El Chaco Americano: Actores de la construcción de un territorio compartido

El colectivo de mujeres del Chaco americano

, por Fundación Plurales , KREMER Liliana

Julio 2015

Encuentro trinacional de Educadores del Chaco Americano en el paraje Bandera Bajada, Provincia de Santiago del Estero (Argentina). ¿Cómo aprendemos unos con otros, a partir de contarnos nuestras historias con amenazas y desafíos ?

Su historia

El Colectivo de Mujeres del Chaco americano surge como resultado de un proceso impulsado por un pequeño grupo de mujeres que participaron en un Encuentro de Pequeños y Medianos Productores del Chaco Americano (RPMPCHA) que se realizó en Villamontes, B (2003). En esta ocasión, y por primera vez en estos eventos, una comisión trató la problemática de la mujer campesina. Desde aquí, se afirmaba:

"La necesidad de disponer de tiempos y espacios compartidos entre mujeres que permitan analizar problemas, estar menos aisladas, reflexionar con otras, intercambiar experiencias y aprendizajes y planificar acciones en colaboración sobre temas que tienen que ver con las condiciones de vida que atraviesan las prácticas cotidianas desde una mirada de género en el marco de la RPMPCHA."

Tomando esto como un objetivo y un desafío, se realizaron numerosos encuentros trinacionales en distintas provincias de Argentina, departamentos de Bolivia y en Paraguay, en el marco del 1er Encuentro Mundial del Chaco. En el 2011, como producto de ese camino recorrido, se reúne esta red de mujeres en Yacuiba (Bo), con la participación de 400 mujeres de toda la región. En ese espacio se formalizo la fundación del Colectivo de Mujeres del Chaco Americano. Su creación significó un compromiso para adentro y ante los otros. Lo que no estaba previsto fue la emergencia de un “nosotras” que dio un sentido de pertenencia al conjunto, sintiéndose visibles y reconocidas por otros, en sus territorios, redes regionales, los gobiernos locales, etc. Desde entonces, la mayoría de las participantes se propusieron vincular el trabajo local a partir de sus organizaciones (sindicatos, cooperativas, grupos informales u organizaciones de base mixtas o de mujeres) para crear mecanismos de incidencia y de toma de decisión tanto en lo público como en lo privado, e impulsar políticas públicas que permitan la equidad entre hombres y mujeres “apoyando la ruptura de relaciones de dependencia que generan violencia” [1] a una escala regional. Al conformarse como colectivo se decidió:

"(...) emprender un camino que pudiera consolidar y fortalecer un espacio que permita recuperar y compartir identidades diferentes, ampliar y visibilizar opciones semejantes y divergentes, incluyendo necesidades, problemas y potencialidades, desde un reconocimiento como sujetos y actoras de derecho en la vida política, cultural, económica y social de la región." [2]

Sus objetivos

Se planteó la necesidad de diseñar un plan estratégico que contemple acciones tales como: (a) Explorar, construir, diferenciar, compartir lenguajes sobre conceptos y acciones con y desde una perspectiva de género. (b) Generar compromisos de colaboración, articulación con organizaciones, redes, grupos del Chaco americano, América Latina y el mundo. (c) Promover e impulsar el acceso y derecho a una vida libre de violencia y que permita a las mujeres un buen vivir. (d) Ampliar el conocimiento y ejercicio de los derechos de la mujer: derechos sexuales y reproductivos, derecho a un trabajo digno, a la participación en cosas públicas, a la no violencia, a la salud y otros. (e) Trabajar por el acceso y el derecho a medios de vida sostenibles en relación con la salud, la educación, el trabajo, la maternidad, la sexualidad.

Las trayectorias de las integrantes locales de este Colectivo se manifiesta en un contexto cultural, político e histórico particular, con una mayoría de mujeres con perspectivas alejadas del feminismo urbano. Su característica singular es la heterogeneidad de su conformación: son mujeres en y de contextos disímiles. Orígenes étnicos, geográficos y políticos diversos reflejan preocupaciones y planteos que recuperan al construir una estructura desde sus propias perspectivas e itinerarios públicos y privados desde los que construyen sus identidades y proyectos. Sus sentidos de pertenencia (indígenas, migrantes, campesinas, comerciantes, funcionarias, bagayeras, dirigentes barriales, madres, educadoras, activistas, académicas, etc.), sus lugares de procedencia y los espacios que ocupan (familia, trabajos, militancias, redes comunales, de amigos) hacen que miren sus realidades desde lugares distintos, designen los problemas que son significativos para ellas y elijan opciones diferentes. Es así como este Colectivo surge de la convergencia de mujeres activistas, colaboradoras, militantes y dirigentas de distintas organizaciones mixtas.

