La clase de Davos, pese a los agradables modales y la bien entallada ropa de sus miembros, es depredadora.
En mi trabajo, observo que una de las cosas más difíciles de hacer entender al público -el mío suele componerse de personas generosas e inquietas- es que andan por ahí una serie de individuos resueltos, poderosos y educados pero de veras peligrosos; que comparten intereses de clase, sacan un extraordinario provecho del statu quo, se conocen unos a otros, se mantienen unidos -y quieren que básicamente no cambie nada.
De todos modos, me gustaría dejar claro que no estoy poniendo en entredicho la ética individual de nadie -seguro que hay un montón de banqueros bondadosos, empresarios magnánimos y ejecutivos socialmente responsables-; sólo estoy diciendo que, como clase que son, hay que contar con que se comportarán de determinada forma aunque sólo sea porque están al servicio de un sistema muy concreto. Leia más