscando uno que piensa en la articulación de esferas ambientales y sociales o, dicho de otro modo, un modo de vida que se adapte al contexto de cambio climático.

Bibliografía

  • Chaos, Mabel. (2015). La arquitectura vernácula como importante manifestación de la cultura. Arquitecturas del Sur, 33(47), 62-73.
  • Guattari, Félix. (1996). Las tres ecologías. Pre-textos.
  • Pérez, Javier. (2018). Un marco teórico y metodológico para la arquitectura vernácula. Ciudades, 21, 01-28.
  • Rudofsky, Bernard. (1973). Arquitectura sin arquitectos. Breve introducción a la arquitectura sin genealogía. Editorial Universitaria de Buenos Aires.