¡Feminismos! Eslabones fuertes del cambio social

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Cómo la deuda refuerza la opresión de las mujeres?

, por VANDEN DAELEN Christine

La deuda no es neutral desde el punto de vista de género. Por el contrario, constituye un obstáculo colosal a la igualdad entre hombres y mujeres a escala mundial. Las medidas macroeconómicas a las que conllevan son sexuadas tanto en sus características como en sus consecuencias. Por todas partes, se imponen las peores regresiones sociales a las poblaciones más frágiles, a las más pobres, y por ende,,a las mujeres, particularmente a las más vulnerables. De la misma manera, los Planes de Ajuste Estructural (PAS) empobrecen y debilitan a las mujeres del Sur desde hace 30 años, y ahora, los planes de austeridad desangran a las mujeres europeas. Los mismos mecanismos que nacen de una misma ideología neoliberal están en acción por todas partes. Recortan los derechos sociales de las mujeres, acentúan la pobreza, endurecen y agravan las desigualdades de género y socavan las conquistas feministas.

Pérdida de empleo y del salario neto de las mujeres

En todas partes, bajo los efectos de la crisis de la deuda, la tasa de desempleo de las mujeres aumenta. En Europa, el empleo es cada vez más inaccesible particularmente para las mujeres jóvenes de los países más afectados por la crisis de la deuda [1]. En los países del Sur, muchas mujeres pierden su empleo a raíz de los despidos masivos impuestos a la función pública por las Instituciones Financieras Internacionales (IFI). Pero eso no es todo.La aplicación de otras medidas estructurales de los PAS tales como la devaluación de la moneda local, la prioridad dada a la exportación o incluso la liberalización del comercio mundial - al alejar a las mujeres del mundo del trabajo remunerado o al catapultarlas hacia salarios próximos a la esclavitud [2]- convierten su autonomía económica en un objetivo cada vez más inaccesible [3].

Cuando la crisis de la deuda no condena directamente a las mujeres al desempleo, recorta sus ingresos. Una de las principales variables de ajuste del "sistema-deuda" consiste en reducir los salarios y el tiempo de trabajo de los-as empleados-as del sector público compuesto mayoritariamente por mujeres. Estas disminuciones salariales conllevan a un recorte semejante de los salarios de las mujeres empleadas en el sector formal ( específicamente en el sector público) quienes para llegar a fin de mes, deben tener como mínimo un segundo, incluso un tercer trabajo.

Pero esta vez en el sector informal, donde reina lo arbitrario y la explotación a ultranza. De lo contrario, se ven obligadas a alternar, como en Inglaterra, su tiempo de trabajo con el del sus parejas: mientras uno-a trabaja de día, el otro-a trabaja de noche para ahorrarse el gasto del cuidado de los hijos.

Las mujeres mayores tampoco se salvan de las políticas de la deuda. Aunque hayan trabajado toda su vida, son cada vez más las que son condenadas a vivir en el infierno de una vejez empobrecida. En los países donde las pensiones existen, el monto no deja de disminuir mientras que la edad de la jubilación para las mujeres es simultáneamente retrasada [4]. Las jubiladas se convierten inexorablemente en uno de los grupos más expuestos al riesgo de la pobreza. En 2015, no menos de un 16 % de ellas vive bajo el índice de la pobreza en la Unión Europea [5]. Este porcentaje sube hasta al menos el 23 %6 cuando viven solas.

Reduciendo constantemente los ingresos de las mujeres, los PAS y la austeridad alimentan un indicador importante de las desigualdades estructurales hombres-mujeres. Por todo el planeta la brecha salarial aumenta. Según las últimas estimaciones de la OIT (2016), las mujeres en la escala mundial ganan en promedio el 77 % del salario masculino [6].

Además del saqueo del empleo femenino y de la destrucción de los ingresos de las mujeres, la crisis de la deuda alienta igualmente la precarización generalizada del empleo femenino. Esta se acentúa por la gran desregulación del mercado del trabajo y de la desagregación del derecho sindical. Para las mujeres, este cuestionamiento del derecho al trabajo conlleva un considerable fortalecimiento de su explotación. Así, el trabajo precario, flexible e informal de las mujeres constituye progresivamente Estos empleos no solo son precisamente los que se suprimen en caso de despido, sino que tampoco permiten -o apenas- que las trabajadoras puedan acceder a la protección que ofrece la legislación del trabajo y la seguridad social.

Por otro lado, el hecho de que la igualdad entre los sexos no aparezca más como una prioridad para los gobiernos, alienta a los empleadores a recurrir con total impunidad a prácticas ilegales como el despido de mujeres embarazadas o después de su licencia por maternidad.

La crisis de la deuda es sinónimo de precarización financiera, física y psicológica del trabajo de las mujeres, del aumento de su pobreza y de la pérdida de autonomía económica, elemento fundamental de toda emancipación real de las mujeres. Además, las políticas de austeridad - que penalizan el derecho al empleo remunerado de las mujeres y las obligan a quedarse confinadas en la esfera privada para endosarles allí su rol llamado "tradicional" de madre y/o ama de casa- son las correas poderosas de la reactivación de una ideología patriarcal, conservadora y sexista.

