Enero de 2016
Desde que en 1976 el Frente Polisario (FP) [1] proclamó la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) en el exilio, cada día, decenas de miles de saharauis que viven en los campamentos situados en territorio argelino enfrentan la misma rutina que les ha preparado su forzado destino: una larga espera en el más inhóspito de los desiertos que dura ya más de 40 años y que se ha convertido en una continua resistencia por la supervivencia personal y colectiva, así como existencial y política.

Amanece en Tindouf, las mujeres despiertan a sus hijos e hijas y les preparan algo para desayunar entre la escasa ayuda que reciben de los organismos humanitarios y la solidaridad internacional. En una sociedad tradicionalmente patriarcal y en la que una gran mayoría de hombres continua en el frente de los Territorios Liberados [2] por el Polisario a la espera de retomar la lucha armada, continúan siendo las mujeres las encargadas de los cuidados; ellas fueron también las que, en los años de resistencia armada contra Marruecos y Mauritania [3] , construyeron los cimientos de las actuales instituciones de la RASD. Y gracias a este papel estratégico y relevante de las mujeres en el conjunto del proceso de liberación saharaui, miles de niños y niñas saharauis salen de sus jaimas todas las mañanas camino de una de las más de 30 Madrasas [4] que hay en los campamentos. La educación, obligatoria y pública, ha sido una de las apuesta principales del FP, un derecho consagrado en su constitución como respuesta a la herencia recibida por la colonia española con un 90% de la población saharaui analfabeta.
No corrieron la misma suerte las generaciones que nacieron en el Sáhara Occidental tras la invasión militar y ocupación del territorio por Marruecos. Allí también amanece pero la rutina es bien diferente a la de los campamentos de refugiados: consiste en llegar a la noche con vida, sin ser detenido, torturado o desaparecido, por el mero hecho de ser saharaui en su propia tierra, ya que los derechos civiles y políticos son sistemáticamente violentados por el régimen marroquí. En este sentido, el informe bianual elaborado por el Centro Robert F. Kennedy sobre violaciones de derechos humanos en el Sáhara Occidental entre enero y junio de 2015 constata que las autoridades marroquíes siguen cometiendo graves violaciones de derechos humanos contra la población saharaui habiendo registrado más de 70 casos, como muertes en prisión y restricciones al derecho a la libertad de reunión, expresión y movimiento.
En lo que respecta a la situación de la educación en los Territorios Ocupados, es “desastrosa”. Así la definió la Ministra de Educación y Enseñanza de la RASD, Mariam Salek Ahmada, en declaraciones a Sahara Press Service en agosto del 2015. En esa línea afirmó que “el ocupante marroquí impone todo tipo de prácticas restrictivas e intimidatorias a los estudiantes saharauis, como asediar las escuelas con las fuerzas de seguridad que en ocasiones incluso aparecen con sus vehículos militares”. Todo esto ante la atenta mirada de los cascos azules, la Minurso [5], que extrañamente, es la única misión de Naciones Unidas en el planeta que no tiene bajo su competencia velar por el respeto de los derechos humanos.
De regreso a los campamentos de Tindouf, Rabuni se ha convertido en la capital administrativa del estado saharaui en el exilio. Allí están la presidencia, los ministerios y el parlamento saharaui, además de las sedes principales de las organizaciones de la sociedad civil saharaui. La RASD es el resultado de una arquitectura institucional conformada en situaciones muy complejas y que con una economía basada mayoritariamente en la supervivencia y la provisionalidad del exilio, siempre ha dependido de los recursos procedentes del exterior, vía ayuda humanitaria, y de la solidaridad interna (hospitalidad) que tanto caracteriza a la población saharaui.
Además de generar el mayor bienestar posible entre su población a través de políticas públicas, la RASD ha planteado la propuesta de liberación del pueblo saharaui a través de una doble vía, la diplomática y militar, esta última en un segundo plano desde la firma del Acuerdo de Paz con Marruecos en 1991. Hasta la fecha más de 80 países han reconocido la RASD (la mayoría estados de América Latina y África [6]) y han abierto delegaciones y embajadas en la mayoría de los países. Además, la RASD es miembro fundador de la Unión Africana (antes OUA).
En el campo educativo la cooperación con otros países también ha sido fundamental para la formación de las nuevas generaciones, siempre con la mirada puesta en un eventual retorno a un Sáhara libre. La falta de recursos económicos que mencionamos anteriormente no ha permito desarrollar estructuras sólidas en los campamentos más allá de la educación primaria, por lo que los niños y niñas saharauis, una vez cumplidos los 12 años y terminados sus estudios en las Madrasas, han tenido que salir al extranjero para continuar con sus estudios secundarios y universitarios. Algunos no muy lejos, en Argelia; pero otros, a más de 7.000 kilómetros, en Cuba.