Crear escenarios de diálogo para construir porvenires compartidos, colectivos. Este encuentro se realizó en Bolivia.

El colectivo parte de una base, un “nosotros”; es decir se constituye distinguiendo actores cuyas características los legitiman para ser parte de un colectivo sin embargo pueden diferenciarse dos tipos: uno, la de sectores que se conforman como colectivos negativamente diferenciados, es decir que se conforman como consecuencia de la mirada diferenciadora que el resto de la sociedad les dirige a partir de prejuicios, actitudes y prácticas sociales; otro, como minorías orgánicas (que designa desde adentro, una diferenciación de sus miembros con respecto al resto de la sociedad) que es el que distingue a este colectivo. Otra tipología permite diferenciar los procesos colectivizadores a partir de sus condiciones de origen, ya que unos se distinguen por asociarse contra la discriminación y/o por la igualdad (es más cercano al caso de este Colectivo de Mujeres); otros, contra la asimilación. Esto implica que lo que un grupo/colectivo –sea de mujeres, étnico, cultural, regional, religioso, etc– quiere destituir es lo que otros quieren conservar.

Su funcionamiento

La naturaleza y el funcionamiento de este Colectivo tiene el potencial de señalar que la democracia puede nutrirse de la diferencia en lugar de pensar la igualdad como mecanismo para eliminar las diferencias, lo que surge como su mayor desafío. Así: ¿Qué tienen estas mujeres en común?¿De diferente?¿Qué capacidad para ser convocantes y para convocar?¿Qué capacidades instaladas tienen o pueden tener para poder ser una expresión crítica sobre la situación de las mujeres en la realidad chaqueña?¿Qué capacidad de incidencia pueden tener?¿Cómo manejarán ética y políticamente su propio proceso?¿Qué capacidades tiene o deberá tener este Colectivo conformado desde la diversidad más absoluta –étnica, de clase, ideológica, etaria– para constituirse como un dispositivo desestabilizador de certezas y naturalizaciones? ¿Qué condiciones de posibilidad necesitan para convertirse en un territorio de aprendizajes que permita a sus participantes –desde lo personal y lo colectivo– conmoverse? (Likremer, 2013).

El proceso iniciado por el Colectivo de Mujeres parte de reconocer la necesidad de articularse y actuar ante problemas y desde singularidades que hacen a la cuestión de las mujeres, en diferentes ámbitos de intervención. Su conformación no excluyó ni fue contradictoria con la participación activa de sus miembros en, movimientos territoriales, campesinos e indígenas, gubernamentales, sociales, universitarios.

Su identificación desde el género no oculta ni minimiza otras identidades, opciones ni pertenencias étnicas, políticas, éticas, de clase. Estas se definen a partir de prácticas, símbolos y elementos de cohesión con pocas exclusiones múltiples, es decir no es un movimiento específico de mujeres indígenas o de defensoras ambientales, de mujeres jóvenes, migrantes ni de defensoras de sus tierras, de campesinas que incorporan la defensa de la soberanía alimentaria o el manejo de recursos; sino que aspira a abarcarlas a todas, gestionando distintas formas de construirlo y de involucrar una amplia gama de actoras del territorio, con intereses disímiles del territorio.

Esto se expresa en el seno del Colectivo al definir problemas, priorizar temas y estrategias conjuntas. Contiene temáticas tales como la violencia familiar y el maltrato, formas de vivir lo doméstico, el trabajo, la necesidad de mejorar prácticas de desarrollo local, la educación de sus hijos, el agua en el Chaco, la cuenca del Pilcomayo, las prácticas alternativas de salud, las responsabilidades del Estado en temas de salud reproductiva, la incidencia de las mujeres en cuestiones públicas, los derechos humanos de las mujeres, la violencia en el ámbito público y en el seno de las organizaciones, el liderazgo de las mujeres en los actuales espacios políticos de participación, la necesidad de crear canales de información y formación.