Las mujeres en el centro de la destrucción de la protección social

En nombre del ahorro que hay que hacer para conseguir sortear la "crisis de la deuda", los presupuestos de protección social sufren restricciones draconianas: disminución de subsidios por desempleo, de ayudas sociales, a las familias, a la maternidad, de las prestaciones a las personas dependientes, etc. Estos recortes afectan particularmente a las mujeres en la medida que son más dependientes de estas ayudas sociales que los hombres, ya que son ellas quienes asumen aún el rol de sustentadoras principales de la familia y a menudo son económicamente precarias.

Las políticas familiares y programas que promueven la igualdad de género son el blanco principal de las políticas de austeridad. Los servicios de cuidado para los hijos y las personas a cargo se hacen cada vez menos abordables, adecuados, accesibles y su calidad se degrada. Por lo tanto, un gran número de mujeres se ven, obligadas a reducir o bien sus horas de trabajo remunerado o directamente abandonar el mercado laboral con el fin de hacerse cargo de su trabajo reproductivo. Las asociaciones de promoción de las mujeres se encuentran también en el ojo de la tormenta de las restricciones presupuestarias. Sus subvenciones disminuyen o son son simplemente suprimidas.

Así, podemos constatar hasta qué punto el "sistema-deuda" pone en peligro lo conseguido por las luchas feministas, refuerza los estereotipos existentes del "hombre gana-pan" y de la "ama de casa" y cómo ambiciona hacer pagar el precio de la crisis principalmente a las mujeres.

Del Estado social a la "Madre social"

La austeridad es un ataque en toda regla contra los servicios públicos: servicios sociales, de sanidad, de educación, de energía, de transporte, de infraestructuras. ¡Lo abarca todo! Todos son reducidos, suprimidos, privatizados o si no sus gastos de utilización aumentan considerablemente. Esta condena a muerte del Estado social afecta en primer lugar y de manera triple a las mujeres. Siendo una mayoría en la función pública - así como las principales usuarias de los servicios públicos - ellas son las principales víctimas de los despidos masivos que se imponen.

Su participación en el mercado laboral depende de la accesibilidad de los servicios para la infancia, requieren de mayor atención médica para ellas mismas (cuidados ginecológicos relacionados con los embarazos, con la maternidad y también a una esperanza de vida más extensa) o para sus familiares, utilizan más el transporte público, etc. Por último, son ellas las que deben, mediante un aumento de su trabajo no remunerado e invisible, realizar las tareas de los cuidados y de educación abandonados por la función pública. Asistimos así a una verdadera sustitución de los roles y de las responsabilidades esenciales del Estado que son derivadas hacia lo privado y, por lo tanto, hacia las mujeres, impidiéndoles participar plenamente de todas las esferas de la vida.

En nombre de la deuda pública, se da un traspaso: del concepto de "Estado social" pasamos al de "Madre social". Y esto, gratuitamente, para reducir los gastos, devolver el dinero a los banqueros y pagar la deuda: ¿No es maravillosa la crisis?

El daño causado en todo el mundo a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres es el resultado en gran medida de las políticas de la deuda. Mientras que estos permiten a las mujeres ejercer un control de sus propios cuerpos y, ahora, sobre sus vidas; la austeridad y los PAS disminuyen el financiamiento de las estructuras que permiten garantizarlo.

En todas partes, cada vez hay menos subsidios públicos para la prevención del VIH, para las IVE, la planificación familiar, los servicios de salud pre y posnatal y para los cuidados de la salud preventiva para mujeres. Las maternidades y los centros ginecológicos son generalmente los primeros servicios hospitalarios en ser suprimidos en nombre del ahorro para pagar la deuda. Observamos también que en los países donde - luego de grandes luchas- se ha conquistado, la autodeterminación reproductiva de las mujeres, esta es atacada sin cesar8. Así, al obstaculizar los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres la deuda no solamente aniquila la libertad de las mujeres a elegir qué tipo de vida quieren llevar y en qué momento, sino que refuerza simultáneamente corrientes de pensamiento reaccionarias para las que las mujeres son antes que nada madres y, preferentemente, amas de casa.

Las políticas de la deuda conllevan a un desgaste generalizado de las mujeres. Socavadas por el impacto psicológico de la pobreza en expansión, una salud que se degrada constantemente bajo la abrumadora carga de trabajo y el estrés inducido por la obligación de asumir múltiples roles; las mujeres trabajadoras ya no tienen tiempo para respirar, para cuidar su propia persona o para participar en los asuntos públicos. Sin embargo, aunque soportan las peores consecuencias de la deuda, las mujeres son las verdaderas acreedoras a nivel nacional e internacional. Son titulares de una enorme deuda social. Sin sus trabajos gratuitos de producción, de reproducción y de cuidados de las personas, ¡nuestras sociedades caerían simplemente!

Por lo tanto, no es un eufemismo decir que la ilegitimidad de la deuda es aún más evidente cuando una es mujer. Deuda y emancipación de la mujer son perfectamente antinómicas. Todo verdadero proceso de emancipación implica luchar contra este "sistema deuda" que, de la mano del patriarcado, esclaviza a las mujeres y les impide conseguir sus derechos más fundamentales. Es por esto que en el mundo, los movimientos feministas rechazan esta lógica mortal, trabajan para reforzar sus convergencias y se comprometen en el terreno de la lucha contra la deuda ilegítima, contra las Instituciones Financieras Internacionales y, de manera general, contra el sistema neoliberal.