Precisamente, Cuba ha sido desde los orígenes de la RASD un aliado fundamental del Frente Polisario. Son hijos/as de la revolución cubana y sus logros, como el educativo, así como de sus principios fundacionales de la solidaridad internacionalista. El 20 de enero de 1980 Cuba reconoció oficialmente a la RASD y al igual que ha hecho con otros países del Sur Global, ofreció muchas y generosas becas para estudiantes saharauis. Los primeros llegaron en 1977. En una entrevista realizada en La Habana al agregado de la embajada saharaui en Cuba, Abdelmayid Ahmed [7], afirmaba que en Cuba se habían graduado más de cuatro mil estudiantes saharauis en diferentes carreras. Y es que Cuba ha sido la escuela de nuevos talentos que en un futuro, esperamos cercano, levantaran los cimientos del Sáhara libre. Hoy esas personas jóvenes que estudiaron en Cuba son médicos, enfermeras, maestras, ingenieras, abogadas... y son sobre todo, cubarauis.
Según Liman Boisha, periodista y escritor saharaui, ser cubaraui es una suerte y un mérito. Suerte por la oportunidad de estudiar en un país como Cuba; mérito por resistir tantos años sin ver a sus familias. Y es que los cubarauis no regresaban a los campamentos hasta finalizar sus estudios, desarrollando fuertes señas de identidad y constituyendo una propia comunidad en la sociedad saharaui contemporánea. Hablan un lenguaje propio, no necesariamente la lengua castellana y fruto de la asimilación cultural cubana surge entre ellos una espontánea complicidad allá dónde se encuentran.
Pero una vez de regreso a los campamentos y con una población mayoritariamente joven que no conocen ni han nacido en su país, todos esos sueños y mentalidad más abierta se ven truncados. Un reto verdaderamente complicado para un conflicto que parece estancado en las arenas movedizas del desierto. Y es que los ex estudiantes saharauis en Cuba sufren un choque cultural e identitario en el viaje de ida y de vuelta. Aunque la sociedad saharaui sea más tolerante y liberal que otras sociedades predominantemente musulmanas, no deja de ser una sociedad de orígenes patriarcales, nómada y de prácticas culturales muy arraigadas, como el control familiar. En un primer momento, los y las cubarauis fueron estigmatizados por comportamientos que cuestionaban ciertas creencias y costumbres de su pueblo originario, pero con el tiempo se han convertido en la comunidad más respetada de los campamentos, pues son los y las médicos que curan, los y las maestras que enseñan, etc.
No obstante, con una población joven cada vez más formada y poco futuro laboral en los campamentos, apremia la necesidad de desbloquear el impasse del conflicto, pues cada vez son más las personas formadas que deciden emigrar en busca de un sustento para sus familias. Según Javier Surasky (2013):
“los estudiantes formados en el sur (Cuba) y con dinero del sur (cooperación Sur-Sur), suelen ser captados por países desarrollados generando una pérdida del valor de todo el proceso. Y, por otra parte, nada se hace en el ámbito internacional para revertir la situación a la que se somete al pueblo saharaui por falta de voluntad política para hacer respetar sus derechos”.
Ahora bien, la emigración de población refugiada no es el único riesgo que enfrenta en la actualidad el Frente Polisario. El contexto internacional como el crecimiento económico, las presiones migratorias, la seguridad energética y los cambios políticos también condicionan la realpolitik del conflicto, al igual que el posible momento crítico de la izquierda en América Latina también sería una amenaza para la causa saharaui. Así mismo, la institucionalización del movimiento de liberación nacional en un Estado en el exilio hace al Frente Polisario responsable de las incapacidades en la gestión de algunas cuestiones, que son aprovechadas por Marruecos para culpar al FP de violaciones de derechos humanos en los campamentos.
Comentario
La estatalidad pudo ser una trampa para la búsqueda de una rápida solución al conflicto, pues hoy la responsabilidad moral/ética (no jurídica) de garantizar y proveer los derechos básicos de la población saharaui recae en las instituciones paraestatales creadas por el FP, y no, como indican los protocolos que rigen los conflictos armados, en la potencia ocupante (como sería en el caso del Sáhara ocupado por Marruecos) o el país de acogida de la población refugiada (Argelia).
Todo esto hace cada vez más necesaria una urgente salida al conflicto, a través de la celebración del referéndum de autodeterminación, la incorporación en la Minurso de las competencias para la garantía de los DDHH y el liderazgo del Estado español como administrador del territorio no-autónomo en el proceso de descolonización. No avanzar en esa dirección refuerza aún más las posiciones favorables para el retorno legítimo a la lucha armada contra Marruecos y favorece la consolidación de “lobbies” pro marroquíes para tratar de obstaculizar la solución y legitimar las aspiraciones imperialistas del rey Mohammed VI.
Y es que, en un contexto internacional superado por el miedo a posibles ataques del Estado Islámico y las medidas de “yo te protejo a cambio de que renuncies a algunas de tus libertades” como puede ser el caso del Estado de Emergencia en Francia, se hace evidente la complicidad del Estado francés con la monarquía alauí, que lejos de aplaudir y apoyar al pueblo saharaui en la búsqueda de una solución pacífica al conflicto, apoya a los señores de la guerra convirtiéndose ellos en los mayores valedores de la violencia.
Finalizamos rescatando una de las citas del mártir El Uali Mustafa Sayed (fundador del FP y primer presidente de la RASD asesinado en 1976) en la que afirmaba: “si quieres tu derecho es preciso que estés dispuesto a derramar tu sangre, es preciso que sacrifiques todo por una sola cosa: tu dignidad”. Y es que los y las saharauis cada día que se levantan nos enseñan dignidad. La dignidad de un pueblo que se resiste a que les sea arrebatada su tierra.