El neoconstitucionalismo transformador

El Estado y el derecho en la Constitución de 2008

Por Ramiro Ávila Santamaría, Editorial Abya-Yala, 307 páginas.

Prólogo por Agustín Grijalva, Profesor del Área de Derecho de la Universidad Andina Simón Bolívar

Para entender una Constitución garantista, igualitaria, participativa y plurinacional

Como los cineastas que mediante un paneo con su cámara nos brindan un recorrido panorámico desde un punto fijo, este libro de Ramiro Ávila ofrece un panorama de la Constitución de 2008 desde una definida posición garantista y neoconstitucional.

Con poder de síntesis y fluidez, su análisis recorre los aspectos claves de la Carta Fundamental: sus antecedentes internacionales y regionales, sus líneas matrices, innovaciones, tensiones y perspectivas. En este recorrido se realizan varios aportes que es justo destacar.

Primero, a lo largo del texto este estudio interdisciplinario de la Constitución se articula a importantes autores y teorías contemporáneas. Este aporte se acrecienta considerando que en Ecuador hay todavía una limitada recepción de las corrientes contemporáneas de teoría jurídica y política. Tampoco hay mayor estudio o investigaciones de Sociología Jurídica, Antropología, Historia o Filosofía del Derecho, o análisis de lo jurídico desde la Ciencia Política.

Como consecuencia, en el país los estudios del Derecho permanecen relativamente recluidos en un formalismo normativista, mientras que las Ciencias Sociales ecuatorianas han casi invisibilizado al Derecho, pese a la innegable y hoy reconocida importancia institucional del mismo.

En contraste, el libro de Ramiro Ávila tiende puentes y señala caminos en este despoblado ámbito de los estudios socio-jurídicos ecuatorianos. Su reflexión se mueve entre el Derecho y las Ciencias Sociales evidenciando la necesidad y riqueza de este análisis. En la obra dialogan juristas, cientistas sociales y filósofos; un aporte fundamental que el autor ya inició tiempo atrás al liderar desde la Subsecretaria de Desarrollo Normativo del Ministerio de Justicia la edición de alrededor de veinte volúmenes de la serie Editorial Justicia y Derechos Humanos.

Lo interesante en el presente libro es que estas ideas no son citadas y articuladas desde una recepción pasiva, sin identidad. El libro destaca las condiciones y postulados propios de lo que el autor llama constitucionalismo latinoamericano y andino, defendiendo la necesidad de un pensamiento propio, aunque ciertamente no aislado sino dialogante con el mundo, para dar respuesta adecuada a nuestras propias realidades.

En segundo lugar, el libro articula de forma creativa numerosas fuentes de diverso tipo; no solo se examinan normas jurídicas, sino jurisprudencia y postulados teóricos. Se proyecta así, especialmente en el capítulo dos, un entendimiento más profundo de los principios estructurales de la Constitución del 2008. En cierto sentido, la obra nos permite atender y leer mejor lo esencial de la Constitución: su eje garantista, igualitario, participativo y plurinacional.

Esta lectura de la Constitución se despliega desde un ángulo sui géneris en nuestro medio: se trata de una posición progresista y democrática, en la cual es posible el diálogo de teorías socialistas y liberales comunitarias, las cuales por su compromiso democrático con la justicia y los derechos develan importantes confluencias frecuentemente ignoradas. No es entonces una concepción sectaria o dogmática, encerrada en una ideología clausurada.

Hay en el libro análisis que pueden ser discutibles como los que el autor hace respecto a la relación entre reglas y principios, a las diferencias entre Estado Constitucional y Estado de Derechos, entre moral y Derecho, o la identificación de legislación y políticas públicas. Empero, el aporte de estos análisis es justamente identificar debates contemporáneos centrales, y provocar la discusión de forma informada e inteligente.

Una tensión notoria, quizás la central, en la Constitución vigente es la que existe entre la parte orgánica y la dogmática. Por un lado se fortalece al ejecutivo, por otro se debilita al legislativo y se crean dos nuevas funciones: la electoral y la de transparencia y control social.

Esta última, y especialmente uno de sus órganos, el Consejo de Participación Ciudadana, ha sido objeto de fuertes críticas en cuanto a su representatividad y legitimidad política. Empero, todos, incluso los más acérrimos críticos de la Constitución reconocen su fuerte y expansiva declaración de derechos y garantías.

Este libro de Ramiro Ávila nos recuerda con claridad que la dimensión orgánica de la Constitución debe ser solo un medio para la realización de los derechos de personas y colectividades.

En consecuencia, plantearía yo, las fallas orgánicas más graves de la Carta Política son aquellas que no correspondan o sean funcionales a esta sólida base de derechos y garantías, puesto que los cimientos centrales de la Constitución no radican o deben radicar en su ingeniería institucional sino en tales derechos, y es aquella la que debe siempre servir a los segundos. En definitiva si caben reformas constitucionales estas deben apuntar a adecuar de mejor forma el diseño institucional a los cimientos garantistas de la Carta.

Bajo todas estas consideraciones, la presente obra desmantela otra de las críticas desinformadas contra la Constitución de Montecristi: su supuesto carácter totalitario. Este libro deja clara la vocación democrática de la Constitución del 2008, incluso por encima de las contradicciones y, en mi opinión deficiencias, especialmente de orden orgánico de la Carta Fundamental.

En realidad, el valor de una Constitución no se mide principalmente por su mayor o menor perfección técnico-formal, su adecuada redacción o incluso su coherencia. Siendo estos aspectos más que deseables, el valor de una Constitución radica más en los avances de fondo que incorpora respecto al pasado y sus proyecciones hacia el futuro, como resultado de un nuevo pacto social. Es allí donde la Constitución de Montecristi, pese a deficiencias formales y orgánicas, aporta a la historia pues no pueden negarse sus altos estándares de derechos y garantías, su dimensión plurinacional e intercultural, su profundo compromiso con la naturaleza, la solidaridad y la justicia.

Una constitución no es solo norma jurídica sino un proceso social, un sistema de derechos imbuido en la conciencia de los ciudadanos, la constitución es una cultura, y el libro de Ramiro Ávila sin duda contribuye a este urgente desarrollo de la cultura constitucional ecuatoriana.