El punto convergente es hacer del Colectivo una herramienta política para fortalecer el tema género en las asociaciones, organizaciones y partidos políticos, comprometerse con procesos para construir una sociedad justa y equitativa; la democratización y autonomía de las organizaciones, el patriarcado o machismo de muchos en esas organizaciones; la necesidad de presionar por la igualdad de género; fortalecer procesos locales apoyando organizaciones de base; y pensar y sentar posición en relación a la coyuntura política nacional en el país. Las mujeres participantes del Colectivo reconocen que hay situaciones y temas en que hombres y mujeres, como personas y como grupos, tienen conflictos de intereses, pero consideran que este no es el eje, al menos que no es permanentemente. Esto tiene su correlato en que la mayoría participa en otros espacios en los que comparten cuestiones comunes o diferentes, pero no opuestas. Como plantea Arnold (2007): "nadie tiene el derecho a insistir en que somos engañadas o presas de la conciencia patriarcal y por esto, de tener la necesidad de Otros y Otras que nos aporten claridad ideológica; esto independientemente de la validez teórica de los análisis del género como cuestión de diferencia o igualdad".

Aun así, dentro de lo heterogéneo del Colectivo, se comparten intereses y proyectos partiendo de cuestiones concretas que viven en sus espacios locales. Describen al Colectivo como un “lugar especial”, “su lugar” aunque para cada una signifique algo diferente y la mayoría de ellas ya participe en otros espacios. Esto confirmaría que el Colectivo responde a una necesidad de pertenecer a, de ser parte de.

"Yo cuando empecé a participar cambié mi forma de ser. Cambié cuando me animé a hablar, a no quedarme callada nunca más pues es mucho lo que tengo para decir y compartir." (Flora, productora de cítricos y vendedora en el mercado)

Un aspecto distintivo de este Colectivo es el de conformarse desde la diversidad con la fragilidad de estar sentando las bases de su propia organización, pero con un fuerte potencial para consolidarse, con una amplia diversidad de actoras que son activistas de movimientos sociales y partidos políticos. Asume el desafío de reconocer la diversidad como un valor e incluye diferencias étnicas, espaciales (rurales, urbanos), de jerarquías (dentro de sus comunidades y organizaciones), de idiomas (guaraní, quechua, toba, castellano, wichis) en su seno. La socialización de sus actoras con distintas pertenencias (étnicas, de clase, desde ámbitos rurales o urbanos, jóvenes, adultas y viejas; campesinas o comerciantes, modistas, empleadas domésticas, vendedoras ambulantes, enfermeras, maestras o jefas de hogar) organiza un intercambio de nutrientes (como plantean principios indígenas), la reciprocidad, la complementariedad, la identidad autónoma, y la relacionalidad.

Los reconocimientos mutuos, el intercambio de experiencias, las convocatorias, encuentros, acciones y movilizaciones amplían y visibilizan el pensar colectivo como posibilidad de mirar desde y hacia diversas perspectivas, indicando la implicación y la construcción de vínculos políticos y culturales; pues como menciona Gloria Anzaldúa (1987) nadie dice “yo voy a hacer este mundo mejor” a menos que lo haya sufrido o lo esté sufriendo.

Se fueron incorporaron estrategias de conversaciones públicas, lo que orientó hacia un proceso en el que circularon distintos puntos de vista desde sus propias experiencias e historias. Cada una se convirtió en co-protagonista –actoras y autoras– y fue posible un reconocimiento del otro y en consecuencia, un espacio de encuentro que permitió comprender y respetar al otro sin aceptar necesariamente su perspectiva. Estas conversaciones compartidas tuvieron la intención de ampliar y anclar en las diferencias, para permitir abandonar la postura de “mantenerse firmes” y abrir la posibilidad de cambiar o de incrementar los relatos, siendo un disparador de otras narrativas:

“¿Qué quieres decir con esto?
Todavía no lo sé, aún no hemos terminado nuestra conversación’”.

Estas narrativas distinguen tematizaciones que aluden a realidades y preocupaciones de estas mujeres: violencia, salud, educación, trabajo, vínculos con la tierra, y relación con los procesos migratorios, las problemáticas ligadas a la proximidad con la frontera y aspectos relacionados con su participación en la vida política.

En la actualidad, el Colectivo es un territorio de aprendizajes y de construcción compartida de conocimientos: que se plantea como desafíos ampliar su capacidad organizativa, consolidarse, generar cambios que permitan un ejercicio pleno de los derechos como mujeres e incidir políticamente en la región. Busca consolidar colectivamente procesos organizativos compartiendo herramientas que sirvan para construir relaciones sociales superadoras teniendo en cuenta una perspectiva de género.

El desafío a futuro es consolidarse como una organización de mujeres, social y políticamente activa, que elija y decida caminos reflexivamente –molestando, provocando, dudando-; y que sirvan para conocer, comprender y ejercer derechos con energía, sabiduría y libertad (Likremer, 2015).