Nesse documento do Comité de Unidad Campesina – CUC, da Guatemala, são apresentadas algunas das concepções de cosmovisão dos povos originários em suas relações com o processo de colonização e dominação implementado na América Latina. O texto avança na reflexão sobre a construção de novas sociedades, erigidas sob uma nova base econômica e tendo com um dos eixos centrais o respeito e a relação harmônica com a Madre Naturaleza e a pluralidade das sociedades. Os textos que seguem foram selecionados do docuemento Cosmovisión, Territorio y Lucha de Clases: Una Perspectiva desde la CLOC - Notas para el Debate- discutido no V Congresso da CLOC.
Cuando se habla de “cosmovisión” generalmente se hace referencia a la cosmovisión de los pueblos originarios o indígenas; sin embargo, se pasa por alto que en nuestras sociedades existe una cosmovisión dominante que favorece a determinadas clases sociales y que generalmente se le denomina “visión occidental” pero que, al referirse a ella en términos genéricos, se pierde de vista cuál es su carácter de clase; por ello una especificación se impone como necesaria.
Al hablar de cosmovisión dominante nos referimos a una cosmovisión que se ha ido forjando a lo largo de los siglos y que se nutre de distintos orígenes. Entre sus nutrientes está la visión greco-romana de la que deviene la concepción de la separación y contraposición entre lo espiritual y lo material, entre el mundo y las ideas; el pensamiento de que el ser humano es el centro del universo y la legislación del derecho de propiedad. Asimismo la cosmovisión dominante se nutre del mundo judeo-cristiano donde se considera que el hombre está llamado a dominar la naturaleza; proviene cierto nivel de intolerancia y también el concepto del bien y del mal y por lo tanto de la moralidad que predomina en nuestras sociedades. Asimismo, esta cosmovisión dominante se nutre del liberalismo que ha impulsado la formal división de poderes, aunque en la práctica sean las burguesías quienes controlan el poder real; igualmente el individualismo es impulsado y ensalzado desde una visión liberal, junto al “sagrado” derecho de propiedad, además de la tergiversación del concepto de libertad que se equipara con la libertad para comerciar. Finalmente, la cosmovisión dominante se basa en el positivismo desde el cual solo se entiende la realidad desde la razón y desde las pruebas, datos, experimentos, etc. que corroboran el conocimiento de dicha realidad.
Frente a esa cosmovisión dominante, se alza una cosmovisión que ha sido negada, relegada y menospreciada; es la cosmovisión de los pueblos indígenas u originarios que explica el mundo, la realidad y el entorno a partir de comprender que hay una relación permanente entre las colectividades humanas, el entorno en el que viven y el cosmos y a cada aspecto de esa relación le otorga un significado particular y lo ubica permanentemente en la dualidad del espacio y el tiempo.
Es así como, desde esta cosmovisión, el ser humano no es el centro del universo, sino un componente más de un equilibrio que debe de existir con la Madre Naturaleza; la Tierra y el Universo son parte de un mismo todo al cual pertenecemos los seres humanos; la tierra no es solo un medio de producción, sino la Madre que da Vida y a la cual hay que retribuir.
Desde esta cosmovisión, el Territorio no es solamente un área geográfica sino mucho más que eso: expresa una relación colectiva de un Pueblo con un área donde se incluye el suelo, el subsuelo, el agua, los animales y las plantas. Pero además el territorio forma parte de la identidad del Pueblo: somos parte del territorio donde vivieron nuestros antepasados y el territorio es parte nuestra. Implica la memoria histórica, el derecho a decidir sobre los recursos contenidos en él, la existencia de formas organizativas, mecanismos y espacios para tomar las decisiones y la posibilidad de articular distintas expresiones con capacidad de toma de decisiones, es decir, espacios para una forma distinta de entender y ejercer el poder.
En otras palabras, pertenecer a la Madre Tierra es parte de nuestra identidad. Somos parte del territorio que tiene que está vinculado con la memoria de los pueblos, es algo vivo y con historia. Igualmente los saberes y conocimientos que se han acumulado de generación y generación son parte del territorio, así como los lugares sagrados, energéticos y el tiempo ya que, si ordenamos nuestras actividades alrededor de algún cultivo que es sagrado para nuestros pueblos, los ciclos agrícolas de esos cultivos son la base del ordenamiento del tiempo familiar y comunal, que es diferente en cada territorio.
A partir de esta cosmovisión, cada pueblo forja una identidad que está constituida por una memoria histórica, formas de organización social, sistemas productivos, estructuras políticas, normativas sociales y representaciones culturales particulares.
Es aquí donde cobra relevancia el papel de la cultura, entendida como la síntesis dinámica, en el nivel de la conciencia de una persona o grupo humano, de la realidad histórica, material y espiritual de una sociedad o colectividad humana, de las relaciones existentes tanto entre el hombre y la naturaleza como entre los hombres y demás categorías sociales.
A cada cultura corresponden determinadas manifestaciones culturales que son las diferentes formas por medio de las cuales esta síntesis se expresa individual y colectivamente en cada etapa histórica y que se expresa en manifestaciones culturales como en el idioma, los alimentos, las artes, el vestuario, la espiritualidad, etc.
Dado que los pueblos o grupos humanos oprimidos buscan resistir ante la dominación. La cultura e identidad se constituyen en trinchera de resistencia porque le permiten a un pueblo mantener su dignidad, es decir, reafirmar lo que son como pueblo y esta reafirmación abona la lucha y la resistencia popular, le permite que la identidad se transmita de generación en generación y dadas determinadas condiciones históricos, son fuente de convicciones y energías para luchar.
Todos o la mayoría de estos aspectos son despreciados, folclorizados o utilizados por la cosmovisión dominante que está al servicio de los intereses y la superestructura construida por las clases dominantes y es aquí donde se expresa la contradicción entre el estado nación y los Pueblos indígenas u originarios.
La Contradicción Estados Nacionales – Pueblos Indígenas es también Una Contradicción Fundamental
La explicación de las modalidades que adoptó el colonialismo europeo del siglo XVI hay que buscarla en primer lugar en la economía; el interés económico fundamental de las monarquías residía en la explotación de la agricultura y las riquezas minerales; para ambas era necesaria, donde existían importantes concentración de población, la fuerza de trabajo indígena y para ello era imprescindible contar con mucho de la organización social propia de los pueblos originarios
Pero el disponer de la mano de obra para la producción agrícola o minera explica que la población indígena en términos mayoritarios sea, en las sociedades latinoamericanas simultáneamente, explotada económicamente y oprimida socioculturalmente.
Esta misma razón posibilita que a la hora de luchar en contra del sistema, los pueblos originarios o indígenas tengan especiales condiciones y razones para luchar en contra del sistema que es, a la vez, sistema de explotación y de dominación.
La dominación de los pueblos indígenas, como ha sido analizado desde el siglo XX, adoptó modalidades militares, económicas, políticas e ideológicas. La dominación militar se expresó en las acciones bélicas de los invasores en contra de las sociedades de Abya Yala que duró desde varias décadas hasta varios siglos. La dominación económica se basó en el despojo de la tierra y en la conversión de la población indígena a la esclavitud, inicialmente, y luego a la servidumbre colonial; políticamente, se les excluyó del ejercicio del poder y la dominación ideológica se realizó a través de la religión católica, que legitimaba el derecho del vencedor mediante la institucionalización del mito de la superioridad. La discriminación y el racismo son una de sus consecuencias.
La cosmovisión impuesta por los colonialistas europeos (euro céntrica, greco-latina, judeo-cristiana, liberal y positivista) se impuso sobre la cosmovisión originaria, pero los pueblos indígenas resistieron y rechazaron las nuevas relaciones de producción y la cultura de los hombres que las imponían. Esa resistencia y rechazo iba desde el sincretismo religioso hasta los levantamientos armados locales, pasando por todas las formas de resistencia cultural que el sentido de identidad le permite crear al los pueblos oprimidos en circunstancias semejantes.
La necesidad colonialista de preservar las formas básicas de organización económico-social de los indígenas, en función de la explotación de la mano de obra agrícola, es uno de los factores que explican que las comunidades indígenas, sobrevivieran en la nueva sociedad colonial; pero explica también que la organización económico-social de los pueblos originarios no lograra desarrollarse.
Al convertirse la dominación en sistema, crea históricamente una superestructura en función de la opresión, cargada de racismo y discriminación, que se reproduce a si misma. El desarrollo del capitalismo dependiente perpetúa, profundiza y agudiza este fenómeno, fundiendo las contradicciones propias de la estructura económico-social con las contradicciones específicas del carácter plurinacional del país, en el cual la cultura occidental impuesta históricamente por las sucesivas clases explotadoras es cultura dominante.
De esa cuenta, desde el período colonial hasta la actualidad, en cada país con población perteneciente a los pueblos indígenas y originarios, además de la contradicción clasista, se da una contradicción entre el Estado nacional que defiende y reproduce una superestructura de matriz colonial que corresponde a una cosmovisión y cultura dominante y la cosmovisión, cultura y dinámicas sociales que corresponde a los pueblos indígenas u originarios. Esta contradicción explican porqué los pueblos originarios ha mantenido a lo largo de los siglos una resistencia y rebeldía indoblegable, pero también da pautas en relación a que no basta con una redistribución de la riqueza social o la modificación de la propiedad de los medios de producción.
Para construir nuevas sociedades es necesario superar esta contradicción; para llevar a cabo transformaciones profundas, tienen que incluir, necesariamente la transformación de las bases coloniales y capitalistas sobre las que se ha construido una superestructura racista y discriminadora y construir una nueva base económica que tenga como eje rector el respeto y la relación armónica con la Madre Naturaleza; no es posible hacer la revolución si no es desde la cosmovisión, identidad y cultura de los pueblos originarios o indígenas y con ello se revolucionan las relaciones entre los pueblos, culturas y cosmovisiones de un país ya que no se trata de una nueva imposición ahora de signo indígena, sino de una construcción reconociendo la pluralidad de nuestras sociedades. Es decir, solo seremos verdadera y completamente libres cuando la base económica y el andamiaje jurídico, político e ideológico correspondiente exprese, sin dominación y opresión, la diversidad de pueblos, culturas, cosmovisiones e identidades que hay en nuestras sociedades y nuevas relaciones de justicia y equidad se construyan y perduren.
De la misma forma, no se trata únicamente de contar con un estatuto de autonomía, donde los pueblos originarios se autogobiernen pero bajo una tutela, sino de transformar el marco constitucional para construir estados plurinacionales en los que participen a plenitud todos los sectores, pueblos, nacionalidades y naciones originarias que conforman nuestras sociedades.